jueves, 28 de febrero de 2008

Comunidades queretanas 08.










La vida rural.
Febrero está a punto de terminar (2008) y al menos aquí en Querétaro ha resultado ser un mes inusual para ser parte de la estación invernal. Los días han sido muy soleados e incluso calurosos si se encuentra uno bajo los rayos del sol. Por ahí de finales de enero algunos días estuvieron nublados e incluso cayeron un par de lluvias vespertinas, pero el clima se convirtió en una especie de primavera muy temprana. La temperatura ha llegado casi a los treinta grados a la sombra y el cielo ha estado con muy pocas o ninguna nube. Si este inusual clima se debe al calentamiento global, es para preocuparse, pues se esperarían inviernos poco fríos tras un periodo de gradual cambio en 10 ó 20 años, y no de un año para el otro.
Febrero es también el mes en que llevamos a los estudiantes del curso Estructura socioeconómica de México a visitar comunidades marginadas de Querétaro, ya en otra crónica queretana describí nuestras visitas de hace un año. Pues esta vez se visitaron comunidades mucho más cercanas, hacia el sur en el municipio de Huimilpan y como a una hora de distancia de la ciudad de Querétaro en autobús. Ese municipio se encuentra en la parte de llanura del estado, es mucho más fértil, más poblada y también menos marginada; hay mucha diferencia con las remotas comunidades del semidesierto serrano que visitamos hace un año. Incluso algunos estudiantes comentaron como en tono de decepción que no vieron gran pobreza en algunos habitantes de los lugares recorridos.
Dos sábados consecutivos participé y conocí las comunidades de Ceja de Bravo y Los Cues. Ahí una agencia del gobierno del estado ayuda a la población a desarrollar pequeños proyectos productivos. Pueden ser elaboración de dulces, cría de conejos o borregos, bordado de textiles, elaboración de pan o productos naturales de tocador o muchos otros. En la región que visitamos apenas están haciendo el diagnóstico para decidir qué proyecto tiene mayor oportunidad de alcanzar el éxito. Así que durante nuestras visitas, las personas que nos recibieron no nos mostraron su mini-empresa, sino un poco de su forma de vida y esto resultó muy atractivo. Recorrimos las comunidades para observar la vivienda, los servicios de salud, las escuelas, las iglesias, los comercios, las calles y el entorno. Varias señoras de estas poblaciones nos guiaron y explicaron sobre todo aquello que llamó nuestra atención. Conocimos algo de historia, de las fiestas religiosas, de los servicios con los que cuentan y de los que carecen, de la actividad económica, de la migración a los Estados Unidos y muchos otros temas. Pero lo más interesante fue sin duda ver y participar en actividades de su vida diaria. Los estudiantes hicieron tortillas y tamales, deshojaron y desgranaron maíz, limpiaron terrenos, acarrearon grava, alimentaron borregos y pudieron ver de cerca burros, caballos y vacas; se interesaron en todo esto e incluso lo disfrutaron. Algunas de estas labores fueron físicamente demandantes, pero las realizaron apenas como para advertir su rigor y pensar que las personas que laboran en el campo a veces las realizan por muchas horas y durante varios días.
En Ceja de Bravo fue muy interesante advertir la importancia que tiene en estos lugares la migración a los Estados Unidos. Todos sabemos los miles de millones de dólares que llegan a México cada año en las famosas remesas que los trabajadores migrantes envían a su familia. Pero más allá de las impresionantes cifras, los efectos de este dinero cobran un significado mayor. Doña Esperanza, nuestra guía nos habló de como la comunidad era muy pobre y casi toda la actividad económica giraba en torno al ejido que ahí existía y como aquellos que no eran ejidatarios eran todavía más pobres. Nos relato de las privaciones que vivió en su infancia, sin electricidad, comiendo básicamente frijoles y tortilla, sin escuela primaria y trabajando en el campo desde la infancia. Pero ahora su marido y dos de sus hijos estaban trabajando en el país del norte y su vida se notaba ya muy diferente. Al parecer es común que uno o dos miembros varones de algunas familias trabajen en el país del norte. El pueblo tiene mejores viviendas, algunas casas son grandes y con cierto lujo y aquí y allá hay antenas satelitales, tractores o grandes camionetas pick-up. Al caminar por el pueblo pudimos ver algunas viejas y pequeñas construcciones de piedra ya abandonadas, que fueron seguramente las viviendas de antaño. Casi todas viviendas ahora tienen grandes jardines con árboles frutales o algunos animales domésticos. Tienen ya kinder, primaria, telesecundaria y un centro comunitario con diez computadoras e internet. La actividad básica de la comunidad sigue siendo la agricultura, pero la misma doña Esperanza ya ni siquiera tiene tierras de cultivo. La cantidad de dinero derramada en estas comunidades debe ser mucho menor a la de poblaciones de Michoacán o Zacatecas que encabezan la lista de migración a los Estados Unidos y en algunos lugares de Michoacán y Guerrero habría que agregarle la riqueza resultado del narcotráfico. Producto del trabajo o del vicio, legal o ilegal, buena parte de la población rural de México debe más a los Estados Unidos que a los programas de la SAGARPA y la SEDESOL.
En Ceja de Bravo visitamos también una pequeña iglesia que se construye y decora con la cooperación de los vecinos. La construcción es pequeña, comparada con las grandes iglesias del pasado, pero tiene una bella ornamentación. En cada pequeña ventana hay bellos vitrales con temas religiosos, el altar y algunos otros objetos para la liturgia son de piedra hermosamente labrada. El día de nuestra visita tendrían una fiesta por la tarde para reunir fondos y seguir con las obras de la iglesia.
Las visitas fueron una experiencia muy placentera, espero que los estudiantes las disfrutaran por igual. Me imagino que para los habitantes de la ciudad siempre será agradable asomarse a la idílica vida rural tan elogiada y distante, pero lo más seguro que mientras sea solamente visitarla. El día de hoy la temperatura por fin descendió un poco, hay sol y pocas nubes pero corre un viento frió con gran fuerza.

Comunidades queretanas 07.




El otro Querétaro.
Los pasados 17 y 24 de febrero (2007) acompañé a algunos estudiantes a visitar un par de pequeñas poblaciones queretanas. Cada año, como parte de la materia Estructura socioeconómica de México, los estudiantes visitan algunas pequeñas comunidades en las cercanías de la ciudad de Querétaro. Esta actividad es considerada complemento a algunos de los temas sociales del curso. Las visitas las organiza y coordina una agencia del gobierno estatal cuya principal labor es el desarrollar pequeñas empresas en comunidades marginadas. Tienen proyectos de panadería, elaboración de dulces típicos, fabricación de artesanías con materiales regionales y también cría de borregos o conejos. Más que prósperas empresas, se busca desarrollar un medio para que estas comunidades tengan un ingreso sin tener que abandonar su lugar de residencia hacia ciudades del país o los Estados Unidos. A mi me tocaron visitas en dos municipios del estado, Peña Blanca en Peñamiller (lo pronuncian con la doble l, peñamiyer) y Corral Blanco en Cadereyta. Querétaro es plano y no tan árido en la zona occidental, por San Juan del Río, Tequisquiápan (o TX como ahora lo escriben) y la ciudad capital, pero hacia el oriente, es montañosa y en partes semidesértica y precisamente es esta región seca la que visité. Los recorridos fueron muy breves, apenas dos o tres horas, sin contar el tiempo de transportación. Varias señoras de las comunidades reciben a los estudiantes, con la supervisión de la coordinadora del proyecto del gobierno estatal. Primero, ofrecen a los visitantes un sencillo almuerzo, con algunos productos o platillos de la región; frijoles refritos, quesadillas, nopales, muchas tortillas e incluso en una visita, conejo en adobo. Más tarde los estudiantes se separan en varios grupos y las señoras les explican el trabajo y organización del proyecto comunitario. También hacen un recorrido por la localidad, donde pueden ver las condiciones de asuntos como educación, vivienda, desarrollo económico o salud.
En el primer lugar que visité se criaban conejos para venderlos como carne. El gobierno les ayudó con material de construcción, jaulas y un pie de cría. Tenían conejeras en varias casas de la comunidad y se turnaban la venta, para que todas las señoras vendieran casi lo mismo. El cuidado y reproducción de estos hermosos animales parece ser sencillo, el problema es encontrar quien compre la carne. Nos explicaron que a veces la coordinadora les consigue ventas en la ciudad de Querétaro, pero que comúnmente venden muy poco entre los habitantes del lugar. La carne de conejo cuesta un poco más que la de pollo, 40 pesos el kilo y quizá por eso y por lo inusual de su consumo sea difícil venderla. Cada conejo tiene casi tres kilos de peso así que el animal ya destazado y limpio cuesta 120 pesos. Al parecer la venta para cada señora es de cinco o seis conejos al mes, no mucho, pero suficiente para considerar no abandonar la actividad. De menos tienen una fuente económica de carne. La piel no se aprovecha todavía, pues esperan a un instructor del gobierno estatal que les enseñe el proceso de curtido.
La otra comunidad que visité criaba borregos. El gobierno los ayudó con material para hacer los corrales, unos molinos de motor para preparar con rastrojo el alimento y un pie de cría. Los borregos se venden casi siempre para elaborar barbacoa en fiestas. Esta segunda comunidad era un poco más próspera y en un lugar menos árido. La cría de chivos es lo más común en estas zonas y se ven poco borregos, aunque la cercanía con el estado de Hidalgo convierte a la barbacoa en un platillo muy socorrido en celebraciones.
Ambas comunidades tenían menos de mil habitantes. Me sorprendió que a pesar de su tamaño contaran con instituciones de educación preescolar, primaria y en una de ellas incluso secundaria. Ambas también tenían un centro de salud, pero sin médico de planta y sin medicinas suficientes. El principal establecimiento es la tortillería, pero muchos hacen sus propias tortillas. Tenían tiendas, pero pequeñas no muy surtidas, obviamente no faltaban las papitas, los refrescos y la cerveza. Por Peña Blanca pasa el río Estorax que en febrero era apenas un arroyo. Ya para esta época del año debes estar seco y no volverá a correr sino hasta las lluvias de junio. En las dos comunidades había agua entubada, y llamaba la atención lo seco del entorno con pequeños oasis de verdor en jardines o huertas que cada familia tiene junto a su casa. La viviendas eran sencillas, muchas ya construidas con materiales modernos, pero todavía se pueden ver por ahí algunas bardas hechas de órganos plantados uno tras otro y construcciones con paredes de carrizo. Algunas personas de estos lugares van a trabajar a Querétaro en la construcción o en labores domésticas, así que no son tan pobres como otras comunidades ya en plena Sierra Gorda. Decía Fuentes Mares que la gente del desierto tiene una forma de pensar y actuar diferente y así creí apreciarlo; meditabundos, parcos de palabras, con un extraño sentido del humor y con un profundo conocimiento de la naturaleza. Si mi vida ha cambiado mucho tras la mudanza a Querétaro, no me puedo imaginar cuanto más cambiaría si viviera en una comunidad como las que visité. El mundo debe ser otro, sencillo, la existencia tendrá otro sentido, otro ritmo. Quizá ya grande y con mis hijas casadas busque un lugar así, no muy lejos de la ciudad de Querétaro y en ese tiempo a destiempo se alarguen mis últimos días.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Cactáceas











Rincones queretanos.
El sábado 3 de marzo salí de paseo con la familia. Son muchas las carreteras que recorren el estado y hay pequeñas y variadas poblaciones a corta distancia una de otra. Fuimos a visitar la ciudad de Cadereyta y sus alrededores. Temprano salimos con la idea de aprovechar mejor el día. Pasamos por la peña de Bernal, como le llaman, aunque en castellano antiguo, bernal significa peña o peñón. Seguimos unos 40 kilómetros adelante y encontramos la ciudad de Cadereyta. La región se encontraba algo seca por la temporada, pero no es tan árida pues se ven muchos árboles y no sólo cactáceas como en otras partes del estado. En una de las orillas de la población, justo tras un gran estanque que antes servía para abastecer de agua a la ciudad y que es conocido como el Pilancón, se encuentra la Quinta Fernando Schmoll. Este lugar que existe desde principios del siglo pasado es un vivero donde se conservan, se reproducen y se venden cientos de especies de cactáceas y plantas suculentas (llamadas así no por su sabor, sino por tener hojas muy gruesas y carecer de espinas). El iniciador de esta magnífica colección fue obviamente el señor Schmoll junto con su esposa la bióloga Carolina Wagner. Hoy opera el lugar la cuarta generación de esta familia. Al entrar yo no iba muy entusiasmado, pero la visita resultó muy interesante y entretenida, incluso mis hijas se emocionaron ante la belleza y singularidad del lugar. Hay varios invernaderos donde se cuidan exóticas especies o donde se reproducen muchas variedades de cactáceas y al fondo del lugar hay un gran jardín lleno de este tipo de flora. Al final del recorrido se pueden compra pequeñas macetas con una o varias cactáceas muy bien arregladas. Hay también una biblioteca con obras sobre el tema y un renombrado restaurante que prepara algunos platos con cactáceas. En Cadereyta acaban de estrenar un parador turístico con locales donde se venden artesanías de la región, pero todavía hay muchos locales vacíos. Venden talabartería pitiada, como en mucho lugares de México, algunos curiosos objetos de piedra pómez y también artículos hechos de mármol; Lo malo de esta última artesanía es que lo que se vende son cruces y floreros como para tumbas, macabro souvenir.
De Cadereyta nos dirigimos a buscar un lugar llamado La isla a unos 30 kilómetros de distancia. Habíamos leído sobre el lugar en una guía de la revista México Desconocido. Alguien no había comentado sobre la impresionante presa de Zimapán, en la frontera entre Querétaro e Hidalgo. En el camino vimos algunos letreros que decían que dicha presa se encontraba a unos 35 kilómetros adelante y dada la cercanía decidimos visitarla. La carretera empezó a descender y era claro que bajábamos hacia la presa, pero parecía extraño que nos acercáramos a un gran cuerpo de agua y que los cerros se veían cada vez más secos. Saliendo de una curva vimos por fin el impresionante lago que se forma tras la cortina de la presa. Parecía tener más de cinco kilómetros de largo y era obvio que su dimensión se extendía más allá de unos cerros que obstruían la vista. Seguimos bajando por la carretera para tratar de llegar a la presa o algún lugar donde pudiéramos descender al lago. La carretera entró en un larguísimo túnel de mil seiscientos metros. Es tan largo que me puse algo ansioso buscando la luz al otro extremo, pero tan pronto adivine la salida me sorprendí del ver una gigantesca pared de roca de 60 o más metros de altura. La cortina de la presa está construida al final de ese primer túnel En un magnífico cañón de roca pura, que en la cortina no tiene más de 60 metros de ancho. Esa presa recibe las aguas del rió San Juan de Querétaro y del río Tula de Hidalgo para convertirse en el río Moctezuma e ir a desembocar hasta el golfo de México. Después de la cortina, la carretera pasa por otros dos túneles, uno como de un kilómetro de largo y el otro menor. Al final de los túneles hay una embarcadero junto a la carretera, donde venden pescado, dan paseos en lancha y se pueden botar lanchas particulares. Opera también ahí una cooperativa pesquera que saca del lago varias toneladas de pescado al año. Nos tocó ver como pesaban cajas llenas de pescados y las subían en camionetas. Al parecer la presa es un muy buen sitio para pescar y cada año se celebra ahí un gran concurso de pesca de lobina. Siguiendo la carretera a Pachuca está ya a unos cien kilómetros adelante. Pero nosotros regresamos hacia Querétaro y a visitar La Isla.
Dzimbanza o la Isla es un sitio turístico poco conocido o visitado. Al parecer fue desarrollado por la Secretaría de Turismo, pero no ha de tener suficiente promoción, pues pocos lo conocen o lo visitan. Se llega a través de un camino empedrado de casi 20 kilómetros de largo, vía seguramente recién construida pues está en muy buenas condiciones. Dentro de un lago, creado con una presa sobre el río San Juan, hay una pequeña isla donde han construido ocho cabañas, cocina, comedor, baños y una pequeña alberca. Es un lugar muy hermoso pues aunque la región es muy seca, han sembrado pasto y muchas plantas. Para llegar a este pequeño hotel es necesario tomar una lancha y recorrer aproximadamente 600 metros por el lago. El día que la visitamos no había una sola cabaña ocupada y apenas unos cuantos pescadores en la zona. También ahí realizan torneos de pesca de lobina y hay un muelle para botar pequeñas lanchas de pesca. Una cooperativa administra el lugar turístico y pescan también comercialmente en las aguas del lago. A la orilla del lago hay un restaurante y albergue, administrado por la misma cooperativa. En la planta baja está un restaurante sencillo pero muy limpio, con cerca de ocho o diez mesas y en la parte alta hay una gran habitación con literas. Este albergue es utilizado por pescadores que seguro pernoctan ahí para iniciar su día de pesca casi de madrugada. Además el costo de una sencilla cama debe ser menor al de una cabaña en la isla. El lugar es muy tranquilo, lejos de ciudades o pequeñas poblaciones, así que sus cielos nocturnos deben de ser espectaculares. Visitamos la isla y luego comimos en el restaurante de la orilla, curiosamente no comimos pescado. El sol empezaba a declinar hacia el horizonte cuando emprendimos el regreso a nuestro hogar en la ciudad de Querétaro, cansados pero muy satisfechos y contentos por el interesante recorrido.

viernes, 22 de febrero de 2008

Paseo gastronómico
















El Mercado de la Cruz
Querétaro es una ciudad que ha crecido mucho en los últimos años, de 1985 a la fecha un 120% (sobrepasa apenas el millón y medio de habitantes).Cual moderna ciudad tiene muchos centros comerciales con tiendas de moda, comida rápida, restaurantes, cines, lugares para ejercitarse y zapaterías de cadenas o franquicias conocidas. Aquí cerca del Tec (Tecnológico de Monterrey, lugar en el que laboro) hay mucho de estos sitios para regocijo de adolescentes, pero siendo éstos lo más común en las grandes ciudades del mundo, no es definitivamente lo que me interesa conocer de mi nueva ciudad. Lo típico o característico de una comunidad se puede encontrar repartido por todos los hogares de los queretanos (reducidos a minoría por los recién llegados), o bien concentrado en los sitios populares. Así que desde mi llegada en enero, había querido visitar el mercado municipal más grande, importante o característico de la ciudad. Por fin el domingo 12 de marzo, fin de semana que no fui a México, pude cumplir mi deseo. Habría podido ir antes, pero una estudiante me advirtió que era más interesante ir el domingo, que es como el día de plaza, cuando abren o se ponen más puestos y va más gente. Obviamente mi principal objetivo era probar la mayor cantidad posible de los alimentos que ahí se vendieran. Lamento mucho que con los años mi capacidad esté decreciendo, pues poco fue lo que pude comer. Que tiempos aquellos cuando podía comer 20 o 22 tacos de pastor; ahora con ocho o diez quedo más que satisfecho. El mercado está cerca del río que alguna vez atravesó la ciudad, ya no corre, pero mantienen el lecho del río con agua, a manera de una gran fuente o estanque y tanto el agua como las orillas están limpias, no huele mal el agua, ni flota basura. El edificio ocupa toda una cuadra, aunque se complementa con muchos otros comercios en las calles vecinas. Pude advertir que varias de las rutas del transporte urbano convergen en el lugar. El recorrido que realicé me recordó las visitas dominicales que muchas veces hice al mercado de Portales en la ciudad de México. También aquí en Querétaro, el domingo es día de ir a almorzar al mercado o a comprar alimentos para llevar a la familia en casa. La variedad de alimentos es parecida: barbacoa, carnitas, gorditas, tlacoyos, enchiladas, aguas frescas, frutas, tepache, pescados, mariscos y fondas con variedad de platillos comunes a todo México. Encontré varios puestos de menudo, rojo, no blanco como lo preparan en el norte del país. También advertí que además de hacerlo de la tradicional panza de res, aquí se puede comer el caldo sólo acompañado de pata. Una de las cosas que pude probar fue precisamente el menudo de pata y la verdad prefiero el de panza pues el sabor es más fuerte, interesante o característico, mientras que la pata casi no tiene sabor y toma aquel del caldo o vinagreta que la acompaña. El menudo no estaba tan picoso como lo preparan en muchos lugares visitados de madrugada por borrachos o crudos, pero había chile en polvo en la mesa para hacerlo más picante. Recuerdo que en Hermosillo, Sonora, en el mercado municipal, los puestos de menudo (blanco) abren de medianoche al amanecer para recibir a los trasnochadores hambrientos. Aquí en los puestos de carnitas se venden mucho los tacos de chamorro, de esos me comí un par y aunque la carne estaba muy buena, la salsa del puesto dejó mucho que desear. Hubiera querido probar la barbacoa, pero ya no pude, sobre todo el consomé y más todavía la panza, que aquí como en el estado de Morelos llaman montalayo, los condimentos deben ser diferentes y no es tan rojo como lo preparan en el D.F.. No pude perdonar el tepache, pero como estaba llegando a mi límite y quería todavía pasear más, le tuve que pedir al vendedor, que aunque me lo cobrara completo, llenara el vaso sólo a la mitad. Con gran gusto encontré varios puestos de garbanzos hervidos, a los que me estoy aficionando y que aquí llaman garbanza y en el estado de Jalisco guasanas. Compré una bolsa grande, pero esos me los despaché en la tarde, tiradote en cama y viendo la tele. También vi por primera vez garbanzos asados, estaban junto a los hervidos y las vainas se veían de un verde más oscuro y en algunos lugares medio tatemadas, otro día los probaré, pero pienso que serán más secos y duros. También había, como en algunos mercados de la ciudad de México y sus alrededores, un pasillo o sección donde se venden tortillas hechas a mano, nopalitos, pata de res en vinagreta, aguacates, y tamales de pescaditos. Estos últimos son en realidad como tortitas de muchos charales frescos, envueltos en hojas de maíz y medio asados. Compre uno de estos tamales, pero lo comí más tarde en casa, con mucho limón y salsa picante. Ahí mismo vendían tamales de hueva de carpa, nunca los había visto, probé uno y en verdad no tenían gran sabor. Como en todos los mercados había también tortillerías, carnicerías, papelerías, puestos de ropa, zapatos tenis, loza, plantas, dulces y fruta. Llamó mi atención un puesto de canastas de mercado. Estas canastas de carrizo trenzado, que yo pensé ya nadie usaba y por lo tanto ya no se vendían. Aquí muy cerca, en Tequisquiapan, la artesanía principal son cestos, canastos y otros objetos hechos de fibras de origen vegetal, pero ni ahí había yo visto ya grandes canastos. Recuerdo varias canastas colgando de un gancho desde el techo en la cocina de mi abuela en Cuernavaca. En la parte posterior del mercado, en un espacio que yo creo es quizá estacionamiento entre semana, ahí se ponen muchos puestos de ropa, zapatos y sobre todos películas y discos piratas. Me llamó mucho la atención el tamaño de los mismos y la variedad que se encuentra en ellos. Puestos con grandes mesas y con cientos de discos o películas en exhibición. Ahí me compre un disco mp3 con casi 10 horas de música con el cursi título de Pure Love, pero que muy a mi pesar tiene muchas, pero muchas de las canciones favoritas de mi juventud. Son tantos los puestos semifijos en los alrededores del mercado, que sus lonas y estructuras llegan a ocultar su hermosa arquitectura; pues en una parte tiene unas arcadas muy bonitas, sus pasillos son amplios y hay una muy buena iluminación en su interior. Sería la novedad, pero este paseo me gustó más que otros que he hecho por el centro de la ciudad. Tengo que volver al mercado pues hay todavía mucho que probar, ver y comprar. Cuando me acabe el rollo que tengo en la cámara y lo revele les mando unas fotos de este tan interesante lugar. Finalmente completo que aquí son muy escasos los queretanos, en un par de grupos he pedido que levanten la mano los nativos de la ciudad y en uno había solo dos de treinta y en otro también un par y eran hermanos. Muchos de los inmigrantes somos chilangos, pero también han llegado bastantes de otras ciudades de la región.

Dulce recuerdo











Oaxaca en Querétaro.
El pasado jueves 22 de junio (2006) asistí a una conferencia en el Museo de Arte sobre la historia de un antiguo edificio queretano que inició como molino de trigo y es hoy la Universidad Marista. La conferencia fue bastante interesante, pues además de conocer la historia de dicha construcción, se comentó también sobre el crecimiento urbano de la ciudad desde el siglo XVI hasta nuestros días. La conferencista explicó todo de forma muy amena y acompañó su plática de muchas ilustraciones. Al final del evento, hubo un vino de honor durante el cual pude platicar un momento con la historiadora y comprar un libro que escribió sobre el tema. El Museo se encuentra en una magnífica construcción que fue el convento de los agustinos en la ciudad. Este es uno de los museos que todavía no he recorrido, pero lo poco que pude ver en la breve visita me sorprendió por su belleza arquitectónica.
Estuve a punto de no ir a la conferencia, pues en camino al Museo pasé por la plaza principal o jardín Zenea, una de las muchas plazas en el centro histórico. Justo junto a su quiosco, hay (ahora lo sé) cada jueves un baile. Aunque soy un pésimo bailarín, me encanta ver bailar. Esperaba que diera la hora de la conferencia sentado muy feliz en una de las bancas del jardín (¿me estaré convirtiendo en provinciano o en viejito?) y vi como se preparaba el baile y a punto estuve de quedarme a gozar del espectáculo. He de volver un jueves para poder escribirles otra crónica queretana.
Al final de la conferencia, a la que finalmente sí asistí, llovía un poco. Esperé un momento y salí del museo cuando estaba a punto de anochecer. Caminé unas cuatro calles hasta la esquina donde pasa el autobús de la ruta siete, la que me lleva de casa al centro y de vuelta. La lluvia había quizá amedrentado a la gente, pues el autobús no llevaba muchos pasajeros. Me fui hasta los asientos del fondo y me senté junto a un señor que llevaba un gran cilindro metálico sobre las piernas. Era un vendedor de obleas. Todos los hemos visto caminando en las tardes por las calles de diversas ciudades de nuestro país. Van siempre tocando un triángulo metálico, cuyo sonido, además del bote de metal, los identifica ante sus clientes. Inicié una conversación con mi compañero de asiento preguntándole si la lluvia había arruinado su recorrido vespertino. Le comenté que yo sabía que el origen de la golosina que vendía era Oaxaca. Le dije que recordaba como en mi remota infancia me había tocado ver por primera vez a los vendedores de obleas en la ciudad de Oaxaca y que entendía ese era su origen. Pero que en esos años las obleas no eran como hoy, del tamaño de un plato dobladas por mitad, sino pequeñas obleas dobladas en barquillos o conos como del tamaño de un dedo índice. También le comenté que los botes en los que se acomodaban de forma radial cientos de estos barquillos, tenía en la tapa una flecha metálica sobre un eje que le permitía girar. En un círculo alrededor de la flecha giratoria había números en desorden, casi todos bajos, pero por ahí un anhelado 20. Los clientes, casi siempre niños, obtenían por, según recuerdo, 20 centavos el derecho a girar la flecha de la tapa. Obviamente se entregaba al cliente el número de barquillos que señalaba la ruleta. El señor del bote me contestó que efectivamente el origen de esta golosina era Oaxaca, que él era oaxaqueño. Me comentó que también recordaba los botes de ruleta y barquillos, pero que ya casi no los había hoy en día. Agregó que los barquillos se siguen haciendo y abriendo el bote me obsequió un pequeño barquillo de los que llevaba junto a obleas dobladas por mitad.
El vendedor de obleas me aclaró que había nacido en un lugar cercano a Huajuapan de León, Oaxaca, en la parte del estado que colinda con Puebla. Que su padre era quien lo había iniciado en el oficio, pues no se trata nada más de vender las obleas sino también de elaborarlas. Me explicó que no sólo las obleas son oaxaqueñas de origen, sino que también en todos los lugares de México donde se elaboran y venden, los que lo hacen son oaxaqueños. Le recordé el caso era muy parecido al de los habitantes de Tocumbo, Michoacán, que se han dedicado a la elaboración y venta de paletas, nieves y helado por todo el país en establecimientos casi siempre llamados La Michoacana. Incluso a la entrada del pueblo hay un monumento a la paleta. Me dijo que él había venido a Querétaro a estudiar pero que acabó dedicado a las obleas pues es un trabajo tranquilo y que deja para vivir. Explicó que en tres horas en las mañanas prepara obleas y barquillos para la venta del día y que luego por la tarde sale a caminar por diferentes rumbos de la ciudad y a veces en otras poblaciones. La ganancia debe ser grande, como en la venta de algodón de azúcar, pues los ingredientes son pocos, económicos y el producto se vende con bastante ganancia. No me dijo los ingredientes, pero deben de ser harina, agua y azúcar, lo que si aclaró es que el secreto era la vainilla que se agrega a la mezcla. Obtener la receta no debe ser difícil, la parte complicada es hacer los instrumentos necesarios. Me explicó que con un herrero se debe de mandar a hacer la plancha donde se preparan las obleas, debe calentar parejo y además la oblea se prensa sobre la plancha para que quede muy delgada. También es necesario mandar a hacer el bote en un lugar donde se hagan cazos y tamaleras. El bote lleva una correa de cuero para cargarlo. También hay que mandar a hacer con un buen herrero el triángulo metálico, pues es más grueso y sonoro que los triángulos musicales normales. Yo calculo que el costo de cada oblea no debe ser mayor a los 20 centavos y este señor vende cinco obleas por cinco pesos. Yo le compré un par de bolsitas, 10 obleas en total y su sabor era muy bueno además de ser mucho más delgadas que otras que había comprado antes, come uno menos pero la sensación de fragilidad es más agradable.
Le pregunté si era el único vendedor de obleas en la ciudad y me contestó que el creía que había como 25 personas dedicadas al oficio. Que también muchos padres ya están transmitiendo el negocio a sus hijos, pero que todos son oaxaqueños. Me comentó que un paisano suyo de la ciudad le hizo un pedido para un evento en el que iba a preparar 450 pesos de ingredientes, el equivalente a su venta de varios días y que en algún tiempo tuvo dos ayudantes en la parte de la venta. Me habló de una persona de Oaxaca que incluso puso una especie de fábrica de obleas en la ciudad de México, pero que cerró por la muerte del dueño. Me comentó con gran satisfacción que estaba muy contento con su oficio, pues le daba para vivir y que además era su propio patrón, que si necesitaba más dinero, hacía más obleas y salía más temprano a vender, que si estaba enfermo o cansado y sin gran necesidad económica, descansaba. El caminar o pasear por muy variados lugares por las tardes parece atractivo, más cuando el bote no pesa tanto, lo difícil ha de ser la elaboración de las obleas. Seguramente se necesita de una cierta destreza para manejar las obleas sobre la plancha caliente. Esta última parte puede ser hasta peligrosa, por trabajar bajo una prensa. No pregunté al respecto, pero advertí que al vendedor de obleas le faltaba parte del dedo anular en la mano derecha.
Ya no pudimos seguir platicando, pues el señor se tuvo que bajar del autobús antes que yo. Vive en la colonia España, muy cerca de la Arena Querétaro, el lugar donde he asistido a las luchas. Fue una muy buena tarde, aprendí sobre el Molino San Antonio, la historia de Querétaro y también sobre esta curiosa golosina mexicana.

domingo, 17 de febrero de 2008

Ahogado de sabor



Tortas ahogadas.
El verano es el tiempo para descansar un poco, relajarse y hacer algunas de las cosas para las que comúnmente no se tendría tiempo. Desde que acabó el semestre he estado rediseñando un curso, trabajando en algunos materiales didácticos, así como impartiendo un curso de Cultura Mexicana para estudiantes extranjeros; pero aunque en algunas ocasiones el día parece insuficiente para lo que se debe hacer, la mayor parte de veces sobra un poco de tiempo. Tengo un par de semanas de estar tomando por las mañanas una clase de yoga. La clase la imparte una maestra de inglés que algún tiempo trabajó en el campus Ciudad de México, Crista Crummer. Ella se acaba de certificar como instructora en esta disciplina y decidió ofrecer este curso para sus colegas de la Prepa. Temprano estoy llevando a mis hijas a la escuela, pues en estos días la hora de entrada al Tec es a las ocho. Les gusta mucho que las lleve, hasta se levantan más rápido que de costumbre. A las 7:15 salimos de la casa, a la media las dejo en la escuela y a eso de las 7:45 estoy ya en mi oficina. Me preparo un té, leo un poco el periódico y a las 8:15 inicia la clase de yoga. No usamos uno de los salones de baile o el gimnasio, sino un pequeño patio que hay en la planta baja del edificio de cubículos de la prepa. Somos unos siete u ocho estudiantes, y hasta la semana pasada era el único hombre en el curso, ya llegó otro maestro El yoga no ha resultado muy demandante físicamente, pues no se trata tanto de ejercitarse aeróbicamente sino más bien de estirarse y relajarse. La primera semana estuve algo adolorido de la parte posterior de los bíceps, pero ya no. La clase es muy breve, apenas de unos 45 minutos y la parte que más me gusta es la relajación del final de la sesión, bien podría quedarme ahí relajándome y dormitando media hora más. Las primeras clases fueron de mucho esfuerzo, pero cada vez es más sencillo y como que empiezo a sentir mucho más la parte del relajamiento. También por las tardes he estado corriendo un poco; al terminar mis labores a eso de las tres o cuatro voy y corro unos dos kilómetros en una pista que hay muy cerca de la prepa. Hacía algo de estiramiento también, pero ahora en clase de yoga he comprobado que fue por mucho insuficiente. Luego me voy a casa a comer y a descansar. No corro diario, pues he querido hacerlo a un buen paso, sin excesos. He ido incrementando la distancia y reduciendo mis tiempos, pero esto del ejercicio aeróbico vaya que ha sido difícil, pues debo tener casi 20 años de no hacer ejercicio. El deporte que más he practicado ha sido el billar (y no mucho), que además de no ser muy demandante físicamente, casi siempre se hace al mismo tiempo que se bebe cerveza y se comen frituras.
Algunos días también he podido irme a casa temprano, a las tres en punto, para comer con la familia. En el camino del trabajo a la casa hay un lugar que vende tortas ahogadas al estilo Guadalajara. Un par de veces me había detenido a comprar una torta para mí, pero a eso de las cuatro o cinco que pasaba, ya se habían terminado. Los dueños del lugar son tapatíos y yo creo venden bastante bien su producto. En Guadalajara las tortas ahogadas son como los tacos de canasta en el la ciudad de México, un platillo para un tardío desayuno o almuerzo, pero aquí en este lugar se venden más como alimento del mediodía o comida. La torta ahogada tradicional es un pan especial, parecido al bolillo pero no tan esponjado y con una costra más gruesa y dura. Se rellena tradicionalmente de carne de cerdo o carnitas, sin ningún otro ingrediente en su interior. Ya preparada la torta, se sumerge o ahoga en una pequeña cubeta llena de picosísima salsa de chile de árbol. El pan es especial, de una costra muy grande o dura, para que no se remoje o ablande tanto o tan rápido tras la inmersión en la salsa (los famosos birotes de Guadalajara). Incluso he visto lugares donde sofríen el pan para que el aceite lo proteja un poco más de ablandamiento. De hecho en este lugar en Querétaro solicitan a una panadería que les elabore este pan especial, diferente en sabor y consistencia al bolillo o telera; más salado, con una masa no tan esponjada y gruesa costra. Si la torta ahogada ha ido ganando adeptos y extendiéndose por muchas partes del país, ha sido porque se ha tenido que adaptar al gusto de un público más amplio. El porcentaje de mexicanos que pueden comerse y disfrutar una torta ahogada o medio ahogada en salsa de chile de árbol debe ser muy pequeño. Su excesivo picante mantuvo a muchos lejos de este particular platillo, pero no por mucho tiempo; seguramente al buscar un mayor consumo, algunos torteros, han ido modificando las características de la torta ahogada para hacerla menos picante y más atractiva. Tanto en Guadalajara como en otros lugares he visto que las tortas ahogadas se remojan o sumergen ya en un caldillo a base de jitomate muy condimentado y poco o nada picante; yo creo le ponen orégano, poco comino, cebolla y algo de ajo. Para aquellos que gustan y resisten el picante en exceso también preparan la consabida salsa de chile de árbol, pero se ofrece como una opción y no como requisito indispensable. En este lugar de tortas ahogadas en Querétaro, primero parten el pan, ponen un poco de frijoles refritos sobre la parte inferior y agregan la tradicional carne de cerdo. Esta torta se sirve en un plato hondo, para que contenga el caldillo de jitomate o chile. Cada torta se ofrece con casi una taza. de caldillo de jitomate y si se quiere con cerca de media de salsa de chile de árbol. Se ofrece también para aderezar la torta, cebolla marinada en limón, orégano y quizá que un poco de vinagre. La torta se sirve con una cuchara, pues por lo remojada que queda tras su preparación, no se puede comer con la mano como una torta tradicional, el pan, la carne y la salsa se comen casi como una sopa muy espesa, más que un pan relleno. Cuando he podido llevar tortas ahogadas a casa, ni siquiera pido la salsa de chile de árbol, el caldillo de jitomate es suficiente por sabor y nadie en casa gusta o resiste lo muy picante. En el mismo lugar también venden unos tacos muy extraños, apenas los probé esta semana. Tienen unas tortillas de maíz fritas hasta parecer tostada, pero están dobladas a la manera de un taco hard shell en los Estados Unidos. Lo extraño es que el relleno no se introduce entre las dos mitades de la tostada doblada, sino se pone encima de una de las caras, como en media tostada. Le ponen la carne de cerdo de las tortas, algo de col, la cebolla en limón y por supuesto el caldillo de jitomate o la salsa de chile de árbol. En otro lugar de tortas ahogadas en el centro, que por cierto ya cerró, había visto tacos dorados de papa, pero no estas medias tostadas. La nueva torta ahogada es un platillo muy rico y con posibilidad de ser probado hasta por un extranjero que no acostumbre el picante. Es sin duda una forma muy particular de comer carne de cerdo y como en el caso de los tacos, su calidad se debe en gran medida a las virtudes de las salsas que lo acompañan. Es también un alimento pesado, pues además de ser mucha carne de cerdo, el pan remojado ha de ocupar bastante espacio, sin olvidar la posibilidad de que todo vaya cubierto de una muy picante e irritante salsa de chile de árbol. La torta ahogada va pues por el camino de muchos de los grandes platillos de la gastronomía mundial, que empiezan sencillos y modestos, pero a los que se les van agregado ingredientes o sofisticada preparación, de manera tal que de un sencillo y poco atractivo inicio cual oruga o gusano, terminan convertidos en deslumbrantes mariposas gastronómicas. Casos como el de la enchilada, la pizza, el mole o el pozole. Me voy a comer.

Acá las tortasssss!







Una tortería.
He tenido algo de trabajo y no había podido escribir, además poco he visto o paseado, algunas tardes me voy al centro a recorrer sus calles e ir descubriendo tiendas y sobre todo lugares para comer.
Hace unos días fui a una pequeña tortería en el centro que me gustó mucho, de hecho he regresado a comer ahí ya tres veces. Esta en la calle de Independencia, frente el Jardín del Arte. Su especialidad es la torta de milanesa, pero todas son unas tortas como nunca las había visto. El pan son teleras, las abren y les ponen a todas sin importar el contenido en una mitad mostaza y en la otra crema. Las hay de jamón, queso de puerco, queso, pollo, chorizo, carnitas y milanesa. Todavía no he comido de carnitas, pues siempre que llego ya se acabaron. Por un pago extra le pueden agregar queso. Lo curioso es que sin importar cual sea el ingrediente principal, le agregan jitomate y cebolla y ya todo listo para poner la tapa encima del contenido, le ponen una salsa a base de jitomate muy espesa, parecida al caldillo de las albóndigas, con una gran cuchara de cocina. Esta salsa le agrega sabor a la torta, además de humedecer el contenido para que no resulte tan seco o duro. La cucharada es justa, pues moja bien los ingredientes pero el líquido no chorrea o humedece el pan. Luego ya que van a poner la tapa, ésta la sumergen con rapidez como hasta una tercera parte en la grasita roja donde fríen el chorizo, así una parte de esta mitad del pan queda roja y brillante como con apariencia de pan de pambazo o guajolota. El aceite no agrega mucho sabor a la torta, ha de ser más por fines estéticos.
Otra cosa curiosa es que las milanesas que ahí hacen son muy especiales, no son el típico pedazo de carne delgado, plano y empanizado que todos conocemos, sino grandes trozos de carne, delgada pero no plana. Esta plegada como si fuera chicharrón seco, tiene amplios pliegues, ha de ser todo un brete empanizarla. Tienen en la barra donde se preparan las tortas una gran cacerola donde fríen esta extraña milanesa, y más que un sartén es una especie de freidora pues tiene aceite con una profundidad de cómo 15 centímetros. Meten las grandes milanesas, que calculo han de ser como de medio kilo de carne y luego la sacan como si fuera un pedazo de chicharrón (no por lo seco y duro) con pliegues. Así plegada la parten en piezas del tamaño de una haba grande y en vez de poner en la torta carne plana la ponen así plegada y la torta queda más gruesa y hay como más que morder. Ya para entregarlas las parten por mitad, pero no a lo ancho sino con una corte en diagonal, con lo cual come uno dos trozos delgados y largos, lo que facilita meterlos a la boca. Para acompañar hay refrescos, pero también preparan agua de frutas. En mis tres visitas he visto de fresa, mango y melón. El día anterior se puede ver en la parte posterior de la tortería la caja de fruta con la que prepararán el agua del día siguiente. Hay una barrita con lugar para sentar a siete u ocho personas, hay dos torteros que apenas pueden sacar los pedidos, y mucha gente llega a esperar unos cinco o diez minutos por sus tortas. La gente hace muchos pedidos para llevar y algunos son de seis u ocho tortas. Los torteros tienen un trabajo muy pesado, pues no paran, un pedido tras otro. Algo alcanzan a distraerse, pues encima de la puerta y a espaldas de los clientes sentados tiene una televisión con cable, la cual oyen y a ratos pueden echar una rápida mirada. Olvidaba decir que la tortería se llama Nico y las tortas cuestan 15 pesos y las de chorizo, carnitas y milanesa 16 (las fotografías se tomaron casi tres años después de escrito el texto).

La tercera caída


Luchas de aniversario
El pasado 9 de enero (2007) por fin pude regresar a las luchas en la Arena Querétaro. Esta vez fui acompañado de mi hija menor Daniela. Ana Violeta no quiso ir, pero estoy seguro que la próxima se nos unirá, por lo contenta, impresionada y emocionada que llegó su hermana al volver a casa, tras su primera visita a las luchas. Al pasar por a la Arena el fin de semana anterior, vi el cartel que anunciaba al Hijo del Santo enfrentando al Blue Demon Jr. Me estacioné y compré boletos, pero ya no había de los asientos numerados cercanos al ring y compré dos de ring general. Si mis dos hijas finalmente aceptaban ir, no me quedaría corto un boleto, pues en esa sección los niños son aceptados dos por un boleto.





La Lucha Libre se ve mejor en la
Arena Querétaro
Luz, sonido y bellas edecanes.
Como lo vio en la TV, en vivo y a todo color.

Función de aniversario
Conmemorando los XXIV años de tu arena.
El Hijo del Santo, Negro Casas y Blue Panther
vs
Blue Demon Jr., Tarzan Boy y Olímpico.

Semifinal de parejas
El campeón nacional welter Sangre Azteca y El ruso sexy Alex Koslov
vs
El dueto fraterno La Máscara y Máximo

El desafio en revancha
El Corzario y Perro del Ring
vs
Ursus y Príncipe Valiente Jr.

Segunda lucha de parejas
Los tigres del ring Tigre Blanco y Tigre Metálico
vs
Los albiazules Los Drabek

Gran mano a mano
Furia Dorada Jr.
Vs.
El Rojo

El martes nueve de enero temprano nos llevaron a las inmediaciones de la arena, para de ahí caminar y llegar cerca de 40 minutos antes del inicio de la función y alcanzar un buen lugar en la sección general. No sentamos muy adelante con la reja o malla que divide las dos secciones justo frente a nosotros. Esta vez pude llevar una cámara, mi nueva adquisición digital, con la que esperaba obtener varias buenas fotos. Estábamos como a unos seis metros del ring. Daniela llegó muy emocionada, preguntando por todo, pero con la larga espera se le bajó un poco el entusiasmo.
En la primera lucha no hubo espectacularidad ni emoción. Furia Dorada Jr. y El Rojo estaban muy lejos de verse atléticos, más bien chaparros y panzones. Aún así algo se empezó a emocionar Daniela con algunos saltos y llaves. En las siguientes luchas la calidad y expectación fue en aumento, y la arena muy pronto se vio llena de ruidoso público. Encontré difícil tomar buenas fotos con la nueva cámara digital, pues para que resultaran espectaculares había que tomarlas en el momento preciso del golpe o salto. La cámara automática tarda unos segundos en medir la distancia y la luz y se dispara a veces ya muy tarde, tras la acción que se deseaba captar. Ya más adelante en la noche pude captar algunas escenas espectaculares, adelantándome, pero no siempre resultó bien. Curiosamente la lucha que más nos gustó no fue la estelar y final, sino la anterior. En ella participó Máximo, luchador queretano que se hace pasar por homosexual o amanerado, provoca mucha risa y es un muy gran espectáculo. Entra al ring como modelo muy femenina, en donde además de su atuendo de luchador, lleva un gorro tejido y una bufanda de color rosa. El público lo conoce y lo apoya con gran fuerza. No cesa el grito de ¡Máximo, Máximo, Máximo! Mas no por sus amaneramientos o caracterización es un mal luchador, tiene buenos movimientos y espectaculares saltos. Para regocijo del público, Máximo y su pareja acabaron derrotando en tres caídas a sus adversarios del bando rudo. Uno de los derrotados era Alex Koslov, que se presenta como ruso y entra al ring mientras se escucha un canto muy marcial que parece ser del coro de las fuerzas armadas de la extinta Unión Soviética. Entra vestido con un calzón rojo con una estrella dorada al frente y su apellido con letras doradas en la parte posterior. Lleva también con una gorra invernal del ejército y una bandera rusa a manera de bufanda; se la quita y la exhibe con orgullo. Con todo ese rudo atuendo y un cuerpo con muchos músculos no pudo con el femenino Máximo. Ana Violeta mi hija mayor ya dijo que quiere ir a las luchas, pero sólo si se presenta Máximo.
Por ser función de aniversario, los boletos costaron un poco más de lo acostumbrado y hasta las comúnmente no tan esbeltas muchachas que bailan y se exhiben entre luchas y caídas, ahora estaban un poco más agraciadas. La función se alargó con la entrega de flores a un luchador que cumplió años y con un pastel que se partió (pero no se repartió)
por el aniversarios de la Arena. La lucha estelar inició casi al cuarto para las once y yo había dicho que regresábamos a eso de las 10:30, pero Daniela estaba cada vez más emocionada y nos tuvimos que quedar hasta el fin. Tendré que confesar que el enfrentamiento de tercias fue bueno, pero la locura se desató más por el renombre de dos de los luchadores. Desde la presentación se sentía un mayor volumen de ruido y emoción. Pronto se dejaron escuchar los gritos de ¡Santo, Santo, Santo! del lado de los técnicos y de ¡Demon, Demon, Demon! en el lado de los rudos. La gente deseaba ver el enfrentamiento entre estas dos leyendas de la lucha nacional, pero fue hasta la tercera caída que por fin pudimos verlos frente a frente. La Arena parecía derrumbarse con todo el ruido y porras que se oían. Sin duda fue el momento más emotivo de la noche y de muchas otras noches. Los técnicos se impusieron en tres emocionantes caídas, Daniela parecía estar al borde de un infarto cada vez que ponían la espalda del Santo contra la lona. Tan pronto se decretó el triunfo de los técnicos, corrimos fuera de la arena para alcanzar un taxi antes de que la multitud saliera. Llegamos a casa casi a medianoche, pero no pudimos dormirnos de inmediato, pues estuvimos platicando emocionados del sensacional espectáculo que habíamos presenciado esa noche.

Más luchas y paseo










Místico y dominical paseo.
Tiene ya un buen tiempo que no podía sentarme a escribir, después de una semana de vacaciones y descanso es ya justo y necesario.
El martes 14 de marzo fui de nuevo a las luchas, no fue tan emocionante como la primera vez y hasta regresé a casa un poco molesto. Quería volver a ver el espectáculo, pero también tomar fotografías del mismo.

Mano a mano
El Invasor vs Zarna
La revancha entre queretanos
Ozuno y Fuego Latino vs Espíritu Negro y El Lince
Tercera lucha explosiva
Danger y Perro del Ring vs Escándalo y Ursus
Semifinal super emocionante
La Máscara, Último Dragón y Mr Niebla vs Damián 666, Sangre Azteca y El Terrible
Quién es el verdadero rey del aire, disputándose el trofeo, armándolo juntos
El príncipe oro y plata Místico vs El rey de la rudeza y el aire Mr. Águila
Referees King López y Prof. Tino
Luz, sonido y bellas edecanes.


Esta vez fui a comprar mi boleto una semana antes para conseguir de los asientos numerados cercanos al ring y tomar buenas fotos. Primero pregunté a la señorita que me vendió el boleto, la cual me respondió que no estaba permitido el uso de cámaras fotográficas o de video, luego creí confirmarlo al ver un gran letrero a la entrada de la arena que decía lo mismo. Resignado fui sin mi cámara, con la sola idea de gozar el espectáculo, pero casi no pude hacerlo pues desde un inicio me di cuenta que había cerca de 50 o más espectadores tomando fotos. Así que si bien es cierto que de cerca las luchas se disfrutan más, casi no pude hacerlo por estar pensando en las espectaculares fotografías que hubiera podido obtener de no haber sido por mi ingenuidad. Así que les sigo debiendo las fotos. La función de esa noche fue muy esperada y los boletos numerados se acabaron el mismo día que salieron a la venta. Dos semanas antes en la lucha estelar se habían enfrentado el luchador más popular del momento, Místico contra Mr. Aguila. En esa ocasión el ídolo del momento fue derrotado por su rival del bando de los rudos y según me lo contó uno de mis estudiantes, de forma humillante, pues casi lo desenmascaró y hasta lo hizo sangrar de la cabeza. Así que ahora se esperaba la revancha de Místico. Desde que llegué vi una mayor afluencia, incluso descubrí que la arena tiene una tercera sección en la parte superior, que estuvo vacía la primera vez que fui, por lo que no me di cuenta de ella. Místico es un luchador muy espectacular, viste una máscara blanca y un pantalón a las rodillas también blanco, ambas prendas van decoradas con unos como rayos dorados tornasol que recuerdan la decoración de la casulla de un sacerdote católico. Místico es conocido por la acrobática espectacularidad en su forma de luchar, grandes saltos de gran precisión. Pero esa noche me quedó a deber su admirable espectáculo. Desde la primera caída Mr. Águila empezó a darle tal golpiza al técnico, que éste se la pasaba en la lona o el piso de abajo del ring todo el tiempo. La gente empezaba a corear su nombre ¡Místico, Místico! y en esos momentos como que se recuperaba un momento y luchaba con un poco más de fuerza o entusiasmo, pero aún así perdió la primera caída. De nuevo le destrozaron la máscara y con los restos de la misma, apenas cubriendo una tercera parte de su rostro siguió luchando. La segunda y tercera caída fueron muy parecidas, el rudo siguió castigando al ídolo, haciendo trampas y el público seguía incansable coreando ¡Místico, Místico! Esos gritos funcionaron para que apenas por unos cuantos segundos Místico sacara fuerzas de flaqueza y en dos breves momentos hiciera gala de esos movimientos que lo caracterizan y dominara a Mr. Águila en las dos últimas caídas. Así que casi el 95% del enfrentamiento fue de una tremenda pamba para Místico y solamente pudimos gozar de unos 20 o 30 segundos de su maestría. El resultado fue lo de menos, yo estaba ahí para verlo luchar, no para verlo ganar y la verdad no disfruté el encuentro, más bien fue una decepción que se unió a la de no haber podido tomar fotografías. ¡Lástima de mis ochenta pesos! Viví el encuentro con algo de intensidad, gracias a un par de niños sentados a mis espaldas que no pararon de gritar casi en mis oídos ¡Místico, Místico, Místico! durante toda la lucha. El resto del programa estuvo entretenido, sobre todo me divertí mucho con los luchadores de la semifinal y como el público se burlaba de ellos. Igual fue más teatro o payasadas que lucha, pero vaya que esos seis luchadores supieron meter al público en su representación y divertirnos. En especial El Terrible, luchador de físico impresionante y una cabellera hirsuta y larga, a quien el público empezó a corear ¡Rigo, Rigo! por el ídolo de Matamoros. Cual niño berrinchudo El Terrible fingió muy bien estar molesto y ya no quería luchar, hasta abandonó el ring y retornó a los vestidores por un rato. Luego volvió y hasta brincó separando las piernas hacia delante y atrás a la manera que lo hacía Rigo Tovar. Si se olvida uno de la pretensión de ver buena lucha, el espectáculo puede ser muy entretenido y divertido.
Hace unas tres semanas me quedé en Querétaro el fin de semana y pude pasearme algo tras una obligada visita dominical al Mercado de la Cruz. En esta ocasión pude probar unas gorditas de gran fama y demanda por estar hechas de una masa de maíz martajado en lugar de molido, lo cual les da una consistencia algo dura y hasta medio crocante, pero el sabor es prácticamente el mismo. También me comí unos tacos de barbacoa, que aunque no estuvieron malos, quizá mis altas expectativas generaron una ligera decepción. El puesto estaba a reventar, venden tacos de carne, de panza y por supuesto consomé. Todo estaba bueno pero no sobresaliente. Probablemente el resto de mi vida esta culinaria decepción se repita, tras haber probado la riquísima barbacoa de Santiago en Palmillas. Cuando uno viene de la Ciudad de México a Querétaro y después de pasar la segunda caseta de cobro en Palmillas y antes de llegar a San Juan del Río, hay una parte del camino llena de lugares que ofrecen barbacoa. Ahí la de más fama es una de nombre Santiago (santo patrono de la ciudad de Querétaro) y con una sola visita que he podido hacer, ese establecimiento se ha convertido en el Everest de las barbacoas, hasta ahora no superado. La carne suave, con ese saborcito ligeramente ahumado de la barbacoa de hoyo. La panza bien condimentada y con ese sabor de las vísceras de borrego que ha pastado por el campo, no de borrego de granja de Nueva Zelanda alimentado por Purina. Pero sin duda lo mejor es el consomé, de un oscuro color y sobre todo con ese sabor a borrego, a campo, a hierba, que pocos consomés tienen hoy en día. Lo malo del asunto es que el lugar es algo caro, pero vaya que vale cada peso que se paga. Las salsas son también buenas y no falta la tradicional salsa borracha, espesa y bien condimentada. Además tiene una parte en la que elaboran jugos y licuados de todo tipo de frutas. Sobra decir que el lugar está siempre muy lleno, hay que esperar para entrar y muy temprano en la tarde todo se acaba y cierran.
Volviendo a mi paseo dominguero, después de almorzar y hacer un recorrido de compras por el mercado, me fui caminando al Convento de la Cruz, a unas tres cuadras de distancia. Sólo pase por enfrente, pues ya lo había visitado anteriormente. Enseguida me dirigí a la Alameda, hermoso y antiguo jardín en el centro de la ciudad. No soy un entusiasta de los lo parques, pero éste definitivamente me gustó. Para empezar todo su perímetro tiene una barda pequeña combinada con reja y en los accesos unas arcadas muy elegantes. Me gustó, pues en primer lugar no estaba saturado de personas, a pesar de que era domingo. Pocos paseantes recorrían sus corredores o estaban en bancas a la sombra de sus múltiples y antiguos árboles. No se permite la entrada con alimentos y también está prohibido el caminar o jugar en sus prados. Además en la reja perimetral había una exposición de fotografías de naturaleza en diferentes partes de México, plantas, animales, ríos, lagunas, selvas, islas, playas. Tiene también un quiosco en su centro, pero ese día no había música o actividad alguna ahí. Un oasis de serenidad en pleno centro de la ciudad. Tomé un par de fotos, me senté un rato a disfrutar su tranquilidad y pude ver las ardillas que corren por sus prados de árbol a árbol.
De ahí seguí caminando hasta el Cerro de las Campanas, famoso escenario de nuestra historia patria. Yo me lo imaginaba un cerro sin vegetación, seco y lleno de polvo, pues no lo conocía y recordaba una pintura de José María Velasco en donde luce exactamente así. Pero la sorpresa fue muy agradable; tiene también una reja perimetral, está muy arbolado y con prados verdes y bien cuidados. Hay hermosas rampas y escalinatas que permiten recorrerlo, está muy limpio. En la entrada del parque hay una escultura ecuestre del triunfador del sitio de Querétaro, Mariano Escobedo. Apenas unos cien metros tras su puerta principal, se encuentra la capilla que se construyó a principios del siglo XX y que aparece en la pintura de Velasco, recuerdo que por esa obra, el gobierno de Austria le otorgó al pintor una condecoración y la verdad la pintura y el paisaje en la misma dejan mucho que desear. La capilla se levanta en el lugar preciso del fusilamiento de Maximiliano, Miramón y Mejía. Su arquitectura es sencilla pero hermosa, en su interior hay apenas un sobrio altar de madera y frente a éste, tres pequeñas lápidas de mármol con los nombres de los ahí fusilados. Un señor se sienta por ahí en una silla plegable y da una breve explicación de los ahí ocurrido en 1867. Tiene también a sus pies una gran piedra de las muchas que hay por todo el cerro, la golpea para que se aprecie el sonido metálico de la misma, como de campana y explica que de ahí el nombre del lugar, cerro de las campanas. En la amplia cima del cerro hay una gran explanada circular, como para ceremonias cívicas y en uno de sus costados una gigantesca escultura en piedra de Benito Juárez. Atrás de la imponente mole gris del Benemérito hay un pequeño museo, que más que contener información de lo ocurrido en el lugar, contiene maquetas, textos, grabaciones y tableros interactivos que explican de forma breve y amena la historia de la ciudad de Querétaro. Para cuando terminé mi recorrido estaba ya agotado por la larga caminata bajo el rayo del sol y regresé a casa a descansar y a comer algunas cosas que compre por la mañana en el mercado. La ciudad de Querétaro no sólo tiene interesantes atractivos, muchos de ellos a distancia que permiten caminar de uno a otro y aunque llega a hacer mucho sol y calor, estos no son tan fuertes como en Monterrey, Tabasco o Yucatán. Saludos.

Luchas



Voy a subir algunos textos ya escritos con anterioridad, espero les gusten.

Una noche de luchas.
Por fin, después de querer hacerlo por años, el 14 de febrero (2006)pude ir a una función de lucha. La arena Querétaro está a unas seis cuadras del lugar donde vivo. Pasé por ahí como a las seis y media de la tarde y vi que había puestos de máscaras y otras cosas afuera, así que supe que esa noche habría función. Lo malo del asunto fue que pensé que empezaba a las ocho e inició casi al cuarto para las nueve y yo llegué desde las siete y cuarto. La Arena es como una gran bodega acondicionada para ese espectáculo, con un techo de lámina y la mayor parte de los acabados de cemento. En la taquilla compré mi boleto de 50 pesos y entré al oscuro recinto. Pregunté y me contestaron que se trataba de lugares generales, donde el que llegaba se sentaba donde hubiera lugar. Cuando entré advertí que estaba en una segunda sección general pero que había más abajo mejores asientos cerca del ring y numerados. Cuando regresé a la taquilla para pedir que me cambiaran mi boleto me enteré que la parte de abajo, que costaba 80 pesos, estaba ya toda vendida. Frente a mí en la taquilla había una familia con varios niños que no rebasaban los 10 años de edad. A la parte superior van muchas familias, ambos padres y dos o tres niños, en esta sección la entrada para niños es al dos por uno. Yo creo que más de la mitad de los asistentes en la parte general eran niños. Justo a mi derecha se sentó un grupo familiar como de 8 personas. La señora del grupo llevaba una bolsa del mandado de la cual más tarde sacó dulces y unas como hamburguesas hechas en casa. También vi una señora que sujetaba del brazo a su mamá que apenas caminaba, pero llegaron temprano para tener un buen lugar, iban solas. Se veían como personas tranquilas que al parecer disfrutan de este espectáculo, no todas las aficionadas son asesinas seriales. Vi varias jóvenes parejas, ¿sería la fecha? No puedo imaginar mejor lugar para una romántica cita de amor que ir a las luchas. A mi derecha había una pareja como de unos 22 ó 23 años. En la parte de butacas numeradas había más adultos, parejas y menos niños, pero vi varios padres acompañados de un solo niño. Circulaban entre las gradas vendedores de dulces, papas, churritos, garbanzos hervidos y souvenirs luchísticos. Adquirí dos pequeñas máscaras del Santo del tamaño de una manzana. De comer, la verdad nada se me antojaba, pero como tenía que esperar más de una hora, me compré unos garbanzos para pasar el rato. Yo ya los había visto en Morelia y en Guadalajara, me imagino que son una costumbre en el Bajío. Son garbanzos verdes o frescos todavía en la vaina, seguramente hervidos y sazonados con sal. Las vainas son como las de los chícharos pero más cortas y gordas, pues hay un garbanzo, cuando mucho dos, por vaina. Vienen en una bolsita y les puede uno agregar limón o chile. El garbanzo no tiene mucho sabor, llena y no sabe feo, pero las vainas, que no se comen, pero se meten a la boca para sacar el garbanzo, tiene un saborcito agradable como a sal y limón, y de menos es entretenido estar comiéndolos, como comer pepitas o semilla de girasol. Aquí a las pepitas les dicen semillas, pasa la vendedora repitiendo “semillas, fresquecitas de hoy” Estaba yo como a unos 8 metros del ring, tras una pequeña barda como de un metro de altura y con una malla metálica arriba, que separa la sección de butacas numeradas de las gradas de general. Las gradas son cual grandes escalones, iguales a las del gimnasio del Tec, en donde me había sentado un día antes, pero en la arena están pintadas en la parte vertical de un color verde chillante. No hay botes de basura y la gente que come pepitas y garbanzos arroja su basura simplemente al suelo. Me imagine a decenas de ratas engordando al final de la función y a unas pobres señoras barriendo cientos de kilos de basura al día siguiente. Aclaró que al terminar mis garbanzos, metí en la bolsa de plástico las vainas y luego las tiré a la basura en casa. En la tribuna general no venden refrescos pero las personas pueden introducirlos en la arena en bolsas de plástico con un popote. Luego que vi todo lo que arrojaban al ring, me di cuenta del porque. En la sección de abajo hay vendedores de refrescos que los entregan en vasos desechables. El cartel de esa noche tenía varias luchas:

Mano a mano- Caballero Aguila vs Neurosis
Duelo a vencer- Espíritu Negro y el Lince vs Ozuno y Fuego Latino
Evento super especial- Príncipe Valiente Jr. y El Valiente vs Carisma y Espíritu
Semifinal estrella de parejas- Drago y Tony Rivera vs Black Terry e Hijo del Diablo
y al final del programa y como la parte más importante
Lucha super estrella de tríos-
Groond XXX, L. A. Park y Brazo de Oro vs Atlantis, Rey Bucanero y Tarzan Boy

¡Qué tal! Los primeros luchadores eran novatos, torpes y falsos o muy fingidos en sus movimientos. Como que por eso abrían la función, yo pensé en lo malo del espectáculo, pero luego las cosas mejoraron. Ahí ganó el técnico y yo sin saber me había sentado en la parte de la arena que apoya a los técnicos. En la segunda lucha las cosas mejoraron, eran medio malos pero había uno muy bueno, de hecho el mejor de todo lo que vi esa noche; Fuego Latino, un chaparrito medio marcado en sus músculos pero un sensacional acróbata, entró al ring de un solo brinco hasta la tercera cuerda en la esquina y de ahí saltó en un mortal hacia atrás, para caer de pie en la lona. En la lucha sus saltos desde las cuerdas y fuera del ring desquitaron cada uno de los cincuenta pesotes que pagué. También ganaron los técnicos y ahí ya estaba yo más emocionado con el espectáculo y hasta me animaba a gritar de vez en cuando “Dale, otra, sacón” y otras cosas. Las siguientes dos luchas fueron más algo de lucha combinada con payasadas y teatro. Pero en una de ellas estaba un tal Drago que me impresionó por su traje y físico. Tenía el cuerpo pintado de rojo, una máscara muy realista como de demonio y aunque no muy alto, grandes músculos. Se pintaba unas líneas negras al borde de los abdominales para que se le marcarán más y tenía unos pectorales como para ser playmate del mes en Playboy. Llegue a pensar que era Lutz (por el traje de demonio) que había dejado la venta de Bon Ice para ir más al gimnasio y buscar la fama y más mujeres en la lucha. No luchó mucho y se la pasaba todo el tiempo con los brazos, también muy desarrollados, semiflexionados al frente, como muñeco de He-Man. La última lucha fue un fiasco, ahí estaban los luchadores de más cartel, pero eso sí fue más payasada que lucha; trampas, retos, ayuda del referee a los rudos, peleas abajo del ring, incluso baile. No mostraron más que su renombre pero nada de lucha. Lo que sí me impresionó fue la panzota de Brazo de Oro, como de 10 meses de embarazo, y de la cintura para abajo una piernitas como de bailarina. Había también otro como demonio pintado de rojo, Groond XXX, pero con una máscara de Batman roja y una dentadura con grandes colmillos. No luchaba pero prendía a la gente cada que se subía a las cuerdas y pedía apoyo. Tenía también un calzón rojo pero en la parte trasera usaba un como relleno no muy bueno y parecía pañal ya mojado. Atlantis y L.A. Park se rompieron, no la cara, sino sus respectivas máscaras y con las caras semiocultas siguieron peleando. Atlantis luego se pondría otra máscara nueva, pero con una combinación diferente de colores. Antes que terminara la tercera caída me levante y vi el final desde la parte de arriba, para facilitar la salida. La función terminó pasadas las 11, lo cual era ya noche para mi, pues a esa hora casi siempre estoy ya dormido. Apuré el paso y a los 10 minutos estaba en casa contento y emocionado por el interesante espectáculo que acababa de presenciar. Tengo que regresar, pero esta vez a la parte de abajo, pienso llevar mi cámara, pues pude observar que muchos en el público tomaban fotos durante el espectáculo. Al final de la función hay muchas personas que se quedan de menos una media hora más, pues durante la función se venden en la tribuna unos pases para poder tomarse fotografías con su luchador favorito por 100 pesos, y por la cantidad de personas que vi comprándolos, yo creo debe haber una larga fila de padres y niños esperando a tomarse su foto. La próxima visita, ya no tendré que llegar tan temprano pues mi lugar estará numerado. Los boletos para la parte baja se empiezan a vender una semana antes en una tienda de abarrotes que se encuentra a un costado de la arena. La taquilla abre sólo el día de la función y para ese entonces ya no hay lugares numerados. Ya les platicaré de mi segunda visita, pero esta vez será con imágenes.