miércoles, 31 de octubre de 2018

Ofrendas de días de muertos

Variada ornamentación.
En estos días por todo México aparecen tianguis o mercados temporales en donde se venden dulces, juguetes y ornamentación para las ofrendas de los días de muertos. He aquí algunas fotografías de lo que se ofrece este año.


Papel picado

Figuras de cartón





Juguetes tradicionales para las ofrendas de niños


Este año hay nuevas figuras de barro.

Calaveras de azúcar o chocolate

Calaveras de amaranto

Dulces tradicionales






viernes, 26 de octubre de 2018

Los muertos que no provocan miedo



Días de muertos en México.
Dentro del calendario de fiestas populares mexicanas la de días de muertos es de las más importantes, junto con las celebraciones de Semana Santa y Navidad; pero sin duda alguna, es esta primera la que podemos considerar la más mexicana de las tres, pues contiene bastantes elementos diferentes a esas mismas fiestas en otros lugares del planeta. Precisamente el carácter distinto de esta celebración está dado por la fuerte influencia o presencia de elementos de la cultura prehispánica o indígena.

Escultura teotihuacana
La fiesta de días de muertos de México era conocida, estudiada y comentada en todo el mundo; incluso ya lo era aún antes de que la película Coco de Disney (2017) se ocupara y difundiera el tema. Llama la atención la importancia de la fiesta en el país, así como la familiaridad del mexicano con un tema que en otras partes es de mal gusto o tabú: la muerte. En México tal como lo dice Octavio Paz en El laberinto de la soledad  “La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida. El mexicano no solamente postula la intrascendencia del morir, sino la del vivir. Nuestras canciones, refranes, fiestas y reflexiones populares manifiestan de una manera inequívoca que la muerte no nos asusta porque “la vida nos ha curado de espantos” Morir es natural y hasta deseable; cuanto más pronto, mejor. Nuestra indiferencia ante la muerte es la otra cara de nuestra indiferencia ante la vida” Todos conocen el pan de muerto, los dulces en forma de esqueleto o cráneo, los versos rimados que se burlan de la muerte; el fin de la vida es un tema cotidiano y no necesariamente solemne, incluso festivo.

La muerte divierte

Pan de muerto


El culto a los muertos en lo que ahora es el territorio mexicano tiene cerca de 4 000 años de antigüedad. Los pueblos mesoamericanos, como casi todos los grupos antiguos de agricultores, creían en algún tipo de existencia después de la muerte, pues de alguna manera asociaban la cíclica vida vegetal con la suya. En excavaciones realizadas en asentamientos del horizonte preclásico como Tlatilco, Cuicuilco, Zacatenco o Copilco de hace casi cuatro mil años, ya se aprecia la costumbre de inhumar a sus muertos en fosas y con algunos objetos personales o asociados que implican una creencia en algún tipo de existencia más allá de la muerte. Así posteriormente en todas las culturas mesoamericanas encontramos entierros con cerámica decorada en rojo, implementos de uso personal, comida, bebida, figuras de dioses, juguetes y a veces perros o personas sacrificadas como acompañantes. En algunas ocasiones estos entierros eran ricos en ofrendas como la famosa tumba 7 de Monte Albán, la tumbas de Pacal o la Reina Roja en Palenque o las numerosas tumbas en la isla de Jaina. Entre más compleja la cultura, mejor elaborados los sepulcros y ofrendas.

Reina Roja Palenque

Escultura funeraria maya isla de Jaina
Es evidente la importancia del culto a los muertos en las culturas mesoamericanas, si bien es cierto que la mayor parte del conocimiento sobre el tema es incompleta pues éste sólo puede ser supuesto o inferido de los restos arqueológicos. Solamente de algunas culturas, de las cuales quedan textos propios o testimonios españoles de la época de la conquista, se tiene un conocimiento mayor de sus creencias y ritos con respecto a la muerte. Tal es el caso de la cultura Mexica (o Azteca) de la cual tenemos bastante información, ésta seguramente compartió muchas creencias y ritos con el resto de los pueblos mesoamericanos.

Revisemos pues las costumbres funerarias mexicas. La religión regía la vida y muerte de este pueblo; sabemos que todos los aspectos de su existir individual y colectivo se encontraba supeditado a creencias y mandatos religiosos. Ellos creían que la muerte era el paso a otro tipo de vida y lugar. En sus creencias la determinación de su destino después de la muerte no obedecía a su conducta en esta vida, sino al tipo al tipo de muerte o la ocupación del difunto. Así por ejemplo, los que morían ahogados, por rayo o alguna enfermedad relacionada con el agua, iban al Tlalocan o paraíso de Tlaloc, situado al sur. Este era el lugar de la fertilidad, donde crecían toda clase de árboles frutales y en donde se gozaba de una vida de alegría entre juegos y cantos. Las mujeres muertas en el parto iban al paraíso occidental llamado Cincalco o casa del maíz, de ahí venían a la tierra como fantasmas de mal agüero. Los guerreros muertos en combate o en la piedra de los sacrificios iban a Tonatiuhchan o casa del sol, a acompañar al astro rey en jardines llenos de flores y a saludarlo golpeando sus escudos al amanecer. Después de cuatro años estos guerreros volvían a la tierra como colibríes o aves de rico plumaje. Las almas comunes y corrientes, las de la mayoría del pueblo, iban al Mictlán o inframundo situado al norte. Antes debían pasar una serie de pruebas para alcanzar el descanso definitivo. La primera era el cruce de un río, el cual se hacía con la ayuda o guía de un perro. Enseguida se tenía que pasar entre dos montañas que se cerraban. La siguiente prueba era pasar por una montaña de obsidiana. En el cuarto inframundo soplaba un viento helado que cortaba como navajas de obsidiana. El quinto era un lugar donde ondeaban las banderas. El siguiente era el lugar donde flechaban y en el séptimo estaban las fieras que devoraban los corazones. En el penúltimo se tenía que pasar por lugares estrechos llenos de piedras. El noveno era el lugar del eterno reposo de las almas.

Mural del Tlalocan Teotihuacán

Así al tener como base en estas creencias los mexicas para ayudar al difunto en el inframundo ponían junto al cadáver una serie de amuletos. Se depositaban alimentos y recipientes con agua, papeles amuleto que les servirían para atravesar las montañas y otras pruebas, se quemaban sus ropas para que no tuvieran frío al cruzar el viento helado, se sacrificaba un perro para que lo ayudara a cruzar el río, se le ponía en la boca una cuenta de precioso jade o chalchihuite para que la entregara a las fieras devoradoras de corazones, se le depositaban objetos preciosos o de gran valor para entregar como regalo a Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl, dioses del inframundo.  Además les hacían ofrendas a los 80 días y cada año, hasta los cuatro años que duraba el viaje al Mictlán.

Mictlantecuhtli
El Viejo y Mictlantecuhtli


De acuerdo al calendario católico el día primero de noviembre está dedicado a todos los santos y el día dos a los fieles difuntos; sin embargo en la tradición popular el día primero se dedica a los muertos niños, infantes fallecidos (que por siglos debieron ser muchos) y el día dos a los muertos grandes o adultos. Esta división de las festividades en niños y adultos tienen también un origen prehispánico; en las costumbres mexicas existían dos fechas dedicadas a recordar y honrar a los muertos, el miccailhuitontli o fiesta de los muertecitos que conmemoraban el noveno mes de su calendario y la fiesta de los muertos adultos que se celebraba en el décimo mes del año. Así en la tradición popular vemos que se celebran muertos grandes y chicos, no todos los santos y fieles difuntos.

En los hogares mexicanos el día 31 de octubre se empieza a preparar la ofrenda para los “muertos chiquitos”, esta ofrenda se recoge en la noche del día primero de noviembre y en su lugar se coloca la segunda ofrenda, la de los muertos adultos que se mantiene hasta el día dos por la noche. Estos ofrecimientos nos recuerdan a los prehispánicos, tanto en su división, como en los elementos que las integran. Cabe decir que las costumbres aquí mencionadas se dan en la parte centro sur del país, lugares con una población indígena importante; en la región norte el culto a los muertos es sencillo o inexistente.

Altar en Querétaro





Las ofrendas de días de muertos se colocan en el hogar en pequeños altares improvisados en mesas de uso diario, éstas se cubren con manteles, papel picado o en algunas regiones con hoja de plátano o petates de tule. Toda ofrenda debe llevar flores, la más importante o tradicional es el cempasúchil o flor de muertos, pero también terciopelo, flor de obispo, mano de león, nube, gladiola, margarita o nardo. Además se colocan ceras, es decir velas, veladoras o cirios. Se ofrecen también alimentos que hayan sido del gusto del difunto, colocados en ollas y chiquihuites. Se ofrendan frutas diversas, al natural o preparadas. No falta el mole, calabaza en tacha, elotes, chayotes, chocolate, atole, gordas de maíz, tortillas, las calaveras de azúcar y el pan de muerto. Se debe colocar agua y sal. En ofrendas de adultos se incluyen a veces bebidas alcohólicas como aguardiente, tequila, mezcal, pulque o cerveza. Se ofrendan también cigarrillos o puros. En algunos lugares colocan imágenes de santos y las fotografías de los difuntos. En los altares de los muertitos del día primero debe predominar el color blanco, como símbolo de pureza de los angelitos y obviamente la cantidad de dulces será mayor, incluso se colocan juguetes en este tipo de ofrendas. En los altares se quema incienso o copal y hay quien recibe las almas de los difuntos con música. La variedad de elementos en las ofrendas es muy amplia; en cada región son diferentes las costumbres y sobre todo el contenido comestible, pues es de todos conocida la riqueza de la cocina mexicana. Hay muchos tipos de mole, pozole, tamales, tacos, guisados, empanadas, bebidas y dulces.

Orgullo mexicano

La alumbrada

Altar en museo

Altar en escuela

Sencillo altar
Como en la época prehispánica, la celebración de muertos coincide con la temporada de cosecha, así, en los altares se recuerda a los difuntos y se comparte con ellos los frutos del ciclo agrícola que termina.  Las ofrendas de días de muertos son apenas una parte de las tradiciones o ritos de esos dos días; también están la alumbrada, la visita al camposanto, el arreglo de las tumbas o la reunión familiar para consumir los alimentos de la ofrenda y recordar a los muertos. Nuestra fiesta de muertos no solo es muy compleja, sino también de origen milenario, de raíces muy profundas. No debemos permitir que este rico legado se olvide o desaparezca, ni mucho menos que se cambie por costumbres ajenas. Las ofrendas de muertos se hacen ya en las escuelas, en las plazas públicas, en los centros comerciales, pero su verdadero y legítimo lugar es en el hogar y dedicada a los difuntos familiares. Yo invito a los lectores a preservar esta tradición en casa, no importa que sencilla sea: un alimento, una vela y un retrato. Ayudemos a que nuestra rica y única cultura sobreviva estos tiempos de globalización.

lunes, 23 de julio de 2018

¿De qué tienes antojo?


Garibaldi en Querétaro.
Ya hemos hablado varias veces en este espacio de la riqueza e importancia cultural de los mercados en México (véase Riqueza cultural concentrada, diciembre 2014), como en ellos es posible advertir de forma rápida y amena muchas de las características de cualquier comunidad. También hemos hablado de como comer a la mexicana es hacerlo prácticamente todo el día en pequeños platillos o antojitos que se expenden los mismo en la calle o en pequeños puestos por toda ciudad (véase Comer a la mexicana, diciembre 2015). Bueno pues el día de hoy quiero escribir de una característica de algunos de los más importantes mercados en México y es sobre la sección del mismo que está dedicada a precisamente vender alimentos ya preparados y la mayor parte de las veces este tipo de alimentos de gran demanda y favoritos de los mexicanos, conocidos comúnmente como antojitos. En los mercados comúnmente ofrecen los ingredientes para preparar comida: abarrotes, carne, verduras, frutas. También infinidad de artículos para la vida diaria, ropa, cosméticos, artículos electrónicos, calzado. Pero todo mercado importante tiene una parte o un espacio cercano con puestos que venden comida rápida, barata y de gran demanda, antojitos pues: tacos, tortas, tostadas, lonches, chilaquiles, sopes,  birria, pozole, menudo, mariscos, tamales, atole, cabrito, enchiladas, chiles rellenos, carnitas, carne asada, cecina, mole, tlayudas, cochinita pibil, panuchos, salbutes, jugos, aguas frescas…

Barbacoa en Portales
Empanadas de amarillo y verde, El Tule, Oaxaca
Moronga y copete, mercado de El Tepe


Empezaría con el mercado Libertad o San Juan de Dios de Guadalajara famoso por la variedad y calidad de su birria y pozole. El mercado de Coyoacán (CDMX) conocido por sus puestos de variadísimas tostadas y muy cerca el mercado de antojitos, apenas a 50 metros del jardín Hidalgo, famoso por sus hot cakes con figura, pozole y mucho más. Portales (CDMX) y sus puestos de mariscos o de barbacoa. El mercado Benito Juárez en Oaxaca que aunque tiene venta de tamales, aguas y otros alimentos, justo cruzando la calle está el mercado 20 de Noviembre que ofrece muchos de los platillos de la comida oaxaqueña. En Guanajuato el mercado Gavira que es un anexo del hermoso mercado Hidalgo y ofrece también los platillos más famosos de la región. En Monterrey los puestos de cabrito en el céntrico y centenario mercado Juárez. Recuerdo el mercado José María Pino Suárez en Hermosillo que además de puestos de comida durante el día, tiene una parte que no cierra en las noches y en donde los trasnochados pueden encontrar rico menudo en las primeras horas de la madrugada. El mercado de antojitos atrás de la Huatapera en Uruapan, Michoacán.

Mercado 20 de noviembre, Oaxaca
El Tepe, Querétaro
Mercado Escobedo, Querétaro

En la ciudad de Querétaro varios mercados como el Tepe (véase Seguro lo encuentras en el Tepe, mayo 2009) o el Escobedo (véase Un tipo diferente de shopping, junio 2011) tienen numerosos puestos con comida, pero es el mercado De la Cruz el que podemos decir tiene una parte especializada en antojitos que abre exclusivamente al caer la tarde y sigue abierto hasta eso de las dos o tres de la mañana. El Mercado Josefa Ortiz de Dominguez, pues este es su nombre oficial, empezó como importante espacio comercial o tianguis justo frente al templo de la Cruz, en lo que hoy en día es la Plaza Fundadores, pero en 1979 se mudó unos 500 metros al norte por la calle Gutiérrez Nájera donde se construyó ya un edificio en lugar de puestos semifijos. Pues precisamente en una de las esquinas de este mercado se encuentra la sección conocida como  Garibaldi, pues tiene salida a la calle con ese nombre y no por relacionarlo con la famosa plaza del mismo nombre de la ciudad de México, lugar de mariachis y cantinas. Giuseppe Garibaldi fue un personaje muy  famoso en el siglo XIX por su militancia liberal y masónica en varias partes del mundo. Participó en luchas liberales en Brasil, Uruguay, la unificación italiana e incluso se ofreció para participar en la Guerra Civil Norteamericana. Fue, como decimos en México, “un ajonjolí de todos los moles” y se le identificó como el eterno perseguidor de la utopía liberal, una especie de Che Guevara del siglo XIX.  Su fama internacional fue tanta que un nieto suyo, Giuseppe Garibaldi II conocido también como  Peppino, siguió los pasos de su abuelo y participó como voluntario en luchas liberales en Venezuela, Grecia, en la Revolución Mexicana en la etapa maderista y la Primera Guerra Mundial. La Plaza Garibaldi en México lleva ese nombre en honor a Peppino, pero ignoro si la calle a un costado del mercado De la Cruz es en honor al primero o segundo de los famosos Garibaldis.

El mercado De la Cruz en su lugar original
La calle de Garibaldi en el día.
Utensilios de cocina colgados de las puertas exteriores de Garibaldi

Pasillo de las tortillas durante el día, puertas de Garibaldi cerradas


Garibaldi está justo atrás del pasillo del mercado donde venden las tortillas hechas a mano, otros productos de masa de maíz y hay pequeños puestos de productos regionales como huamishe, garambullos aguacates cáscara de papel y chilitos de biznaga. Por el lado externo a este espacio los vendedores de artículos para el hogar y la cocina cuelgan su mercancía durante el día, por lo que a veces es difícil advertir el espacio cerrado de Garibaldi. A eso de las cinco o seis de la tarde que el mercado ya casi no tiene clientes y muchos puestos se han levantado, se abre Garibaldi para limpiar, organizar y empezar a preparar los alimentos de la noche. Ya a esas horas es fácil encontrar lugar para estacionarse.

El mismo pasillo en la noche









El lugar abre todos los días, pero tiene una mayor clientela en las noches de los fines de semana. Hay lugares con todo tipo de comida, pero predominan los tacos. En la mayor parte de los puestos se puede uno sentar en altos bancos para comer en la barra del lugar y a menudo puede tomar tiempo conseguir asiento en el puesto de su elección (el día que tomé las fotos era martes y temprano, por lo que se ven muchos lugares vacíos). Ahora ponen mesas y sillas en el pasillo de las tortillas, por lo que ya no todo es en bancos o barra. Hay obviamente pozole, birria, tostadas, flautas, barbacoa, cabrito, tortas, guajolotes, tacos de todo tipo, volcanes, gringas, quesadillas, huaraches, sincronizadas, carne asada, parrilladas, alambres, burritos, papas a la francesa, postres, jugos y licuados. Es curioso que en Garibaldi no se venden gorditas (alimento más típico de Querétaro), pues en el mercado por las mañanas se venden a diario y por miles las famosas gorditas del Güero y Lupita.  Debes visitar el lugar varias veces para ir conociendo la variedad de alimentos y seleccionar tu favorito: Tacos Querétaro, Chon Garza, Chespi, El Coyote, El Chuma, Pepe y Evelia, Don Joaquín…  El servicio es rápido, los precios módicos, la comida buena y preparada frente a ti.  Cuando dudas en lo que se te antoja para cenar, siempre puedes ir a Garibaldi, pues seguro encontrarás algo de tu agrado.