viernes, 24 de septiembre de 2010

Tres décadas
















A inicios de este mes se cumplieron 30 años que me iniciara en la noble profesión del magisterio. Estaba estudiando el último año de la licenciatura cuando decidí hacer el servicio social necesario para graduarme impartiendo algún curso. Fue esa una decisión muy importante en mi vida. Desde ese momento a la fecha he impartido cursos de historia (incluso alguna vez de Inglés) en secundaria, preparatoria y universidad. Muchas veces mientras fui estudiante comparé y pensé en los diferentes estilos de ejemplares maestros, sin imaginarme que ese sería mi destino. Me considero un ser muy afortunado pues he aprendido y disfrutado en todos y cada uno de los cursos que he impartido y lo mejor es que hasta me han pagado por hacerlo. No soy rico, pero tampoco me ha faltado lo suficiente para cubrir las necesidades de mi familia. Agradezco a mis padres que cuando les comunique que estudiaría historia no se opusieron y siempre me apoyaron, de otra forma mi vida quizá no hubiera sido tan completa, satisfactoria y feliz. He leído y estudiado mucho sobre mi profesión, pero el ejemplo y guía de magníficos maestros siempre ha sido más importante. El maestro Amaya en segundo de secundaria, el padre Ildefonso toda mi prepa y mis primeros años como maestro, Ernesto Lemoine y Luis Ramos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, todavía deseo algún día poder ser un poco como ellos. Pero debo también mucho a mis colegas, los verdaderos maestros son buenas personas, comparten, enseñan y son insuperables amigos. Qué decir de los miles de alumnos con los que he tenido el gusto de compartir amenas jornadas de aprendizaje, podrán ser muchos pero algunos vivirán siempre en mi memoria. Gracias maestros, colegas y estudiantes por estos magníficos treinta años.