martes, 6 de enero de 2009

Verde que te quiero verde.











Acogedora cantina.
El pasado mes de diciembre pude visitar una de las cantinas de más tradición en Querétaro, La Casa Verde. Curiosamente este establecimiento se encuentra muy cerca de otras dos viejas cantinas, El Gene y Chava Invita; las tres están a menos de cien metros de la antigua estación de ferrocarril. Es el viejo y pintoresco barrio de la otra banda, pues está cruzando el río, al norte del centro de la ciudad y también muy cercano al popular mercado del Tepetate. La cantina se encuentra en la calle de Cuauhtémoc y todo el establecimiento, tanto el interior como el exterior, se encuentra pintado de verde. El local es amplio, con espacio para unas diez mesas, una barra con bancos, una sinfonola y en las fechas que lo visité, incluso un árbol navideño. Las paredes se encuentran decoradas con variadas fotografías, los propietarios deben ser americanistas, pues tras la barra hay un reloj y un escudo de ese equipo de fútbol. En algunos recortes de periódico o revista que se encuentran también enmarcados en una pared pude leer que sus dueños son Guillermo Estrada y Juan Cervantes. Ellos compraron el establecimiento en 1974, pero la cantina tenía ya en ese año cerca de medio siglo de existir en la esquina de Guerrero y Escobedo. Algunos de estos recortes mostraban las celebraciones por los 19 y 24 años bajo la nueva administración. Llegué y me senté en la barra, don Guillermo atendía con gran amabilidad e inusual elegancia para un barman, pues vestía traje y corbata. Observé también el hecho de que las mesas se encontraban cubiertas de manteles de tela en dos tonos de verde, en casi ninguna cantina usan manteles y menos de tela. Pedí una bebida y se me sirvió acompañada de botana. La especialidad del lugar es el caldo de camarón, pero también preparan consomé de pollo, manitas de cerdo, carne tártara, tacos, quesadillas y pollo adobado. Las bebidas muy bien servidas, la botana con buen sabor, pero sin duda el servicio es lo mejor de todo. Estuve disfrutando el agradable ambiente de este lugar, así como algo de música. Olvidé mencionar que la sinfonola de La Casa Verde no es de las que simplemente tocan música, tiene una pantalla y funciona como karaoke; las personas toman un micrófono y pueden cantar con la música de su selección. Salí muy tranquilo y feliz del establecimiento, dispuesto a caminar un poco por el barrio. Justo cruzando la calle hay una hermosa y típica vecindad, como aquella en la que vive la familia Burrón. Tiene su portería a un lado de la entrada y luego un larguísimo pasillo con pequeñas viviendas en sus costados. El barrio es viejo y seguramente algunas de sus construcciones deben de tener más de un siglo de antigüedad; sus cantinas, sus taquerías, su arquitectura, su comercio y la estación de ferrocarril, hoy centro cultural, lo hacen una parte muy atractiva de la ciudad.