lunes, 11 de enero de 2010

¡A comeeeer!







Las Charolas de Saavedra.
Comer es uno de los grandes placeres en este mundo, esta necesidad básica del hombre, simplemente nutrirse para sobrevivir, se convirtió con el paso de los siglos en una actividad compleja, sofisticada y atractiva, al grado que hoy se le dedican, libros, programas de televisión, estudios universitarios e incluso su placentero exceso se convirtió en uno de los 7 pecados capitales (la gula). La humanidad ha encontrado miles de elementos comestibles, los combinó y los hizo todavía más atractivos tras intrincados procesos que conocemos como cocinar. El placer de comer un exquisito platillo sólo se ve superado por el de degustar múltiples y variados platillos en pequeñas proporciones. Este tipo de comida conformada por pequeñas porciones de una gran variedad la encontramos en muchas culturas del mundo; las tapas españolas, la comida china, el smorgasbord escandinavo. México no es la excepción, tenemos la botana en las cantinas, los famosos antojitos, los tacos, quesadillas, molotes, tamales, tostadas; todos con variados ingredientes y aderezos. Precisamente hace unos días visité un establecimiento que es prueba fehaciente de nuestra búsqueda por el máximo placer al cumplir con la necesidad de alimentarlos. Ya había visto el establecimiento meses antes y despertaba mi curiosidad, incluso mi colega y amigo Jesús Ramírez me había hablado del lugar. Se llama Charolas Saavedra y se encuentra en la Calle de Nicolás Bravo, número 32 A, justo antes del paso a desnivel bajo las vías del ferrocarril, calle que más al norte cambiará de nombre a Felipe Ángeles. El local es muy amplio, quizá una antigua bodega, sin mayor sofisticacion o elegancia, pero con espacio suficiente para dar cabida a decenas de tragones. La especialidad del lugar son sus charolas, amplios platones que contienen una variedad de alimentos en pequeñas proporciones y que se acompañan con abundantes tortillas para hacerse con ellos deliciosos tacos. Hay charolas para una, dos, tres, diez personas o más y entre mayor es el número de comensales, mayor es también la variedad de ingredientes. Se pueden también pedir charolas con alimentos al gusto. Un sábado muy temprano visité el lugar acompañado de mi esposa e hijas. Pregunté por el tipo de comida y la forma de pedirla, sabiamente la persona encargada me recomendó una charola para dos personas. En un platón se nos sirvieron nopales, sesos, frijoles refritos, carnitas de cerdo, cecina de res, cecina de puerco, chicharrón, verduras y una mano de cerdo a la vinagreta. Aunque debía ser comida suficiente para dos personas comimos cuatro y todavía nos llevamos lo sobrante en una bolsa para nuestra perra Nala. Los alimentos están bien preparados , con buen sazón y su costo es razonable. Es posible también pedir charolas para llevar. Charolas Saavedra es un espacio para alimentarse con múltiples platillos de nuestra rica y variada cocina que vale la pena disfrutar, aunque se corra el peligro de pecar de gula.
No quiero terminar esta crónica sin agradecer profundamente a mi madre el haberme enseñado a comer de todo. Sufrí en mis años de infancia por comer todo lo que mi madre me obligaba a probar, pero ahora, nunca acabaré de agradecerle que me abriera las puertas del maravilloso mundo de la comida. Hoy como absolutamente de todo y lo mejor es que pocos, pero muy pocos alimentos me desagradan. Gracias, muchas gracias Lucila Mañón, no sólo me diste la vida, compartiste conmigo el gran tesoro que descubriste e hiciste esa vida mucho más rica y placentera.

martes, 5 de enero de 2010

Días de muertos, gozo de vivos.






















Días de muertos en Querétaro.
La celebración de los días de muertos es sin duda alguna la más original de todas nuestras numerosas fiestas. Las culturas indígenas prehispánicas tenían en su calendario ritual dos fechas para conmemorar a sus muertos; la primera para los infantes muertos y la segunda para aquellos que fallecían ya adultos. Estas conmemoraciones, como en muchas otras culturas, estaban cerca del tiempo de cosecha. Durante el largo y complicado proceso de evangelización de los indígenas conquistados, éstos identificaron dos fechas del calendario católico en las que podían practicar sus ritos funerarios ancestrales, adaptándolos o declarándolos cristianos. Así primero y dos de noviembre se convirtieron en los días de muertos, en un proceso ejemplar de sincretismo. El primero de noviembre fue entonces al día de los muertos infantes y el día 2 el de los difuntos adultos y no precisamente los días de Todos Santos y de los Fieles Difuntos como aparecen en el calendario cristiano. La cultura mexicana es bien conocida en el mundo entero por sus particular tratamiento de la muerte y en estos días se pueden ver por todo el país sus principales ritos: la visita familiar a los panteones, las ofrendas domésticas a los muertos, las publicación de calaveras; graciosos versos que hablan de la muerte de conocidos personajes todavía vivos, la preparación de platillos especiales y muchas otras costumbres regionales.
Querétaro no es la excepción a estas prácticas rituales, aunque es bien cierto que entre más al norte del país se esté, menores serán las tradiciones con origen en las culturas indígenas. Las celebraciones de días de muertos son tan importantes como aquellas de Semana Santa y mucho más mexicanas u originales. En las plazas del centro de la ciudad se colocan muchos puestos que venden juguetes, dulces, alimentos y muchos objetos para colocar en los hogares las ofrendas a los familiares muertos. Pocas personas conocen y siguen la tradición de poner una ofrenda el día primero en colores claros o blanco con dulces, juguetes y alimentos propios de los niños. Hasta hace algunas décadas la mortandad infantil era tal en nuestro país, que prácticamente todas las familias habrían perdido algún miembro durante la infancia. En la noche de ese día, la primera ofrenda se debe levantar y colocar la ofrenda de los adultos para el día 2 de noviembre. El jardín Guerrero se llena de decenas de puestos, mismos que necesitan y gozan de la amplia sombra de sus arboledas de laurel de la India. Se venden las tradicionales calaveritas (cráneos) de azúcar, otras hechas de chocolate, figuras de esqueletos hechos de pasta de azúcar o alfeñique, dulces de todo tipo, esqueletos hechos de cartón, juguetes tradicionales de madera o cartón. En la Plaza de Armas, en el patio central del Palacio de Gobierno, en escuelas y en algunos centros comerciales se colocan también grandes altares de muertos. Todas estas ofrendas son muy hermosas y hasta espectaculares, pero la tradición es colocar altares familiares en los hogares, ahí es su espacio propio y donde tienen sentido. Las ofrendas fuera del hogar dejan de ser folklore y se convierten en fakelore; son atractivas, revitalizan nuestras tradiciones, pero desvirtúan el sentido original de las mismas. Caminando por las calles de Querétaro encontré una hermosa ofrenda familiar colocada en la entrada de la casa y con la gran puerta abierta; así tendrían que ser nuestras ofrendas, en el ámbito familiar. Los días de muertos siguen siendo fechas para recordar a los familiares o amigos que se han adelantado en el camino hacia el más allá, pero son también días de cierta felicidad, de gozo poco solemne, prácticamente sin tristeza. Todavía habría que describir la otra parte tan importante de estos días, la visita familiar a los panteones o cementerios a ver las tumbas de los familiares o amigos difuntos, limpiarlas o arreglarlas y quizá pronunciar alguna oración. Por muchos años los días de muertos fueron de visita obligada al panteón de la Leona en Cuernavaca, donde descansan mis ancestros Mañón. Ahora ya como adulto no visito tumbas en estos días, pero trato de colocar siempre en casa una modesta ofrenda para mis muertos. Trata de hacer lo mismo y mantener nuestras tradiciones y cultura ante el embate del Halloween y la globalización.