domingo, 7 de diciembre de 2008

Tacólicos anónimos.
















Los Gusanos drive-in.
Una de mis declaradas pasiones son los tacos, por años me he confesado tacólico incurable. Me encanta prácticamente la amplísima variedad de tacos que existe en México: de canasta, de cabeza, de fritangas, de guisado, de carnitas, de pastor, al vapor, flautas, a la parrilla y obviamente todo tipo de alimento dentro de una tortilla. Por suerte mis hijas comparten mi afición, las he formado bien y siento orgullo de ello. Mi esposa sí come tacos, pero no en cualquier lugar ni de cualquier tipo, pero de alguna manera siento que aquí en Querétaro se ha vuelto más tolerante. Cuando vivíamos en la ciudad de México a veces comía tacos de los que yo llevaba a nuestro hogar, pero ahora no sólo manifiesta su gusto por ellos, sino incluso ella los compra y los lleva a casa. Estrella tiene ya sus lugares favoritos y conoce algunos lugares a los que no he podido asistir y me los recomienda. Bendito Querétaro que operó tan benéfico cambio en ella.
Por esto días los tacos favoritos de mi esposa e hijas (yo no prefiero taquería alguna, sino disfruto la variedad) son los de un lugar llamado Los Gusanos. Este establecimiento se encontraba hasta hace como un año y medio a un costado de la calle donde inicia la subida al exclusivo fraccionamiento El Campanario. Eran dos locales que expendían casi lo mismo. Entiendo que ambos negocios surgieron de la división de una taquería original. Me imagino que con motivo de las obras viales que ahora ahí se realizan, ambos establecimientos se tuvieron que mudar. Uno de ellos conocido como el Tacotorro, quedó en un local casi frente al lugar que antes ocupaban, pero Los Gusanos se mudaron muy cerca de la avenida Hércules, a unos cien metros del Seminario Conciliar. Los gusanos son tacos en tortilla de harina con carne de pastor y queso, aderezados con cebollas fritas en la misma grasa de la carne. Ofrecen también, tacos al pastor, de bistec, chicharrón de queso relleno de carne al pastor, volcanes (tostadas con carne al pastor) y quesadillas. El lugar es uno de estos puestos metálicos que se instalan en las calles o banquetas de todo el país y tiene capacidad para apenas unos seis o siete comensales sentados en su perímetro. Es por eso que Los Gusanos astutamente se han convertido en un drive-in, es decir se estaciona uno cerca del establecimiento y el servicio se lleva a su auto, sin necesidad de esperar un asiento o de exponerse a los fríos vientos nocturnos queretanos. Los drive-ins surgieron y se popularizaron allá por los años cincuenta del siglo pasado como parte de la cultura automovilística norteamericana. El automóvil se había convertido en un elemento indispensable en la sociedad de nuestros vecinos del norte y se trataba de utilizarlo plenamente. Se popularizaron las casas móviles, aparecieron los auto-cinemas o drive-in movies y los moteles (motor-hotel) lugares que ofrecían alojamiento a motoristas y les daban acceso casi directo del automóvil a la habitación. También los restaurantes drive-in o drive- thru; en el primero se ordenaba y comía estacionado cerca del establecimiento y en el segundo se pasaba por el lugar y se ordenaba comida para llevar. Aunque seguramente los hubo en mayor número, recuerdo el servicio drive-in en dos restaurantes de hamburguesas (Tomboy) en la ciudad de México; uno estaba frente el Parque Hundido y funcionó hasta hace unos 20 años y el otro también en avenida Insurgentes, pero por San Ángel.
En Los Gusanos cuentan con unas pequeñas charolas de aluminio que se atoran en la ventanilla del conductor y ahí colocan, un salero, un servilletero y un recipiente con limones, cebolla picada, salsas roja y verde. El servicio es bueno y rápido; recuerdo que ya lo tenían desde sus días al pie del Campanario. El lugar no tiene la sofisticación o aire de modernidad del Tomboy o de los restaurantes de este tipo en los años cincuenta y sesenta, pero es una ingeniosa solución que permite a tacólicos disfrutar de magníficos tacos en la comodidad de sus autos; en mi caso en el familiar, pequeño y confortable espacio de mi vocho El Diablo.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

La última y nos vamos.
















Heroicas cantinas.
Tiene ya casi mes y medio que mis hijas empezaron a formar parte de un grupo juvenil católico llamado Cadena. Una magnífica estudiante, Susana Tort, me lo recomendó ampliamente y pensé que sería una buena idea mandar a mis hijas para que desarrollaran independencia y confianza; inicialmente no fueron muy convencidas, pero al parecer ya les gusta. Me llama la atención y me complace el hecho de que a pesar de ser muy jóvenes todas ellas, se hacen cargo casi por completo de sus asuntos, poco o nada piden a los padres. Se reúnen cada sábado desde las 11 ó 12 del día y terminan sus juegos y actividades a las 7 de la noche, se trasladan a una iglesia cercana y escuchan misa. Al final de la celebración paso por Ana Violeta y Daniela, las encuentro cansadas, hambrientas y muy contentas. Aunque comen bien a lo largo del día, tienen hambre, lo cual encuentro ideal, pues si les propongo ir por tacos o cualquier otra cosa para cenar, de inmediato aceptan. Además mi esposa y yo tenemos casi todo el día libre. Ya me lo decía Susana cuando me recomendó Cadena, que los padres quedaban muy felices con su libertad de séptimo día.
En días pasados visité dos conocidas cantinas de la ciudad de Querétaro, El Gene y Chava Invita. Ambos establecimientos se encuentran a unos cien metros de distancia en la calle Héroe de Nacozari (Jesús García, héroe ferrocarrilero), ambas cruzando la calle de la estación del tren. Estuve ahí un sábado por la tarde con la intención de conocerlas y ver un partido de fútbol, medio tiempo en una y la parte complementaria en la otra. Ambos lugares tiene cierto renombre, ante todo por su antigüedad de cerca de medio siglo. La hora de más afluencia en las cantinas es la de la comida, y yo llegue ya casi a las cinco de la tarde, por lo que no era mucha su clientela.
Visité primero El Gene, forma corta del apodo de su dueño, Felipe Morales, “El general”. Había en el lugar cerca de siete u ocho parroquianos, todos platicaban con gran familiaridad, como amigos de años, hablaban de futbol y sobre otras personas que al parecer todos conocían. En una mesa estaba sentado el Gene y dos de sus hijos atendían la barra. A un mesero le pedí una cuba campechana y me ofreció de botana un caldo de camarón, pero no lo acepté, pues recién había comido El lugar debe tener unas diez mesas y como cinco asientos en su barra. No tiene sinfonola o rockola, pero en una esquina tras la barra hay un aparato de sonido que toca música ranchera en un volumen no muy alto, por lo que se puede platicar sin levantar la voz. En la otra esquina tras la barra hay una pantalla de televisión y muy cerca de la puerta una más. En una de las paredes hay una fotografía del Gene, ya hace unas décadas, frente a los barriles de la pulquería El Borrego, que es uno de los lugares donde trabajó de mesero antes de hacerse de su propia cantina en 1963. Bajo el retrato hay un modelo de una máquina del tren hecho de madera y alambre, quizá regalo de algún cliente ferrocarrilero. Hay también un gran letrero con la lista de las bebidas, sus respectivos precios y en el mismo se dice que ahí se hacen las mejores micheladas. Quise comprobar lo anterior, mi segundo trago fue una michelada, pero poco puedo opinar, pues la cerveza me gusta solamente cuando hace mucho calor y casi nunca la bebo preparada. También me sirvieron cacahuates, pero me llamó la atención que no eran los típicos cacahuates salados, sino a la manera que los venden en Oaxaca, con largos chiles rojos y ajos secos. Ya para cuando el partido dio inicio sólo quedábamos unos cuatro clientes y las conversaciones cesaron para ser sustituidas por comentarios de lo ocurrido en la cancha. Un curioso letrero cuelga tras la barra pues declara: “Este establecimiento cuenta con máquina registradora de comprobación fiscal, solicite su comprobante. SHCP”. Jamás se me hubiera ocurrido deducir en la declaración de impuestos mis cuentas de cantina, pero me imagino que hay personas que lo pueden hacer. Al final del primer tiempo pedí la cuenta y me retiré. Antes de entrar a la siguiente cantina pasé a la estación del tren a ver por unos momentos el baile que ahí se celebra cada sábado de cinco a ocho. Por suerte al momento de mi visita se bailaba un cha-cha-cha, pues no sólo me gusta la música, disfruto también ver como lo bailan los expertos.
Chava Invita es casi del doble del tamaño del Gene; al llegar estaban ocupadas unas seis o siete de sus mesas. La barra es muy larga y tras de ella una amplia variedad de bebidas de todos tipos. Sus paredes están decoradas con fotografías de artistas mexicanos de antaño o antiguos edificios y calles de la ciudad de Querétaro. Hay también colgados varios tapices. Uno de ellos es igual a uno que recuerdo colgaba en la pared de un restaurante de comida árabe en la ciudad de México, al cual me llevaba mi tía cuando era niño. En el tapiz dos o tres jinetes escapan a todo galope luego de raptar a una hermosa muchacha, todo en un entorno como de Las mil y una noches. Casi a la entrada hay una gran sinfonola, esta vez no me acerque a ver la variedad musical que ofrecía, pero pude oír varias canciones rancheras. Observé que en un extremo de la barra está una maquina que sirve cerveza de barril, lo cual he visto en pocas cantinas de Querétaro. Pedí una cuba campechana al mesero y acepté el platillo inicial de la botana, un caldo de pollo. Vaya que lo disfruté; con papa, calabacitas y además menudencias de pollo: molleja, corazón e hígado. Cerré el consumo de esa tarde con un anís dulce que disfrute hasta el final del mal partido de fútbol, terminó empatado a cero. Que maravilla es esto de Cadena, gracias Susy. Tuve tiempo de pasar un momento a la casa y luego me fui por mis hijas a la iglesia, con la esperanza de llegar a la hora del “podéis ir en paz, la misa ha terminado”.

martes, 18 de noviembre de 2008

Salchichas chichas.






¡Heil Wurst!
Me confieso feliz carnívoro, me gustan las frutas y las verduras, pero nunca tanto como una buena pieza de carne, sea pescado, pollo, cerdo o res; su consistencia, sabor y apariencia son insuperables. Me gustan y disfruto mucho también las vísceras y otras partes extrañas como el ojo, los sesos, la trompa, la oreja. Pero definitivamente mi forma favorita de comer carne es en embutido o salchicha; la carne alcanza una mejor consistencia, un olor insuperable y un sabor concentrado y mejorado. Es una lástima que aquí en México el arte de la charcutería no se encuentre tan desarrollado. Las salchichas que se pueden encontrar en casi todas las tiendas tienen un origen misterioso, una inocua suavidad, poco o nulo olor y definitivamente muy poco sabor. En nuestro país las chuletas de cerdo ahumadas tienen más a olor y sabor que casi todas las salchichas. Además de algunos chorizos, el único embutido que alcanza a defenderse, no tanto por su sabor, sino por su firme o extraordinaria consistencia es el queso de puerco, hecho, como su nombre lo dice, con cortes de la cabeza del cerdo. Pero este rico manjar se come casi siempre en tortas o sándwiches, para lo cual se corta en delgadas rebanadas, haciendo imposible advertir su firme y magnífica consistencia. Venden también salami, pero casi siempre poco madurado, suave y sin gran olor ni sabor.
Alguna vez comentaba con mi amiga Ana Landgrave sobre la calidad de los embutidos alemanes, pues ella tiene varios años de haber casado con Christian, alemán de la más pura cepa. Ella me recomendó una charcutería alemana en el barrio de Coyoacán en la ciudad de México. Ana me decía que Christian encontraba estás salchichas lo más cercano a las de su tierra. El lugar tiene el nombre de La Selva Negra y está en la calle de Mina, a media cuadra de la avenida Coyoacán. Desde entonces he visitado varias veces esta tienda y siempre me sorprende con sus productos. La Selva Negra no es de ninguna manera el gran secreto, los sábados que la he visitado tiene siempre una muy nutrida clientela desde las nueve de la mañana. Yo he estado ahí varias veces y no he probado ni una quinta parte de los productos que ofrecen: todo tipo de panes, galletas, col agria, ensaladas preparadas, jamones, y decenas de tipos de salchicha, en mis visitas me siento como niño en juguetería. Su gigantesco mostrador es algo así como la visión del paraíso de cualquier goloso o godo tragón. Aunque Ana me recomendó por nombre ciertas salchichas, los he olvidado, he regresado y ordenado aquello que me parece atractivo. Recuerdo solamente la salchicha de Westfalia, de abrumador ahumado, suave consistencia y que según consejo de Ana BanAna se come cruda, mmmmmm! El salami cazador, de gran sabor, insuperable olor y una consistencia que hace un placer el morderlo o masticarlo. Tienen también unas gordas y oscuras salchichas para asar, que tan sólo el aroma que desprenden a la hora de prepararlas sería suficiente recompensa a los sentidos. Embutidos, de todo tipo de carne y rellenos, como nueces, huevo cocido o especias. Antes de ir de compras por Coyoacán se hace necesario pasar por unas cervezas y un poco de mostaza. Se me hace agua la boca a la hora de escribir pensando en el festín visual, de sabores y olores que ofrece este lugar. Tengo otro entrañable amigo, Lutz Keferstein, de origen alemán, pero curiosamente vegetariano; respeto sus convicciones pero lamento verlo privarse de este tipo de manjares. En una pared de La Selva Negra exhiben una placa en alemán que seguramente los acredita como auténticos charcuteros alemanes, pero la placa resulta innecesaria ante la vehemente verdad en su mostrador.

lunes, 10 de noviembre de 2008

¡Vaaamonooos!











Nostalgia ferrocarrilera.
En México el ferrocarril es un medio de transporte en decadencia; los trenes de carga todavía circulan, pero los de pasajeros son prácticamente inexistentes. Las carreteras, automóviles, autobuses y camiones desplazaron al ferrocarril a mediados del siglo pasado. Allá cuando tenía seis o siete años viajé en tren de México a Guadalajara y aunque posteriormente lo he hecho de nuevo, ha sido ya fuera de nuestro país. Los ferrocarriles son nostalgia para muchos mexicanos; su silbato oído en la lejanía, encuentros y desencuentros en los andenes, la memoria de terribles accidentes, horarios, locomotoras, cabuses y los variados alimentos en las diferentes y hermosas estaciones. De toda la ciudad de Querétaro la construcción que más me gusta es precisamente su antigua estación de ferrocarril, ahora convertida en centro cultural (vid. ¡Daaanzón dedicadooo!, mayo 2008) el edificio es tan porfiriano y está tan bien conservado, que espera uno ver de pronto aparecer a Porfirio Díaz en el andén. Además de los cursos que se imparten o las obras de teatro que se presentan; los domingos de las 12 a las 16 horas hay un hermoso y nostálgico espectáculo. En un salón en la parte superior del inmueble, seguramente espacio administrativo en otro tiempo, se exhibe una gran maqueta ferrocarrilera. La asociación Amigos de los Trenes de Querétaro, hizo una gigantesca maqueta y hacen correr por ella algunos trenes a escala domingo a domingo. El ferrocarril debió de haber sido una forma de vida o una presencia importante para muchas personas que hoy se niegan a olvidarlo a través de este entretenimiento, que bien puede ser considerado juguete para adultos, por su alto costo y sobre todo delicado manejo. La maqueta seguramente fue hecha en cientos de horas de cuidadoso trabajo y si antes los trenes apartaban a familiares en largos viajes, lo siguen haciendo en días completos dedicados a estos detallados modelos. Ahora recuerdo una canción del grupo Shocking Blue que se titulaba Nunca te cases con un ferrocarrilero, y aunque no recuerdo bien la letra, algo decía de largas ausencias. Este mundo en miniatura tiene además de vías y trenes, pequeños poblados, calles, casas, autos, camiones, personas, animales, patios de maniobras, silos, elevadores de grano, aserraderos, fábricas, montañas, cañadas, túneles y puentes. Destaca en un extremo de la maqueta, la detallada reproducción de la estación de trenes de Querétaro y un poco más allá el edificio principal de la fábrica de textiles del Hércules, ambas construcciones emblemáticas de la ciudad. Se ha reproducido con exquisito detalle no sólo la estación, sino casi toda la calle en la que se encuentra, construcción por construcción; incluso la afamada y antigua cantina Chava invita que se encuentra cruzando la calle. Seguramente el lugar es un magnífico espectáculo para niños, de ahí las decenas de anuncios que piden no tocar, pero puede también serlo para nostálgicos adultos no ferrocarrileros.

viernes, 10 de octubre de 2008

Querétaro Fried Chicken.




Pollo en Carnitas.
Una alimento muy común para los mexicanos es el pollo; es de fácil digestión y también más económico que otras carnes. Lo prefiero rostizado, pues hervido no es tan apetitoso, pero no hay mejor relleno para enchiladas queretanas, verdes, rojas o de mole, que carne de pollo. Su caldo es también un magnífico alimento, ha sido uno de los platos favoritos de mis hijas por años y a mi me gusta mucho con hígados y mollejas.
En los últimos dos veranos he impartido el curso de Cultura de México a estudiantes extranjeros y uno de los temas de la materia es el de comida mexicana. Durante una clase el pasado junio hablábamos de las carnitas como una forma muy popular de preparar la carne de cerdo en casi todo México. En el sur de los Estados Unidos preparan el cerdo para la famosa barbecue, pero no fríen la carne sino que la hornean muy lentamente. Veíamos la imagen de un gran cazo de cobre en el que se preparaban carnitas de cerdo, cuando un estudiante norteamericano de Carolina del Norte me preguntó si alguna vez había probado un pollo entero cocinado en una freidora, a lo contesté que no. Aunque millones de personas hemos probado el famoso Kentucky Fried Chicken del coronel Sanders, éste no es un pollo propiamente frito. Al parecer el creador de esta cadena de comida rápida empezó friendo en un sartén su pollo en piezas, cubierto con harina y las misteriosas 11 especies, pero al ver que este proceso tomaba mucho tiempo, lo preparó dentro de una olla a presión; pero no es propiamente frito o sumergido en aceite.
Un domingo a mediodía fui al restaurante Los Correa (vid Todo lo que pueda comer!, marzo 2008) por carnitas o barbacoa para comer y en el menú del restaurante leí que ofrecían pollo en carnitas. Pregunte por el platillo y confirme lo que sospechaba; se trata de un pollo completo que se coloca en el gran cazo de cobre donde se fríen las carnitas o el chicharrón de cerdo. Me dijeron también que ya no se preparaba a diario, sino que era necesario ordenarlo con un día de anticipación. Un par de semanas después lo ordené en sábado para la comida del domingo. Llegué al restaurante a la hora acordada, sacaron el pollo de un gran cazo de cobre con carnitas y rápidamente regresé a casa para comerlo antes que se enfriara. Me sorprendió lo suave que estaba; a la hora que lo partieron en piezas, la carne prácticamente se desprendía de los huesos, algo muy parecido a lo que sucede en la barbacoa de borrego bien hecha. Obviamente tenía más grasa que cuando es rostizado o hervido, pero sólo en la superficies, no en el interior de la carne. Todos comimos esta original forma de preparar pollo, pero no tuvo el fuerte sabor a carne de cerdo que esperaba, la diferencia al gusto fue más sutil. No creo que el pollo en carnitas sea muy común o exclusivo de Querétaro. Ahora sí puedo decir que he probado auténtico fried chicken del coronel Correa.

martes, 23 de septiembre de 2008

Espinacas marinas.


Popeye ¡vuelve a la vida!
El céntrico mercado Escobedo es uno de los centros comerciales más importantes de la ciudad de Querétaro; tiene en su gran nave todo tipo de comercios, flores, dulces, frutas, verduras, especies, abarrotes, calzado, ropa, artículos de brujería, artículos electrónicos, herramientas y muchos otros giros comerciales. Las veces que había visitado el lugar, siempre me había llamado la atención la variedad de comercios, pero sobre todo sus puestos de comida, por lo concurridos que están y aún más aquellos de mariscos. Así que aunque más de una vez tuve la intención de sentarme en uno de estos lugares a probar sus platillos, apenas lo hice el fin de semana pasado. Los locales tienen en su perímetro barras para sentarse; siempre que pasaba por ahí veía los asientos llenos y muchas otras personas esperando atrás. Pero está vez fui al mercado sólo a probar su comida y dispuesto a esperar lo necesario. Había hablado con mi colega Jesús Ramírez sobre el mercado y él me recomendó ordenar un platillo llamado Popeye. Así que el sábado al mediodía visité el lugar. Después de un momento de recorrer los pasillos, me di cuenta que el Popeye debió haber sido la especialidad de un puesto, pero seguramente con el tiempo los demás locales lo empezaron a ofrecer también. Sin tener manera de saber cuál era el lugar original, me decidí por el puesto con más clientela, se llamaba Panchito’s y ofrecía en su carta el plato Popeye como especialidad. Busqué a un comensal que estuviera cerca de terminar y esperé pacientemente mi turno plantado tras de él. A los tres minutos me senté y ordené el afamado Popeye. El servicio fue rápido, en el interior del lugar pude ver frenética actividad, cerca de 10 ó 15 personas, lavaban platos, limpiaban lugares, preparaban ingredientes, elaboran platillos, servían los mismos o cobraban. Al sentarme leí un letrero que anunciaba como especialidad de ese día ancas de rana, así que cuando me preguntaron si quería un Popeye mediano o grande, me decidí por el mediano, pues pensé que luego podría probar un plato de extremidades de batracio. Cuando llegó el Popeye a la barra tuve una agradable sorpresa, pues aunque a primera vista no pude ver bien en que consistía, su presentación era atractiva y original. Ocupaba la mitad de un platón, tenía una forma circular y estaba decorado con salsa catsup, mayonesa, aguacate y un gran camarón encima. La otra mitad del plato tenía varios paquetes de galletas saladas. Bajo la original ornamentación había una condimentada variedad de mariscos, camarones pequeños, pulpo, surimi, ostiones, pulpa de jaiba, pasta de pescado y caracol. El plato resultó ser muy parecido al tradicional plato “Vuelve a la vida” que acostumbraba comer en las marisquerías del mercado Portales en la ciudad de México. Con mucha calma empecé a disfrutarlo, tratado de recordar todos sus ingredientes. Me gusta mucho comer cada bocado encima de una galleta salada, agregarle limón y algo de salsa picante; sobra decir que a la mitad del plato supe que ese día no probaría las ancas de rana.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Ay! Jalisco no te rajes II.






La provincia jalisciense II.
Otro día hicimos una breve visita a Tepatitlán, mi compadre Alfredo tenía que llevar algunos materiales a la planta de quesos y revisar los avances, así que lo acompañaríamos para conocer la fabrica y luego pasear por Tepa. La población es pequeña, limpia, hermosa y con vestigios de prosperidad ya de años. Los campos circundantes se ven llenos de ganado lechero y de largos galerones para la cría de aves. Huevo y lácteos son sus principales productos. En la población se aprecia también una gran actividad comercial de todo tipo de artículos para la población y suministros para las actividades económicas regionales. Aquí y allá en las calles del centro se pueden ver algunas casas de gran belleza y originalidad seguramente de la primera mitad del siglo pasado; construcciones de una sola planta con sus habitaciones dispuestas alrededor de un patio central. El día de nuestra visita pudimos observar una curiosa costumbre local; como en muchos lugares en México, los establecimientos comerciales interrumpen por una hora o dos su actividad al tiempo de la comida, pero en Tepa, los jueves se acostumbra ya no abrir por la tarde. Esta tradición no la cumplen algunos negocios que son sucursales de grandes cadenas nacionales o de alguna gran ciudad.
En la plaza principal se encuentra un hermoso palacio municipal, construido en el siglo XVIII, bien pintado y conservado. Su interior es menos impresionante que su fachada, pero en el cubo de la escalera hay un interesante mural sobre la historia de la ciudad. Una parte se ocupa de los tiempos de la conquista; indígenas tecuexes, conquistadores y evangelizadores. Aparecen también algunos ilustres hijos de esa tierra, así como las construcciones emblemáticas de la población. Sobre el techo está el rostro de José María Morelos, pues la ciudad lleva su nombre, pero una buena parte de la obra se ocupa de una etapa que seguramente es gran orgullo de la población y la región, la Guerra Cristera. Frente al rostro de Morelos y en un escorzo que hace lo hace aparecer como flotando en el aire, está Anacleto González Flores, organizador de Asociación Católica de la Juventud Mexicana y mártir de la causa. Cabalgan hacia el espectador desde un muro lateral algunos famosos cristeros, El Güero Mónico Velázquez y Victoriano Ramírez “El Catorce”. También están representadas las mujeres que apoyaron y abastecieron clandestinamente de municiones y alimentos a los rebeldes (brigadas Santa Juana de Arco). En otro muro se representa al Tepatitlán moderno. Tres hermosas damas están en la obra para representar la belleza de las mujeres alteñas, gran presunción local y manifestación tangible de otro motivo de orgullo, el limitado mestizaje que hubo en la región. También se representan la industria avícola y lechera, el cultivo de agave tequilero y la forja de hierro. Llamó mi atención el hecho de que en la placa que rememora la inauguración del mural aparecía las autoridades civiles de Tepatitlán, así como un alto jerarca de la Iglesia Católica. Pudiera entender el orgullo de la población por la defensa que hicieron de sus costumbres y forma de vida durante la Guerra Cristera, pero no acepto el mismo sentimiento de parte de los religiosos que antes y ahora promueven a los cristeros como héroes. No creo que Dios necesite quien lo defienda y menos faltando al importante quinto mandamiento, no matarás. Hace apenas unos de días observé en uno de los nuevos canales católicos un programa sobre los cristeros y ahí aparecía un sacerdote haciendo la apología y glorificando al movimiento; de la gente del pueblo lo acepto y entiendo, pero no de alguien que ha estudiado filosofía, ética y teología y se ostenta como el intérprete de la palabra de Dios. La lucha no fue por la defensa de Dios, sino tan sólo por mundano y terrenal poder y sigue hasta nuestros días.
Frente la plaza principal está el hermoso y bien conservado templo de San Francisco y a unas tres o cuatro cuadras se encuentra el santuario del Señor de la Misericordia. A un costado de este último templo está el Museo de la ciudad, hermosa casa antes vivienda del sacerdote titular del santuario y hoy dedicada a conservar y promover la memoria histórica de la población. Fue ahí donde pude comprar varios libros sobre la historia regional y por supuesto en su interior ver algunos objetos y mucha información del conflicto cristero.
A la hora de la comida pudimos paladear el platillo local, las carnitas de cerdo, como en buena parte del Bajío, pero por supuesto estilo Tepatitlán, aunque desconozco en que consiste la diferencia; muy buenas por cierto. La bebida regional es el tequila, no la probé en la comida, pero si compré un par de botellas de la marca Cristeros, de distribución regional y también muy bueno. Es pues Tepatitlán una pequeña, próspera, orgullosa y hermosa ciudad, muy atractiva para vivir en ella, o tan sólo visitarla.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Ay! Jalisco no te rajes.






La provincia jalisciense I.

A inicios del mes de julio visitamos a nuestros compadres Muciño Flores en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Ambas familias tenemos un origen chilango, fugados a la provincia, pero ellos hace más de diez años. Alfredo, mi compadre, tiene una pequeña compañía de refrigeración industrial; Frioingeniería. De hecho los primeros dos días de nuestra visita lo acompañé a trabajar, pues montaba equipos de refrigeración en una planta de quesos en la vecina Tepatitlán, ciudad de los Altos de Jalisco, emporio lechero y avícola. El tercer día todos salimos de paseo a la vecina población de Tapalpa, que se encuentra a unas dos horas de Guadalajara, cerca de Sayula, en el camino hacia Colima o la costa. El día estaba algo nublado y llovía ligeramente a ratos y como Tapalpa se encuentra en las montañas entre un gran bosque de confieras, el clima le dio una atmósfera muy especial a nuestra visita. Muy cerca de Tapalpa, hay varios fraccionamientos de hermosas casa de verano o fin de semana de familias de la región. Me recordó mucho Valle de Bravo, pero con una mucha menor densidad de población. Esporádicamente nos envolvía la niebla, a ratos caía una ligera lluvia y el brumoso día fue el marco perfecto para la belleza de la región. Las lluvias de verano habían llenado el paisaje de verdor y cada lugar al que se mirara parecía una tarjeta postal. La población está llena de pequeños hoteles, cabañas que se rentan, restaurantes y tiendas de artesanías. El lugar debes ser muy concurrido los fines de semana pero nuestra visita a mediados de semana y en un día lluvioso nos permitió disfrutar Tapalpa casi en exclusiva. Al centro de la población hay una magnífica iglesia (San Antonio de Padua), construida toda de ladrillo rojo y sin recubrimiento alguno. Columnas, cornisas, bóvedas, nervaduras, arcos, nichos, muros, lucen muy hermosos de ladrillo y con una gruesa junta blanca, no había visto una iglesia así nunca, el modesto ladrillo luce simplemente majestuoso. En la plaza principal hay atractivas construcciones con portales en la planta baja y balcones de madera en la planta alta. Muy cerca de Tapalpa hay un sorprendente atractivo natural, Las Piedrotas, le llaman. En un amplio y verde valle se encuentra un conjunto de colosales rocas, algunas de cientos o miles de toneladas y con diez, quince o veinte metros de altura. Cuando se les ve a la distancia parecen grandes, pero al llegar junto a ellas, sorprende su gigantesco tamaño. Comimos en un acogedor restaurante y probamos dos especialidades de la región, los tamales de acelga y la Cuachala (carne de cerdo deshebrada en una espesa salsa de jitomate y chile), pero no probamos otro platillo local, el borrego al pastor, que al parecer se prepara más como se hace en el Medio Oriente, que como la barbacoa. Las artesanías de la población son licores, rompope, queso, frutas en conserva, dulces típicos, artículos de lana y diversos objetos de madera tallada. Tapalpa recibió al igual que Bernal, Querétaro, la denominación de Pueblo Mágico y en realidad no es un grupo de atractivos, sino la población entera es hermosa, un ambiente rústico y natural muy agradable.

martes, 1 de julio de 2008

Paraiso tropical

Lugar para interactuar con los delfines

Criadero de tortugas


Paraiso tropical






Cancún II.
El lugar del espectáculo nocturno del parque X-caret es un gran auditorio techado con una capacidad que estimo será de unas tres o cuatro mil personas. La función inicia a las siete de la tarde y tiene una duración de cerca de dos horas. Tengo que confesar que este magnífico espectáculo fue una de las cosas que más me gustó de todo el viaje. Tres de los cuatro lados del auditorio son gradería con asientos, como la de cualquier gimnasio o estadio, pero la cuarta, en una cabecera, tiene pequeñas mesas, se puede cenar mientras se ve la función. La primera parte es histórica; se presenta un desfile de personajes ataviados a la manera de los mayas prehispánicos. Su ropa, collares de cuentas, calzado y penachos seguramente reproducen aquellos de innumerables figuras que se encuentran en murales, cerámica y esculturas originales mayas. El desfile es impresionante por su solemnidad y calidad del vestuario. Después de algunos minutos dos grupos se separan e inician un juego de pelota de cadera. En Mesoamérica se jugó la pelota de muchas maneras: con una pelota pequeña, que se golpeaba con el brazo, la mano o un bastón; otra con una pelota un poco más grande, que por su tamaño y peso sólo se puede golpear con la cadera. El juego de pelota de cadera es sin duda más espectacular; el único lugar donde todavía se jugaba en el país era Sinaloa, lo llaman Ulama y precisamente de esa región tuvieron que importar a los primeros jugadores las personas del parque que pensaron en recrear este juego. Los jugadores inician jugando a mantener el bote de la bola de un lado a otro de la parte central de la cancha, luego de un rato suben a los inclinados laterales de la cancha para tratar de pasar la bola por el centro de los anillos que se encuentran a los costados. Habría que aclarar que aunque la mayor parte del público desconoce el juego o lo ve por primera vez, muy pronto aplauden las buenas jugadas, se emocionan y ovacionan con entusiasmo. Más adelante se presenta una leyenda purépecha, al final de la cual hay otro juego de pelota, pero esta vez el juego es en la oscuridad, la pelota está cubierta de algún líquido inflamable, está encendida y la golpean de un extremo a otro de la cancha con unos bastones. De nuevo el público se emociona y ovaciona las mejores jugadas. El espectáculo va mejorando y el público parece admirar cada vez más esta recreación de las culturas prehispánicas, cuando por un extremo de escenario, aparecen otros actores vestidos de españoles; el efecto es de gran sorpresa y quizá hasta de consternación. En una bien lograda coreografía se simula la conquista, tanto la militar como la espiritual, esta última cuando algunos sacerdotes acaban por imponer la cruz encima de monolitos indígenas derrumbados. Más adelante el público aplaude cuando un indígena con una flauta interpreta una melodía junto a un conquistador que tañe una guitarra. En algún momento de la parte de la conquista, no lo recuerdo bien, aparece un sacerdote de gran penacho y máscara de cráneo en una plataforma en lo alto de la gradería. En el brazo del personaje hay una gran águila, misma que emprende el vuelo, el ave hace un majestuoso recorrido circular por lo alto del auditorio. En ese instante experimenté algo que no había tenido en años, un sentimiento de gran gozo ante la belleza de momento y una extraña y placentera sensación que me recorrió todo el cuerpo. El momento fue breve, pues el águila hizo un solo giro por lo alto del auditorio, para luego abandonarlo por una esquina.
La segunda parte del espectáculo consiste en bailes típicos de las diferentes regiones del país. La producción es magnífica tanto por los vestidos, la música y la detallada escenografía. Como en muchos espectáculos de este tipo, los bailes de Veracruz y Jalisco se dejan para el final. Me gustó mucho el tradicional baile de los viejitos de la región de Michoacán. El baile es hermoso, rítmico y muy bien montado, pero causa gran sorpresa y admiración del público, cuando al final del número, los danzantes se quitan del rostro las máscaras y sombreros y se advierte que todos ellos son personas mayores de 60 años de pelo cano o casi calvos. El número de cierre es magnífico; salen al escenario algunos de los personajes que han estado en los diferentes cuadros o bailes del espectáculo, unos cuantos ondean las banderas de varios países del mundo. De pronto se empiezan a escuchar las primeras notas del Son de la negra, melodía que hace brotar el sentimiento nacionalista en el pecho de todo buen mexicano. Al mismo tiempo aparece en el extremo del escenario un jinete en hermoso caballo, ataviado con un elegante traje de charro y portando la bandera de México. Al momento que entra al escenario, inician el vuelo tras de él ocho o diez grandes guacamayas en una explosión multicolor. Sobra decir que aquello que sentí al ver volar el águila, se repitió en este momento, pero esta vez por más tiempo. Las guacamayas ascienden hasta lo más alto y dan varias vueltas al auditorio. Confieso que fue tanta la emoción que incluso un par de lágrimas asomaron a mis ojos. El nacionalismo es un dogma de fe completamente irracional, todo en él es sentimiento y emoción. Más adelante reflexioné que mi arranque sentimental fue casi como el comportamiento de un perro de Pavlov, pero vaya que se sintió muy bien. Fue un momento sublime, magnífica manera de poner fin a un día inolvidable.
A la mañana siguiente descansamos en la playa y recorrimos algunos centros comerciales de Cancún por la tarde. Desde mi visita anterior han abierto nuevos lugares, me sorprendió uno llamado La isla, pues por su arquitectura, clientes y tiendas, me hacía sentir más en la península de la Florida que en la de Yucatán. Poco compramos, pero comimos muy bien en un lugar de comida china. Al volver al hotel por la tarde abordamos un autobús y nos tocó presenciar un incidente con un grupo de carteristas; fui afortunado una vez más; una parada más tarde yo hubiera sido la víctima.
Otro día visitamos Isla Mujeres. Muy temprano nos embarcamos desde un muelle en el que días después, según vimos en la televisión, se hundió un barco con turistas al dañarse el fondo de la embarcación en un arrecife. Nuestra travesía fue tranquila y sin problemas. De nuevo con un paquete, habíamos reservado que Ana y Daniela nadaran con delfines. Nosotros las observamos desde la distancia, ellas disfrutaron mucho la experiencia. Hicimos también un recorrido por la isla donde vimos otro tortugario, un hermoso acantilado en un extremo de la isla, el exterior del Parque Garrafón, algunas casas muy hermosas, los increíbles colores del mar Caribe y la población principal de la isla. Caminamos cerca de una hora por sus calles, muy angostas por cierto. El lugar no me resultó atractivo, hay muchas tiendas con artesanías baratas, feas y de poca calidad. Pensé en Tijuana, la población más visitada de México y el mundo, pero no precisamente la más hermosa. Justo al otro extremo de nuestro país creí ver otra Tijuana. Quizá así me pareció la población, luego de visitar los lujosos y sofisticados centros comerciales de Cancún. Busqué también una marisquería, tenía el firme propósito de probar un cocktail de caracol, pues nunca lo había comido. En pleno malecón encontré un buen lugar y ordené uno grande. El sabor del caracol no es muy fuerte, predominan los ingredientes complementarios, pero sí es muy característica su consistencia, firme sin llegar a dura, parecida a las del callo de hacha o la pata de mula que había probado en Mazatlán. Ahora tengo que probar el abulón, no de lata sino fresco, pero este se encuentra en la otra península de nuestro país, la de Baja California. Nuestro regreso a la ciudad de México fue también sin contratiempos, vaya que disfrutaron el viaje mis hijas, me imagino que todavía más, al constantemente recordar que debían estar trabajando en la escuela, mientras nadaban en las tibias aguas del Caribe mexicano.

jueves, 26 de junio de 2008

Paraiso tropical






Paraiso tropical.





Cancún I.
A fines del pasado mes de mayo salí de vacaciones con la familia casi completa, Estrella, Ana Violeta y Daniela; pues la Nala (nuestra perra) esta vez no pudo acompañarnos. Nuestro destino fue la muy turística ciudad de Cancún, que cada que la visito me sorprende por su rápido crecimiento. Este famoso lugar turístico inició su desarrollo en la segunda mitad de los años setenta, a fines de la presidencia de Luis Echeverría y nada había entonces en el lugar, apenas algunas palapas de pescadores. Es ahora una ciudad con aeropuerto, cientos de hoteles, grandes avenidas, estadio, mercados, universidades, todo lo propio de una gran urbe y en poco más de treinta años. El viaje adelantó las vacaciones de mis hijas, pues ellas todavía no terminaban su año escolar, pero tenía que ser en esas fechas, pues yo debía impartir un curso de verano en junio y luego en julio ya sería temporada alta, con mayores precios y afluencia turística. Este viaje fue nuestra primera experiencia en turismo organizado; contratamos un paquete con transporte y hospedaje. No me gusta mucho este tipo de turismo, tan constreñido o planeado. Casi siempre salimos a pasear de forma independiente, cuando mucho reservamos hotel. Prefiero viajar en auto y visitar aquello que deseo y cuando lo deseo y si el lugar no nos gusta poder modificar lo planeado. Pero mis hijas querían conocer Cancún y también viajar por primera vez en avión. Por años espere que mis hijas tuvieran más de 10 años para hacer un viaje en automóvil hasta Cancún, pero pasando y conociendo Villahermosa, Palenque, Campeche, Mérida, varias zonas arqueológicas mayas y al final Cancún. Bueno todavía puedo hacerlo finalizando en la blanca y hermosa Mérida. Me gusta visitar los mercados, comprar artesanías, conocer pequeños poblados, observar sus habitantes y costumbres, comer la auténtica comida local y nada de esto pude hacer esta vez. Poco durante mi recorrido me recordó que me encontraba en la tierra del faisán y del venado.
Todo resultó muy bien y al final hasta afortunado me sentí. Contraté un paquete con una compañía llamada Magnicharters que tiene sus propios aviones y te aloja en el hotel que se desee. Una par de semanas luego de nuestro viaje, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes suspendió temporalmente los vuelos de Magnicharters. Un lunes muy temprano volamos sin problemas hasta Cancún, el clima era caluroso, pero no más que la temperatura que habíamos tenido en Querétaro por esos días. El hotel Presidente Intercontinental es de los más antiguos y ya existía cuando visité Cancún por primera vez, por ahí de 1980. Tiene una playa muy hermosa, con poco oleaje y que no alcanza gran profundidad por muchos metros. Contratamos para el segundo día un tour al parque de X-caret, un autobús pasó por nosotros al hotel a eso de las 8 de la mañana. Me sentí turista que recorre toda Europa en un mes y pasando por cada atractivo importante 25 minutos. Pero la verdad que los consejos del guía nos fueron de gran utilidad e incluso me vendió una cámara desechable y sumergible con la obtuve fotografías que serán insuperables recuerdos. El autobús iba casi lleno de recién casados, éramos solamente dos las familias con hijos. El viaje al lugar nos tomó casi una hora y media, esa mañana pude ver lo mucho que ha crecido la ciudad más allá de la zona hotelera. Había visitado X-caret casi 10 años antes y sus atractivos e instalaciones se han multiplicado. Al llegar hice una cita para ir a nadar con snorkel a un arrecife cercano. Tan pronto como nos fue posible nos cambiamos de ropa y fuimos a iniciar el paseo por el río subterráneo, el parque tiene ahora dos recorridos, uno por un río a cielo abierto, me imagino que para los claustrofóbicos o niños temerosos de la oscuridad; el otro bajo tierra, pero con entradas de luz a distancias regulares, por lo que se está siempre en penumbra. El recorrido es muy relajante e interesante, como se usan chalecos salvavidas no es necesario nadar; se flota lentamente con la corriente por casi una hora, una distancia de aproximadamente un kilómetro. Enseguida abordamos una lancha que nos condujo a un arrecife fuera del parque. La experiencia resultó única, al increíble color del mar Caribe se la agrega su transparencia. Para mi sorpresa, ningún miembro de la familia expresó dudas o temor. Obviamente la actividad se hace también con un chaleco salvavidas, visor, snorkel y aletas que dan seguridad y le permiten a uno observar el arrecife desde la superficie, para no dañarlo y sin agotarse. Al volver al parque nos cambiamos de ropa, pues ya no haríamos más actividades acuáticas. Enseguida recorrimos el acuario y el tortugario, ambos asombraron a mis hijas. Hicimos una pausa para comer en uno de los muchos restaurantes distribuidos en el parque, cada uno con una especialidad. La comida es buffet y está incluida en el costo de entrada. En el restaurant que comimos había gran variedad de platillos, todos de buen sabor, nada extraordinario, pero está siempre el atractivo al goloso, comer en abundancia. Con la barriga llena y el corazón contento nos dispusimos a caminar mucho para bajar la comida; recorrimos algunos de los múltiples atractivos de X-caret: zoológico, pueblo maya, zona arqueológica, mariposario y cementerio mexicano. El pueblo maya es un lugar muy bonito con varias chozas o jacales a la manera tradicional de los hogares mayas. En cada construcción del conjunto hay una o varias personas elaborando artesanías tradicionales mayas. Ese fue uno de los pocos momentos en que recordé que no estaba en otro país, sino en la península de Yucatán. Había piezas talladas en piedra caliza, dibujos mayas pirograbados, ropa bordada, hamacas, sobreros y bolsas de palma tejida. Un artesano indígena labraba maderas preciosas con diseños originales mayas. Compré un hermoso danzante en madera de cedro. Esta figura es muy conocida y reproducida, pues muestra la maestría de los dibujantes mayas al representar la figura humana bien proporcionada y en detallado movimiento. El dibujo original está en un vaso policromado que se encuentra en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard. El cementerio mexicano es una especie de túmulo artificial que en sus faldas o costados tiene en círculos concéntricos cientos de tumbas simuladas, decoradas como seguramente lo hacen en diversas partes del país: pequeñas iglesias, fuentes, cruces y ornamentación en todos los estilos y materiales, un lugar muy hermoso, como son en realidad muchos cementerios. Ya no pudimos visitar otros atractivos del parque pues teníamos que dirigirnos al lugar del espectáculo nocturno que prácticamente cierra el día en X-caret.