martes, 1 de diciembre de 2009

¡Ñeros metaleros!
















Lutz y Dirty Woman.
Aprecio todo casi tipo de música y difícilmente hay un estilo que pudiera decir es mi favorito, pero es cierto que de algunos géneros conozco muy poco y en éstos apenas habrá cuatro o cinco piezas que identifique o me lleguen a gustar. El Heavy Metal o simplemente Metal es uno de ellos, de este o de cualquier otro género difícilmente distingo sus características musicales, tan sólo puedo decir de sus piezas si me gustan o no me gustan. No toco instrumento alguno, solamente sé el nombre de las siete notas musicales, pero pienso que la música es algo indispensable en esta vida, que la hace más placentera, la enriquece y se puede disfrutar cada vez más en la vida diaria y sin mayores problemas (aparatos de musica personal). Lutz Keferstein estimado colega y amigo es metalero de corazón y gracias a él me he acercado un poco a este género, pero fue hasta hace muy poco que tuve la oportunidad de verlo cantar con su grupo Dirty Woman. Viajé a la ciudad de México, pues la presentación fue en un lugar llamado el Multiforo Cultural Alicia, en la avenida Cuauhtémoc. El toquín fue un viernes por la tarde; a eso de las 20:30 horas ya esperaba en la fila para adquirir mi boleto de entrada, 60 pesos. Jóvenes y adultos estaban conmigo en la fila, casi todos ellos ataviados con playeras o ropa negra, algunas grandes cabelleras, pero nada en realidad extraordinario en su apariencia. A eso de las 8:45 la fila empezó a avanzar y todos entramos al recinto. El lugar me pareció muy pequeño, apenas unos 150 metros cuadrados en la parte para los espectadores, pero habría que decir que es el tamaño ideal; pues pocos rockeros arribaron al toquín, unos cien o ciento cincuenta. En una esquina había un pequeño cuarto y ahí vendían cerveza; algunos metaleros con experiencia compraban el cartón completo para la noche y se sentaban en el mismo. El foro estaba en la obscuridad y de los demás espectadores apenas distinguía vagas siluetas, pero busqué un lugar no muy lejos del estrado y frente a una columna de acero para recargarme en ella. Cuatro o cinco grupos tocaron antes de Dirty Woman y esa fue definitivamente la peor parte y no porque tocaran muy mal, sino por la espera, casi cuatro horas de pie. Cuando empezaba el primer grupo creí identificar por ahí a Lutz y en efecto era él, como siempre muy bien acompañado. Platicamos muy poco, pues el alto volumen de la música lo hace casi imposible. Justo enfrente había un par de gigantescas bocinas que hacía vibrar todo mi cuerpo; de hecho inhalaba profundamente, me colocaba la mano sobre el pecho y me era posible sentir la música vibrar en la caja de resonancia de mis pulmones. Después de un rato me coloque unos pequeños tapones en los oídos para soportar el apabullante y avasallador volumen. Hubo algunas canciones que disfrute, pero me desesperaba en los 15 o hasta 20 minutos que utilizaba cada grupo para cambiar instrumentos y afinar. A eso de las una de la mañana llegó por fin el turno de Dirty Woman. De su música no tengo un claro recuerdo, pues estaba yo muy emocionado, luego de tan larga espera finalmente ver a Lutz en acción y por estar tomando muchas fotos. Pero el público se encendió con algunas rolas del grupo. Lutz reclamaba a las personas del foro que ajustaran debidamente los niveles de volumen de voces e instrumentos e incluso se llegó a molestar, pero la verdad es que a tan alto volumen yo no escuché o advertí diferencia alguna tras los supuestos ajustes. Debo reconocer que lo que más me sorprendió del Metal es la fuerza y pasión de su ritmo, más a ese nivel de volumen; es como si un camión de 20 toneladas te arrollara. Lutz canta definitivamente muy dentro del estilo metalero, intensamente. A la salida compré mi playera del grupo, así podré ir ataviado de forma más propia al próximo toquín. Dirty Woman amenaza con venir a tocar a Querétaro muy pronto, ahí estaré y esta vez pondré más atención a la música. Por cierto, que este primero de diciembre del 2009 Dirty Woman lanzó un nuevo disco. http://www.myspace.com/elmagodelavida

miércoles, 11 de noviembre de 2009

¡Hay tamaleeeees!






















Un platillo muy mexicano.
El tamal es uno de los platillos que distinguen a México en el mundo, no sólo es posible encontrar tamales por todo México, sino también es incontable su variedad. El tamal es básicamente un alimento de masa de maíz, que puede tener un relleno o no, envuelto en hojas de maíz o plátano y que es cocinado al vapor. Es un alimento cotidiano, se le encuentra lo mismo por las mañanas a manera de rápido y económico desayuno, o por las tardes para cenar en casa. Se pueden comprar en tamalerías establecidas o con innumerables vendedores ambulantes. Deben ser miles los puestos callejeros que expenden tamales cada mañana por todo México. Los tamales cotidianos son casi siempre los envueltos de hojas de maíz, con salsa verde, con salsa roja o los dulces, pero existen cientos de variedades en las diversas regiones del país. Los tamales de camarón de Sinaloa, las corundas y los uchepos en Michoacán, el gigantesco zacahuil en la Huasteca, el tamal de cazuela en Veracruz, los costeños o oaxaqueños en hoja de platano, los nejos o de ceniza, sin relleno, en el sur del país, por mencionar apenas unos cuantos. Se pueden comer recién hechos despidiendo todavía vapor, al día siguiente fritos, en un budín hecho con varios tamales crema y queso, o a la manera del popular desayuno en la ciudad de México, la torta de tamal, mmm!
En la ciudad de Querétaro hay lo mismo reconocidas tamalería establecidas hace décadas, que decenas de vendedores ambulantes. Hay variedad de tipos, ingredientes, precios y calidades. En el centro de la ciudad, en una sola calle curiosamente, se concentran varias tamalerías y una de ellas es mi favorita. Super tamales y atoles de Querétaro, en el 41 de la calle de Arteaga (entre Allende y Guerrero), a unos ciento veinte metros de la hermosa iglesia de Santa Rosa Viterbo. Este establecimiento que abrió en el año de 1968, ofrece tamales rojos, verdes, de dulce, oaxaqueños, de mole, de pollo, de res, de rajas, de queso; todos muy buenos. En la misma tamalería hay un pequeño restaurante que además de tamales ofrece pozole, menudo y otros platillos. El lugar me gusta por sus tamales, pero también tiene magníficos atoles, hechos con fruta natural y sus sabores varían a lo largo de la semana. El servicio es bueno, el lugar es muy limpio y los precios módicos. Los tamales son deliciosos, muy alimenticios, un platillo milenario y muy mexicano.

martes, 20 de octubre de 2009

Cordialidad pulquera.







Un memorable recorrido.
Hace algunas semanas llevé de paseo por los alrededores de la ciudad de Querétaro a una valiente dama que nos visitaba de una las universidades con las que tenemos intercambios internacionales. No era la primera vez que estaba en nuestro país y pronto advertí en ella un amplio conocimiento de nuestra cultura y un profundo interés por conocer todavía más. Habíamos iniciado nuestro recorrido un sábado muy temprano y para mediodía platicábamos entretenidamente sobre las costumbres y comida de México. Ella manifestó gran interés por probar el pulque y sobre todo por conocer una pulquería. Acordamos pues volver a la ciudad de Querétaro y visitar este particular tipo de establecimiento (ver La auténtica bebida nacional, junio 2009). Debo de confesar que tenía una cierta inquietud o temor pues no es el tipo de lugares a los que se lleva a directivos de instituciones educativas extranjeras. También me preguntaba sobre la posible reacción de los parroquianos del lugar ante la visita de una mujer evidentemente extranjera. Antes de entrar le manifesté a mi compañera mis dudas sobre la posible reacción a nuestra visita y le pedí que al entrar no me hablara, pues nos comunicábamos en inglés; que yo pediría dos pulques en la barra, luego buscaríamos un lugar para sentarnos rápidamente y quizá no llamar mucho la atención. Ya sentados evaluaríamos la situación y en caso que algo le desagradara o se sintiera incómoda me lo comunicara para salir del lugar. Entramos sin intercambiar palabra, pedí en la barra un curado de piña, un pulque natural y nos sentamos en el extremo de una larga mesa. La idea de pasar inadvertidos resultó fallida; tan pronto entramos todas las miradas de los 20 ó 25 clientes del lugar nos siguieron. Ahora ya es común la presencia femenina en cantinas y pulquerías, pero por ser evidentemente extranjera, la mayoría de las miradas eran hacia ella. Nos sentamos y le pregunté si se sentía muy incómoda, pero contestó que estaba bien y disfrutando la experiencia. Los clientes estaban en grupos, algunos de mujeres y hombres y otros solamente hombres. Algunos bebían en la barra, otros platicaban en mesas, todos escuchaban la música y bebían pulque o cerveza. Bebimos de nuestros pulques y observamos que algunos parroquianos empezaron a bailar. Ella ya me había manifestado su gusto y conocimiento del baile con música afroantillana y muy a tiempo me advirtió que si alguien le pedía salir a bailar, con gusto aceptaría. De una mesa frente a nosotros muy amablemente nos ofrecieron algunos cigarrillos, los cuales rechazamos, algo muy tonto de mi parte, pues no es la mejor de las costumbres rechazar algo que se le ofrece a uno de manera tan cordial. Ninguno de los dos fumaba, pero conozco como hacerlo y no hubiera sido mayor problema fumar un poco. Desgraciadamente advertí mi error a los 10 segundos de decir “muchas gracias, pero no fumamos”. Un minuto después un hombre solicitó mi permiso para sacar a mi acompañante a bailar, por suerte ella ya había manifestado que no le molestaría hacerlo, pues de otra manera no hubiera sabido bien cómo reaccionar o que contestar. A los 15 segundos una dama me tomó de la mano y salimos también a bailar; esta vez de inmediato acepté y agradecí la invitación, en lo que observaba a la otra pareja bailar. La persona que bailaba con ella, estaba muy contento sin duda y no paraba de platicarle algo a lo que le contestaba que no hablaba español, lo cual no impidió que él siguiera platicándole incluso con algunas palabras en inglés. Después de un par de piezas de música volvimos nuestro lugar muy contentos por la aceptación que habíamos tenido en el lugar y lo bien que estaba resultando nuestra experiencia en la pulquería. A los pocos minutos, desde la misma mesa frente a nosotros nos enviaron como obsequio una cerveza, la cual esta vez tuve que rechazar, para inmediatamente aconsejar a mi acompañante que era el momento de retirarnos, pues si permanecíamos íbamos a terminar bebiendo muchas cervezas o bailando toda la tarde. Agradecí de nuevo la generosidad a nuestros vecinos, me disculpé diciendo que todavía teníamos por delante un largo recorrido y me despedí; no sin antes pasar por la barra, pagar nuestros pulques y una cerveza para cada persona en la mesa desde la cual nos invitaron cigarros y bebida. Vaya que me equivoque sobre nuestra visita a la pulquería, anticipé un posible recelo u hostilidad y resultó todo lo contrario, tuvimos que abandonar del lugar por un exceso de cordialidad. El resto de la tarde recorrimos el mercado del Tepe (ver Seguro lo encuentras en el Tepe, mayo 2009), alcanzamos todavía a visitar un par de cantinas y a disfrutar casi dos horas del baile que hay todos los sábados por la tarde en la antigua estación del ferrocarril (ver Danzón dedicado, mayo 2008). Un día inolvidable, sin duda alguna.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Una taquería muy especial.











Tacos de copete.
El taco es el platillo más común en México, lo podemos encontrar por todo el territorio nacional, en diferentes precios y calidades, a toda hora del día o noche, de variadísimos ingredientes, tamaños y formas de prepararse. Las taquerías repiten ingredientes, salsas y complementos, es difícil encontrar algo que escape a lo común. Hace casi tres años hablando de taquerías con mis estudiantes, Álvaro Hernández me recomendó un lugar muy bueno que ofrecía “tacos de copete”. Las señas para dar con el lugar eran vagas y me tomó meses encontrarlo abierto y apenas hace unos días pude ir con calma a conocerlo. Ya antes lo había lo había visitado un par de veces y hasta probé algunos tacos, pero no pude disfrutarlos pues recién había cenado en otro lugar. Todavía ignoro si el lugar tiene nombre, pues no hay letrero alguno que lo identifique como taquería y sólo se sabe que lo es, cuando se encuentra abierto. Esta taquería está en el número 235 de la calle Cinco de Mayo, a unas cinco cuadras de la Plaza de Armas de la ciudad, la caminata es cuesta arriba, pero que mejor forma de desarrollar un apetito. El lugar es muy pequeño, la estrecha entrada a una vivienda, sin mesas y apenas unas cuantas bancas para sentarse. En una esquina un refrigerador con las bebidas y a un lado de la entrada un pequeño carrito metálico donde se preparan los tacos. Como si fueran tacos de cabeza, los ingredientes se mantienen calientes pues se encuentran sobre una charola perforada, bajo la cual hierve agua y también se cubren con una tela húmeda. A un lado una tabla para picar, las tortillas, la salsa, los platos y las servilletas. El lugar abrió hace cerca de 20 años y es atendido diligentemente por don Juan González y doña Carmen Martínez. Se ofrecen tacos de cuatro diferentes ingrediente, copete, buche, redaño y montalayo. Los tres primeros son cerdo. El primero carne de algún lugar del cerdo que quizá he comido con otro nombre, muy suave y de muy buen sabor y quizá el taco más consumido ahí. El buche es el estómago del cerdo. El redaño es una víscera que no alcancé a identificar, pero algo oscura y de muy buen sabor, pero hígado definitivamente no es, ni corazón. El montalayo, uno de los platillos de la barbacoa, es de carnero, lo que en otros lugares es también conocido como panza; las vísceras del borrego bien picadas, sazonadas con especias, y guisadas dentro de uno de los estómagos. Una característica muy especial de los tacos en este lugar es lo finamente picados que son los ingredientes, don Juan los trabaja muy bien en la tabla de picar y los deja en pedazos tan pequeños que alcanzan mayor sabor y se mezclan muy bien con la salsa. Otro detalle extraordinario es que sus tortillas son hechas a mano; de magnífico sabor y por ser un poco más gruesas y consistentes, no es necesario usar doble tortilla en cada taco, como se acostumbra con los tacos de carnitas de cerdo.
Los clientes ya esperan afuera antes de que abran y hay que llegar muy a tiempo; otra característica poco común del lugar, es que solamente abre de lunes a viernes de las 8 a las 10 de la noche, a veces antes, si se les acaban los ingredientes preparados para ese día. “Los tacos de copete” como mucha gente los conoce, son el secreto de unos cuantos, ya sea por su inexistente letrero o por su breve horario. Es por eso que tardé meses en encontrarlos y luego visitarlos, pues por lo regular salgo a cenar tacos solamente los fines de semana. Llama mucho la atención el hecho de que un negocio con tanto éxito y tan bien establecido tenga un horario tan limitado y sobre todo que no abra los sábados. En un mundo donde impera el capitalismo irrestricto y su deseo de ganar y ganar dinero sobre todas las cosas, llama la atención que alguien trabaje sólo lo necesario para cubrir sus necesidades. Sus tacos son muy buenos, con gran sabor y calidad; bien podrían abrir todos los días, en un horario más amplio y más adelante incluso pensar en sucursales y hasta franquicias. Me da mucho gusto ver que la avaricia no lo ha conquistado todo y que hay personas que valoran una vida tranquila con aquello que es suficiente y que no se dejan seducir por la propaganda del compra, compra o no eres nadie y rehúsan subirse al tren del voraz capitalismo.

lunes, 31 de agosto de 2009

Cultura casi mexicana.





























Nuevo México, la tierra del encanto.
Hace ya casi un año, en el verano del 2008, visité el estado norteamericano de Nuevo México; asistí a un curso para profesores de Historia del Bachillerato Internacional. Por allá de 1982 había visitado la Universidad de Nuevo México para buscar información para mi tesis de licenciatura en la biblioteca y el archivo histórico. Esta vez no me quedé en Albuquerque su capital, sino que fui al llamado Castillo de Montezuma, muy cerca de la pequeña población de Las Vegas, en el norte del Estado. El United World College tiene ahí una de sus sedes, donde estudian jóvenes de todo el mundo durante el año escolar y ofrecen cursos para profesores en el verano. El llamado castillo es un viejo e interesante edificio que originalmente fue hotel para millonarios norteamericanos y europeos que buscaban descanso y salud en las aguas termales y hermosa naturaleza del lugar. Como muchas ciudades o construcciones del siglo XIX, el llamado “Castillo de Montezuma” se quemó un par de veces y fue reconstruido; vio pasar su época de gloria, fue prácticamente abandonado y curiosamente en 1937 la Iglesia católica mexicana lo adquirió y convirtió en un seminario. Muchos miembros de la jerarquía católica mexicana de hoy en día estudiaron en ese edificio (de ahí expulsaron en 1940 al cada vez más desprestigiado Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo). En 1972 la Iglesia católica mexicana lo dejó y por casi una década estuvo abandonado, hasta que en 1981 lo adquirió el UWC y con la ayuda del millonario norteamericano Armand Hammer se restauró y convirtió en uno de sus colegios.
Nuevo México fue por más de dos siglos parte de la Nueva España y hasta 1848 parte de México. La primera exploración de la región la hizo Francisco Vázquez de Coronado allá por 1540, pero dicha expedición no se convirtió en ocupación pues no encontraron las riquezas esperadas e inspiradas en las leyendas de El Dorado o las siete ciudades de Cíbola y Quivira. Fue hasta 1599 que otro grupo bajo el mando de Juan de Oñate conquistó la región y la agregó a los dominios del imperio español. Nuevo México no se distinguiría por generar grandes riquezas, pero se mantuvo para no permitir que fuera ocupado por otras potencias europeas. Siempre ha sido una región de pocos recursos y gracias a esto se mantuvo con poca población y con grandes extensiones de territorios naturales, su pobreza llevó a un congresista norteamericano a declarar, unos años después de 1848, que habría que hacer la guerra otra vez a México y obligarlos a tomar de vuelta Nuevo México. Pobre quizá, pero sin duda muy hermoso, con nevadas montañas, amplios horizontes, panorámicos cielos, interminables bosques, con un ambiente de tranquilidad.
Este territorio se distinguió de otros lugares en el norte de la Nueva España, pues ahí vivían los indios llamados por los españoles Pueblos; quienes a diferencia de los cazadores recolectores de esas regiones norteñas, éstos eran básicamente agricultores y vivían en grandes y complejas construcciones de adobe, mismas que les dieron su nombre. Hoy en día la arquitectura característica de Nuevo México mantiene en sus exteriores el color adobe y aunque construida ya en materiales modernos, pareciera ser de este rústico material. La toponimia de Nuevo México está llena de nombres en español y su comida es prácticamente mexicana. Por muchos años los habitantes de este estado se decían orgullosos descendientes de mexicanos que vivían ahí antes de 1848 y hasta cierto punto era verdad que por su pobreza el estado recibió muchos menos migrantes que Texas o California.
El curso fue muy interesante, pero la mejor parte es siempre conocer e intercambiar experiencias con dedicados colegas. En clase se puede platicar poco, pero en los descansos y durante las comidas es posible conocer a decenas de maestros diferentes y aprender mucho. Como en otros cursos, en los días de descanso tuvimos la oportunidad de visitar la cercana población de Las Vegas y en otra tarde la antigua capital del territorio, Santa Fe. Seguramente Nuevo México no recibe tanto turismo como California o Florida, pero alcanza un constante flujo de visitantes; atraídos por sus lugares naturales, múltiples galerías de arte, comida, historia, rica cultura y relajado ambiente.

domingo, 23 de agosto de 2009

Que lindo es Michoacán III.














































Que lindo es Michoacán II.






















En nuestro viaje por Michoacán tuvimos también tiempo para visitar tres poblaciones aledañas, Tzintzuntzan, Quiroga y Santa Clara del Cobre, ninguna a más de media hora de Pátzcuaro. Había pasado por Tzintzuntzan, pero nunca me había detenido a ver el extraordinariamente bello atrio de su templo. Es gigantesco y está lleno de algo cuya belleza y majestuosidad he admirado por años; árboles. Los misioneros franciscanos nos han dejado un insuperable legado de belleza, decenas de centenarios olivos y cedros. ¿Qué es mayor, su belleza o su antigüedad? Además buena parte del atrio se encuentra cubierto de cuidados pastos, una ineludible invitación a sentarse o recostarse por un momento bajo las centenarias sombras. Tzintzuntzan tiene además de una interesante zona arqueológica, un magnífico mercado artesanal con hermosa cerámica y sobre todo cestería. En Quiroga se encuentran centenares de lugares que ofrecen carnitas de cerdo, el principal platillo regional, así como innumerables objetos hechos de madera. Santa Clara del Cobre lleva en el nombre su vocación; ahí se encuentran cientos de artículos de cobre. Algunos son sencillos recipientes para su uso diario en la cocina, otros son verdaderas obras de arte en este metal. Un cazo de cobre es indispensable en toda buena cocina, pues no sólo este metal transmite de forma inmejorable el calor, además es muy útil para preparar nopales o ciertos dulces de frutas, pues éstos se cocinan y nunca oscurecen su color. Los cazos de cobre se utilizan también para confitar o garapiñar nueces o cacahuates. No partimos del lugar sin seleccionar un cazo de cobre para nuestra cocina. Ya de camino hacia el lugar donde nuestras hijas acampaban, pasamos por Capula, centro alfarero michoacano. Ahí no sólo elaboran losa de hermosas formas y original decoración, además hacen esculturas de terracota, con temas muy mexicanos y de gran colorido. Michoacán es sin duda uno de los lugares de nuestro país que todos debemos visitar, en esta crónica se ha descrito apenas una pequeña región de este estado, sus atractivos son más y muy variados.

Que lindo es Michoacán.
















Rico pasado y tradición.
El pasado mes de julio visité una vez más el hermoso e interesante estado de Michoacán, vecino y hermano de Querétaro. Mis hijas estuvieron una semana de campamento en aquellas tierras y como tenía que ir por ellas, partí acompañado de mi esposa un par de días antes para aprovechar el viaje. Ya habíamos visitado la región un par de veces, pero su belleza y múltiples atractivos obligan al retorno. El objetivo de nuestro viaje fue volver a disfrutar de Pátzcuaro; su arquitectura, gastronomía, artesanías, rico pasado, gente, mercado y atractivos periféricos son demasiado para una sola visita. Nos alojamos en un hermoso hotel justo frente a la plaza Vasco de Quiroga, nuestra habitación tenía un balcón hacia la bella plaza. El precio fue muy bueno, con derecho a desayuno y un descuento del 10% en el restaurante argentino del hotel. Pudimos visitar la Biblioteca Pública Federal “Gertrudis Bocanegra”, que ocupa el templo del antiguo convento de los agustinos, justo frente a la plaza del mismo nombre. Esta hermosa biblioteca de techo de madera fue creada durante la presidencia de Lázaro Cárdenas (1936-1940) y tiene en su ábside un magnífico y colorido mural de Juan O’Gorman, en donde se ilustra en detallado dibujo la historia de Michoacán, desde el pasado prehispánico, la conquista y conversión de los indígenas purépechas, hasta el movimiento de independencia en la región. A unos pasos de la biblioteca está el mercado, lleno de vida y con una inmensidad de productos regionales, inusuales en los supermercados de las grandes ciudades. Sus puestos de fruta ofrecen variedad y calidad a un precio muy bueno. El colorido y riqueza del mercado aumenta el día domingo pues duplica casi su tamaño y se ofrecen más productos. Michoacán es uno de los estados de la república con mayor variedad y originalidad artesanal, tienen textiles, cerámica, cobre, cestería, muebles, instrumentos musicales y gran variedad de otros objetos de madera. Compramos algunas artesanías, pero la mejor compra fue, por poco menos de mil pesos, un par de sólidos y bellos bancos de madera de parota, para poder sentarnos a comer en la barra de la cocina, además de embellecer nuestro hogar. Caminamos por las coloniales calles y plazas de Pátzcuaro, vimos las innumerables artesanías en sus tiendas y disfrutamos también las famosas nieves en los portales de la plaza Vasco de Quiroga, de sabores tan inusuales como higo o chongos zamoranos.

lunes, 20 de julio de 2009

Usado y viejo, pero bueno y útil.
















El Jardín del Arte.
Querétaro es una ciudad no sólo hermosa, también ofrece a sus habitantes y visitantes bastante entretenimiento; la mayor parte en el centro de la ciudad. Tanto el gobierno estatal, como el municipal, asociaciones, museos y centros educativos constantemente presentan obras de teatro, exposiciones, conferencias, festivales, conciertos, bailes y muchos otros eventos. Además el centro es un área muy segura y de fácil acceso. Hay también interesantes lugares con atractivos permanentes. Uno de los sitios que más disfruto, entre los muchos atractivos del centro de la ciudad, es el Jardín del Arte. El lugar no sólo es hermoso y tranquilo, además sábados y domingos se instalan ahí vendedores de antigüedades y libros viejos o usados. Ya desde que estudiaba la preparatoria me aficioné a visitar librerías de viejo en la calle de Mesones en la ciudad de México y yo creo que la mayor parte de los libros que tengo no los compré nuevos. El Jardín del Arte se encuentra en la esquina de Independencia y Vergara, a una cuadra de la Plaza de la Constitución. Al parecer el lugar era originalmente una especie de patio o jardín en una de las esquinas del gran convento de San Francisco. Por muchos años tuvo diversos usos hasta que en el año de 1994 el gobierno estatal decidió dedicarlo al arte y agregar otro atractivo a la ciudad. La idea original era que ahí trabajaran y vendieran su obra algunos artistas locales. De esos años a la fecha han habido cambios, apenas queda en un costado un local donde hacen y venden algunas pinturas, pero de ninguna manera es esa la actividad principal. En uno de sus extremos el Jardín tiene una especie de estrado cubierto, donde se presentan espectáculos. En una ocasión pude presenciar ahí el musical El diluvio que viene, seguramente montado por estudiantes de alguna universidad. Los sábados por la tarde al centro del Jardín hay clases de danzón; parejas vestidas de blanco instruyen y demuestran este elegante baile. Los fines de semana la mayor parte de los puestos venden antigüedades; no es algo que me interese mucho, pero he comprado algunos pequeños objetos. Los libros son lo que me lleva repetidamente al Jardín del Arte; incluso existe un puesto que se especializa en libros sobre la historia de Querétaro. La mayor parte de los libros que ahí se expenden son publicaciones locales hechas en las últimas cuatro o cinco décadas. Empiezo apenas a conocer la historiografía queretana, pero ahí he visto obras que pensé que sería prácticamente imposible conseguir. Encontrar un buen libro es sin duda un gran placer, más tarde aumentado al leerse la obra. Por unos cuantos pesos es posible trasladarse al Querétaro de la época colonial o del siglo pasado; conocer a interesantes personajes, presenciar olvidadas costumbres o rituales, advertir que se comparte un espacio con personas de otras épocas y vidas muy distintas a la propia. Todos pues podemos visitar el Jardín del Arte y a través de un libro u objeto antiguo escapar nuestro presente y recrearnos en ese pasado lejano, interesante y maravilloso.