martes, 23 de septiembre de 2008

Espinacas marinas.


Popeye ¡vuelve a la vida!
El céntrico mercado Escobedo es uno de los centros comerciales más importantes de la ciudad de Querétaro; tiene en su gran nave todo tipo de comercios, flores, dulces, frutas, verduras, especies, abarrotes, calzado, ropa, artículos de brujería, artículos electrónicos, herramientas y muchos otros giros comerciales. Las veces que había visitado el lugar, siempre me había llamado la atención la variedad de comercios, pero sobre todo sus puestos de comida, por lo concurridos que están y aún más aquellos de mariscos. Así que aunque más de una vez tuve la intención de sentarme en uno de estos lugares a probar sus platillos, apenas lo hice el fin de semana pasado. Los locales tienen en su perímetro barras para sentarse; siempre que pasaba por ahí veía los asientos llenos y muchas otras personas esperando atrás. Pero está vez fui al mercado sólo a probar su comida y dispuesto a esperar lo necesario. Había hablado con mi colega Jesús Ramírez sobre el mercado y él me recomendó ordenar un platillo llamado Popeye. Así que el sábado al mediodía visité el lugar. Después de un momento de recorrer los pasillos, me di cuenta que el Popeye debió haber sido la especialidad de un puesto, pero seguramente con el tiempo los demás locales lo empezaron a ofrecer también. Sin tener manera de saber cuál era el lugar original, me decidí por el puesto con más clientela, se llamaba Panchito’s y ofrecía en su carta el plato Popeye como especialidad. Busqué a un comensal que estuviera cerca de terminar y esperé pacientemente mi turno plantado tras de él. A los tres minutos me senté y ordené el afamado Popeye. El servicio fue rápido, en el interior del lugar pude ver frenética actividad, cerca de 10 ó 15 personas, lavaban platos, limpiaban lugares, preparaban ingredientes, elaboran platillos, servían los mismos o cobraban. Al sentarme leí un letrero que anunciaba como especialidad de ese día ancas de rana, así que cuando me preguntaron si quería un Popeye mediano o grande, me decidí por el mediano, pues pensé que luego podría probar un plato de extremidades de batracio. Cuando llegó el Popeye a la barra tuve una agradable sorpresa, pues aunque a primera vista no pude ver bien en que consistía, su presentación era atractiva y original. Ocupaba la mitad de un platón, tenía una forma circular y estaba decorado con salsa catsup, mayonesa, aguacate y un gran camarón encima. La otra mitad del plato tenía varios paquetes de galletas saladas. Bajo la original ornamentación había una condimentada variedad de mariscos, camarones pequeños, pulpo, surimi, ostiones, pulpa de jaiba, pasta de pescado y caracol. El plato resultó ser muy parecido al tradicional plato “Vuelve a la vida” que acostumbraba comer en las marisquerías del mercado Portales en la ciudad de México. Con mucha calma empecé a disfrutarlo, tratado de recordar todos sus ingredientes. Me gusta mucho comer cada bocado encima de una galleta salada, agregarle limón y algo de salsa picante; sobra decir que a la mitad del plato supe que ese día no probaría las ancas de rana.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Ay! Jalisco no te rajes II.






La provincia jalisciense II.
Otro día hicimos una breve visita a Tepatitlán, mi compadre Alfredo tenía que llevar algunos materiales a la planta de quesos y revisar los avances, así que lo acompañaríamos para conocer la fabrica y luego pasear por Tepa. La población es pequeña, limpia, hermosa y con vestigios de prosperidad ya de años. Los campos circundantes se ven llenos de ganado lechero y de largos galerones para la cría de aves. Huevo y lácteos son sus principales productos. En la población se aprecia también una gran actividad comercial de todo tipo de artículos para la población y suministros para las actividades económicas regionales. Aquí y allá en las calles del centro se pueden ver algunas casas de gran belleza y originalidad seguramente de la primera mitad del siglo pasado; construcciones de una sola planta con sus habitaciones dispuestas alrededor de un patio central. El día de nuestra visita pudimos observar una curiosa costumbre local; como en muchos lugares en México, los establecimientos comerciales interrumpen por una hora o dos su actividad al tiempo de la comida, pero en Tepa, los jueves se acostumbra ya no abrir por la tarde. Esta tradición no la cumplen algunos negocios que son sucursales de grandes cadenas nacionales o de alguna gran ciudad.
En la plaza principal se encuentra un hermoso palacio municipal, construido en el siglo XVIII, bien pintado y conservado. Su interior es menos impresionante que su fachada, pero en el cubo de la escalera hay un interesante mural sobre la historia de la ciudad. Una parte se ocupa de los tiempos de la conquista; indígenas tecuexes, conquistadores y evangelizadores. Aparecen también algunos ilustres hijos de esa tierra, así como las construcciones emblemáticas de la población. Sobre el techo está el rostro de José María Morelos, pues la ciudad lleva su nombre, pero una buena parte de la obra se ocupa de una etapa que seguramente es gran orgullo de la población y la región, la Guerra Cristera. Frente al rostro de Morelos y en un escorzo que hace lo hace aparecer como flotando en el aire, está Anacleto González Flores, organizador de Asociación Católica de la Juventud Mexicana y mártir de la causa. Cabalgan hacia el espectador desde un muro lateral algunos famosos cristeros, El Güero Mónico Velázquez y Victoriano Ramírez “El Catorce”. También están representadas las mujeres que apoyaron y abastecieron clandestinamente de municiones y alimentos a los rebeldes (brigadas Santa Juana de Arco). En otro muro se representa al Tepatitlán moderno. Tres hermosas damas están en la obra para representar la belleza de las mujeres alteñas, gran presunción local y manifestación tangible de otro motivo de orgullo, el limitado mestizaje que hubo en la región. También se representan la industria avícola y lechera, el cultivo de agave tequilero y la forja de hierro. Llamó mi atención el hecho de que en la placa que rememora la inauguración del mural aparecía las autoridades civiles de Tepatitlán, así como un alto jerarca de la Iglesia Católica. Pudiera entender el orgullo de la población por la defensa que hicieron de sus costumbres y forma de vida durante la Guerra Cristera, pero no acepto el mismo sentimiento de parte de los religiosos que antes y ahora promueven a los cristeros como héroes. No creo que Dios necesite quien lo defienda y menos faltando al importante quinto mandamiento, no matarás. Hace apenas unos de días observé en uno de los nuevos canales católicos un programa sobre los cristeros y ahí aparecía un sacerdote haciendo la apología y glorificando al movimiento; de la gente del pueblo lo acepto y entiendo, pero no de alguien que ha estudiado filosofía, ética y teología y se ostenta como el intérprete de la palabra de Dios. La lucha no fue por la defensa de Dios, sino tan sólo por mundano y terrenal poder y sigue hasta nuestros días.
Frente la plaza principal está el hermoso y bien conservado templo de San Francisco y a unas tres o cuatro cuadras se encuentra el santuario del Señor de la Misericordia. A un costado de este último templo está el Museo de la ciudad, hermosa casa antes vivienda del sacerdote titular del santuario y hoy dedicada a conservar y promover la memoria histórica de la población. Fue ahí donde pude comprar varios libros sobre la historia regional y por supuesto en su interior ver algunos objetos y mucha información del conflicto cristero.
A la hora de la comida pudimos paladear el platillo local, las carnitas de cerdo, como en buena parte del Bajío, pero por supuesto estilo Tepatitlán, aunque desconozco en que consiste la diferencia; muy buenas por cierto. La bebida regional es el tequila, no la probé en la comida, pero si compré un par de botellas de la marca Cristeros, de distribución regional y también muy bueno. Es pues Tepatitlán una pequeña, próspera, orgullosa y hermosa ciudad, muy atractiva para vivir en ella, o tan sólo visitarla.