martes, 28 de junio de 2011

Un tipo diferente de shopping.



























El mercado Escobedo.
Cuando se visita una población o país ajeno, no hay mejor lugar para conocer su cultura y forma de vida que un mercado. Los museos sin duda presentan mucha información, casi siempre del pasado, pero los mercados muestran la cultura del día; comida, vestido, creencias, economía, sociedad, celebraciones y todo de una forma mucho más directa, interactiva, atractiva e interesante. Son lugares llenos de vida, bullicio, olores y colores, una experiencia que satura los sentidos, por mucho más intensa que un tranquilo, ordenado y limpio museo, edificio histórico o monumento. Es una verdadera lástima que estos ricos espacios estén disminuyendo ante el embate de los homogéneos, higiénicos, organizados y eficientes supermercados o tiendas de grandes cadenas. En este espacio he descrito ya dos de los más importantes mercados de Querétaro, el Mercado de la Cruz y el del Tepe (véase Paseo gastronómico, febrero 2008 y Seguro lo encuentras en el Tepe, mayo 2009).
Hace algunos días visité con mis estudiantes el Mercado Escobedo, situado apenas a un par de cuadras al poniente de la Alameda Miguel Hidalgo, en el centro de la ciudad. Muchas personas seguramente pensarán que el nombre del mercado honra a Mariano Escobedo, general juarista que puso sitió a la ciudad de Querétaro y a las tropas imperiales comandadas por Maximiliano de Habsburgo en el año de 1867, pero no es así. El nombre del mercado es por Pedro Escobedo, médico nacido en Querétaro en 1798 y que a lo largo del siglo XIX no sólo fue diputado y senador de la República, también fue fundador de la Escuela de Medicina que se estableció en el antiguo edificio de Tribunal del Santo Oficio en la ciudad de México. La antigua población de Arroyo Seco y un municipio de Querétaro llevan también el nombre de este ilustre Queretano. El mercado Pedro Escobedo estuvo originalmente en lo que es hoy La Plaza de la Constitución a una cuadra del templo de San Francisco y del jardín Zenea. Ese céntrico espacio fue originalmente parte de la huerta y convento de San Francisco. En los años de la Reforma ese punto del establecimiento religioso fue destruido y se convirtió en lugar público y tianguis. En 1895 se construyó ahí un edificio de mampostería techado, se le nombró Pedro Escobedo y por casi 70 años fue el punto comercial más importante de la ciudad. Para 1966 el mercado Escobedo fue considerado sin espacio suficiente para su buen funcionamiento, además de poco propio e higiénico para un espacio tan céntrico y se cambió al sitio que hoy en día ocupa. En el lugar original se inició la construcción de una plaza que conmemoraría al año siguiente el cincuentenario de la promulgación de la Constitución de 1917.
El nuevo mercado era por mucho más amplio y con instalaciones más funcionales y modernas; además que muy pronto se desarrolló una nueva zona comercial en calles aledañas. El mercado Escobedo tiene su propio carácter y es sin duda muy diferente al Tepe o al de la Cruz. Una de sus características principales es que concentra gran cantidad de puestos de comida y en especial de pescados y mariscos. A toda hora del día este tipo de establecimientos tiene mucha clientela y casi siempre hay que esperar para conseguir un asiento en ellos (véase Espinacas marinas, septiembre 2008). Es también el mercado Escobedo el lugar para encontrar la que fue una especialidad queretana y que hoy se encuentra casi en el olvido, camotes achicalados o “chingaditos”. Este tubérculo que también tiene fama en Puebla, se prepara en Querétaro y era algo que los antiguos visitantes de la ciudad buscaban y compraban como típico. Los camotes se hornean enteros y se cubren de un espeso jarabe de piloncillo; a la fecha los venden en pequeños y tradicionales huacales de madera. Hay también en este interesante lugar un buen número de expendios de hierbas y artículos de brujería; en ellos se pueden encontrar medicinas naturistas, así como, amuletos, lociones, conjuros, velas, imágenes y asesoría especializada. Puede uno también encontrar tiendas que venden artículos para las innumerables fiestas o celebraciones que tenemos en el país. Hay artículos para decorar las mesas y espacios donde se celebran bautizos, bodas, aniversarios, nacimientos, presentaciones, primeras comuniones, quince años o graduaciones. Otro tipo de establecimiento característico del Mercado Escobedo son tiendas de calzado, pero con mucho calzado de trabajo y ante todo botas vaqueras. Como en los demás mercados hay también ropa, frutas y piñatas, semillas y especias, carnicerías, pescaderías, abarrotes, enseres domésticos y mucho pero mucho más. El Escobedo es un mercado que sigue siendo céntrico, hermoso y muy tradicional; es por mucho más interesante y barato que cualquier moderna plaza comercial de la ciudad.

miércoles, 15 de junio de 2011

Hércules.

Rico pasado.
La ciudad de Querétaro ha crecido mucho y muy rápido en las últimas tres décadas, ya poco o nada queda de la tranquila y sencilla vida que por siglos disfrutó. Esa ciudad que fue pequeña hasta mediados del siglo pasado, es hoy apenas lo que llaman el centro. Sigue sin duda hermosa y llena de atractivos, pero con intensa actividad y la presencia de muchas personas más. Una de las pocas partes de la ciudad que mantiene algo de la tranquilidad y sencillez de la vida provinciana es Hércules; población en antaño independiente, a unos tres kilómetros del centro de la ciudad y que hoy es ya parte de la misma. El acueducto nos señala el camino hacia este lugar, pues el agua provenía de los manantiales del Capulín en los límites de Hércules. Esta población está de hecho geográficamente en la Cañada, zona en la que habitaban originalmente los indígenas en los tiempos del arribo de los españoles. Es por esta cañada o espacio de tierra entre dos alturas, que llega al valle de la ciudad de Querétaro el río del mismo nombre (y también el tren que viene de la ciudad de México), pero había también manantiales como el del Capulín. No confundan la característica geográfica descrita con el pueblo de La Cañada que se encuentra un poco más retirado y que es una entidad separada e incluso rival de Hércules.










Fue allá por el siglo XVI cuando Diego de Tapia, hijo de Conín el indígena que ayudó a los españoles a someter a los nativos de la zona, abrió en lo que hoy es Hércules el llamado Molino Colorado que aprovechaba el cauce del río para mover su maquinaria. Ese establecimiento funcionó hasta 1838, cuando el español Cayetano Rubio compró la propiedad para establecen en la misma una fábrica textil. En la cercana ciudad había ya cientos de telares domésticos que producían todo tipo de géneros para la región y otras partes del nuevo país. Fue precisamente el nombre que se le dio a la fábrica, El Hércules, el que se transfirió a la población que en su entorno surgiría. Se tuvieron que realizar importantes obras hidráulicas y traer maquinaria textil de origen inglés desde el puerto de Tampico para que la producción iniciara en 1846. Es importante señalar que Querétaro se colocaba a la vanguardia en la industrialización de México. Por lo regular se asume que este proceso inició hasta los tiempos del Porfiriato y aquí tenemos a Querétaro abriendo una moderna fábrica casi treinta años antes. Sobra decir que la aparición del Hércules provocó la desaparición de los numerosos telares que antes funcionaran por toda la ciudad y llevó a muchos de sus operarios a emplearse en el recién abierto establecimiento fabril. Seguramente muchos de los nuevos obreros terminaron estableciéndose en los alrededores de la fábrica, pues la ciudad estaba todavía retirada, se tenían que cruzar los amplios campos de la hacienda de Carretas. Cayetano Rubio construyó algunas de esas viviendas y con el tiempo una Iglesia, una escuela y algunos otros servicios. La población creció en tamaño e importancia y en 1883 llegó a ella el servicio de tranvía para comunicarla con la ciudad de Querétaro. Aunque hoy se reconoce a Cayetano Rubio la creación del centro de trabajo y población, los trabajadores de El Hércules no tuvieron derecho alguno por muchos años, cobraban con vales de la tienda de raya de la fábrica e incluso fueron desterrados del Hércules cerca de 350 de ellos cuando organizaron una huelga en 1877.

















Hércules siguió creciendo, así como la fuerza y organización de los obreros que a inicios del siglo pasado tomaron el control de la fábrica; la población tuvo además de una hermosa iglesia, campos deportivos, servicio médico, un gran teatro-cine y muchas otras cosas. Después de casi siglo y medio de existir, en el año 2008 la fábrica de El Hércules cerró sus puertas, su edificio principal y naves industriales que existen todavía, se deterioran día a día y me preguntó qué será de ellas en el futuro. Pero la población sigue ahí, llena de vida, hermosa, tranquila y con una identidad muy especial. Casi todos sus habitantes son descendientes de antiguos trabajadores de la fábrica y algunos obreros retirados descansan en sus parques y recorren sus calles. En el lugar se nota que Hércules en una comunidad con identidad, personas que se conocen y han interactuado por generaciones y no anónimos vecinos.
El río serpentea con calma por la mitad de la población, sus casas son en su mayoría pequeñas, pero muy bien conservadas o decoradas, algunas otras tienen grandes huertas. Hay sin duda orgullo de ser de Hércules, de sus nieves, de su equipo de fútbol, de su fiesta de la Purísima Concepción a fines de noviembre e inicios de diciembre. Hércules es un lugar que debe visitar todo queretano, la visita ideal sería un domingo para advertir su carácter de comunidad, conocer su hermosa iglesia, caminar por sus angostas y tranquilas calles, paladear las ricas nieves de la familia Luna, disfrutar de los variados alimentos que ahí venden y respirar esa rica historia. Puede uno cerrar los ojos e imaginarse los cientos de trabajadores, todos confluyendo en la fábrica minutos antes que el silbato señalara el inicio de una larga jornada de trabajo. Pensar en las penurias sufridas durante las huelgas o lo limpia y hermosa que estuvo la población cuando Porfirio Díaz la visitó a principios del siglo pasado. Es Hércules un lugar que debe visitarse, parte del rico patrimonio histórico cultural de Querétaro.