La vida rural.
Febrero está a punto de terminar (2008) y al menos aquí en Querétaro ha resultado ser un mes inusual para ser parte de la estación invernal. Los días han sido muy soleados e incluso calurosos si se encuentra uno bajo los rayos del sol. Por ahí de finales de enero algunos días estuvieron nublados e incluso cayeron un par de lluvias vespertinas, pero el clima se convirtió en una especie de primavera muy temprana. La temperatura ha llegado casi a los treinta grados a la sombra y el cielo ha estado con muy pocas o ninguna nube. Si este inusual clima se debe al calentamiento global, es para preocuparse, pues se esperarían inviernos poco fríos tras un periodo de gradual cambio en 10 ó 20 años, y no de un año para el otro.
Febrero es también el mes en que llevamos a los estudiantes del curso Estructura socioeconómica de México a visitar comunidades marginadas de Querétaro, ya en otra crónica queretana describí nuestras visitas de hace un año. Pues esta vez se visitaron comunidades mucho más cercanas, hacia el sur en el municipio de Huimilpan y como a una hora de distancia de la ciudad de Querétaro en autobús. Ese municipio se encuentra en la parte de llanura del estado, es mucho más fértil, más poblada y también menos marginada; hay mucha diferencia con las remotas comunidades del semidesierto serrano que visitamos hace un año. Incluso algunos estudiantes comentaron como en tono de decepción que no vieron gran pobreza en algunos habitantes de los lugares recorridos.
Dos sábados consecutivos participé y conocí las comunidades de Ceja de Bravo y Los Cues. Ahí una agencia del gobierno del estado ayuda a la población a desarrollar pequeños proyectos productivos. Pueden ser elaboración de dulces, cría de conejos o borregos, bordado de textiles, elaboración de pan o productos naturales de tocador o muchos otros. En la región que visitamos apenas están haciendo el diagnóstico para decidir qué proyecto tiene mayor oportunidad de alcanzar el éxito. Así que durante nuestras visitas, las personas que nos recibieron no nos mostraron su mini-empresa, sino un poco de su forma de vida y esto resultó muy atractivo. Recorrimos las comunidades para observar la vivienda, los servicios de salud, las escuelas, las iglesias, los comercios, las calles y el entorno. Varias señoras de estas poblaciones nos guiaron y explicaron sobre todo aquello que llamó nuestra atención. Conocimos algo de historia, de las fiestas religiosas, de los servicios con los que cuentan y de los que carecen, de la actividad económica, de la migración a los Estados Unidos y muchos otros temas. Pero lo más interesante fue sin duda ver y participar en actividades de su vida diaria. Los estudiantes hicieron tortillas y tamales, deshojaron y desgranaron maíz, limpiaron terrenos, acarrearon grava, alimentaron borregos y pudieron ver de cerca burros, caballos y vacas; se interesaron en todo esto e incluso lo disfrutaron. Algunas de estas labores fueron físicamente demandantes, pero las realizaron apenas como para advertir su rigor y pensar que las personas que laboran en el campo a veces las realizan por muchas horas y durante varios días.
En Ceja de Bravo fue muy interesante advertir la importancia que tiene en estos lugares la migración a los Estados Unidos. Todos sabemos los miles de millones de dólares que llegan a México cada año en las famosas remesas que los trabajadores migrantes envían a su familia. Pero más allá de las impresionantes cifras, los efectos de este dinero cobran un significado mayor. Doña Esperanza, nuestra guía nos habló de como la comunidad era muy pobre y casi toda la actividad económica giraba en torno al ejido que ahí existía y como aquellos que no eran ejidatarios eran todavía más pobres. Nos relato de las privaciones que vivió en su infancia, sin electricidad, comiendo básicamente frijoles y tortilla, sin escuela primaria y trabajando en el campo desde la infancia. Pero ahora su marido y dos de sus hijos estaban trabajando en el país del norte y su vida se notaba ya muy diferente. Al parecer es común que uno o dos miembros varones de algunas familias trabajen en el país del norte. El pueblo tiene mejores viviendas, algunas casas son grandes y con cierto lujo y aquí y allá hay antenas satelitales, tractores o grandes camionetas pick-up. Al caminar por el pueblo pudimos ver algunas viejas y pequeñas construcciones de piedra ya abandonadas, que fueron seguramente las viviendas de antaño. Casi todas viviendas ahora tienen grandes jardines con árboles frutales o algunos animales domésticos. Tienen ya kinder, primaria, telesecundaria y un centro comunitario con diez computadoras e internet. La actividad básica de la comunidad sigue siendo la agricultura, pero la misma doña Esperanza ya ni siquiera tiene tierras de cultivo. La cantidad de dinero derramada en estas comunidades debe ser mucho menor a la de poblaciones de Michoacán o Zacatecas que encabezan la lista de migración a los Estados Unidos y en algunos lugares de Michoacán y Guerrero habría que agregarle la riqueza resultado del narcotráfico. Producto del trabajo o del vicio, legal o ilegal, buena parte de la población rural de México debe más a los Estados Unidos que a los programas de la SAGARPA y la SEDESOL.
En Ceja de Bravo visitamos también una pequeña iglesia que se construye y decora con la cooperación de los vecinos. La construcción es pequeña, comparada con las grandes iglesias del pasado, pero tiene una bella ornamentación. En cada pequeña ventana hay bellos vitrales con temas religiosos, el altar y algunos otros objetos para la liturgia son de piedra hermosamente labrada. El día de nuestra visita tendrían una fiesta por la tarde para reunir fondos y seguir con las obras de la iglesia.
Las visitas fueron una experiencia muy placentera, espero que los estudiantes las disfrutaran por igual. Me imagino que para los habitantes de la ciudad siempre será agradable asomarse a la idílica vida rural tan elogiada y distante, pero lo más seguro que mientras sea solamente visitarla. El día de hoy la temperatura por fin descendió un poco, hay sol y pocas nubes pero corre un viento frió con gran fuerza.
Febrero está a punto de terminar (2008) y al menos aquí en Querétaro ha resultado ser un mes inusual para ser parte de la estación invernal. Los días han sido muy soleados e incluso calurosos si se encuentra uno bajo los rayos del sol. Por ahí de finales de enero algunos días estuvieron nublados e incluso cayeron un par de lluvias vespertinas, pero el clima se convirtió en una especie de primavera muy temprana. La temperatura ha llegado casi a los treinta grados a la sombra y el cielo ha estado con muy pocas o ninguna nube. Si este inusual clima se debe al calentamiento global, es para preocuparse, pues se esperarían inviernos poco fríos tras un periodo de gradual cambio en 10 ó 20 años, y no de un año para el otro.
Febrero es también el mes en que llevamos a los estudiantes del curso Estructura socioeconómica de México a visitar comunidades marginadas de Querétaro, ya en otra crónica queretana describí nuestras visitas de hace un año. Pues esta vez se visitaron comunidades mucho más cercanas, hacia el sur en el municipio de Huimilpan y como a una hora de distancia de la ciudad de Querétaro en autobús. Ese municipio se encuentra en la parte de llanura del estado, es mucho más fértil, más poblada y también menos marginada; hay mucha diferencia con las remotas comunidades del semidesierto serrano que visitamos hace un año. Incluso algunos estudiantes comentaron como en tono de decepción que no vieron gran pobreza en algunos habitantes de los lugares recorridos.
Dos sábados consecutivos participé y conocí las comunidades de Ceja de Bravo y Los Cues. Ahí una agencia del gobierno del estado ayuda a la población a desarrollar pequeños proyectos productivos. Pueden ser elaboración de dulces, cría de conejos o borregos, bordado de textiles, elaboración de pan o productos naturales de tocador o muchos otros. En la región que visitamos apenas están haciendo el diagnóstico para decidir qué proyecto tiene mayor oportunidad de alcanzar el éxito. Así que durante nuestras visitas, las personas que nos recibieron no nos mostraron su mini-empresa, sino un poco de su forma de vida y esto resultó muy atractivo. Recorrimos las comunidades para observar la vivienda, los servicios de salud, las escuelas, las iglesias, los comercios, las calles y el entorno. Varias señoras de estas poblaciones nos guiaron y explicaron sobre todo aquello que llamó nuestra atención. Conocimos algo de historia, de las fiestas religiosas, de los servicios con los que cuentan y de los que carecen, de la actividad económica, de la migración a los Estados Unidos y muchos otros temas. Pero lo más interesante fue sin duda ver y participar en actividades de su vida diaria. Los estudiantes hicieron tortillas y tamales, deshojaron y desgranaron maíz, limpiaron terrenos, acarrearon grava, alimentaron borregos y pudieron ver de cerca burros, caballos y vacas; se interesaron en todo esto e incluso lo disfrutaron. Algunas de estas labores fueron físicamente demandantes, pero las realizaron apenas como para advertir su rigor y pensar que las personas que laboran en el campo a veces las realizan por muchas horas y durante varios días.
En Ceja de Bravo fue muy interesante advertir la importancia que tiene en estos lugares la migración a los Estados Unidos. Todos sabemos los miles de millones de dólares que llegan a México cada año en las famosas remesas que los trabajadores migrantes envían a su familia. Pero más allá de las impresionantes cifras, los efectos de este dinero cobran un significado mayor. Doña Esperanza, nuestra guía nos habló de como la comunidad era muy pobre y casi toda la actividad económica giraba en torno al ejido que ahí existía y como aquellos que no eran ejidatarios eran todavía más pobres. Nos relato de las privaciones que vivió en su infancia, sin electricidad, comiendo básicamente frijoles y tortilla, sin escuela primaria y trabajando en el campo desde la infancia. Pero ahora su marido y dos de sus hijos estaban trabajando en el país del norte y su vida se notaba ya muy diferente. Al parecer es común que uno o dos miembros varones de algunas familias trabajen en el país del norte. El pueblo tiene mejores viviendas, algunas casas son grandes y con cierto lujo y aquí y allá hay antenas satelitales, tractores o grandes camionetas pick-up. Al caminar por el pueblo pudimos ver algunas viejas y pequeñas construcciones de piedra ya abandonadas, que fueron seguramente las viviendas de antaño. Casi todas viviendas ahora tienen grandes jardines con árboles frutales o algunos animales domésticos. Tienen ya kinder, primaria, telesecundaria y un centro comunitario con diez computadoras e internet. La actividad básica de la comunidad sigue siendo la agricultura, pero la misma doña Esperanza ya ni siquiera tiene tierras de cultivo. La cantidad de dinero derramada en estas comunidades debe ser mucho menor a la de poblaciones de Michoacán o Zacatecas que encabezan la lista de migración a los Estados Unidos y en algunos lugares de Michoacán y Guerrero habría que agregarle la riqueza resultado del narcotráfico. Producto del trabajo o del vicio, legal o ilegal, buena parte de la población rural de México debe más a los Estados Unidos que a los programas de la SAGARPA y la SEDESOL.
En Ceja de Bravo visitamos también una pequeña iglesia que se construye y decora con la cooperación de los vecinos. La construcción es pequeña, comparada con las grandes iglesias del pasado, pero tiene una bella ornamentación. En cada pequeña ventana hay bellos vitrales con temas religiosos, el altar y algunos otros objetos para la liturgia son de piedra hermosamente labrada. El día de nuestra visita tendrían una fiesta por la tarde para reunir fondos y seguir con las obras de la iglesia.
Las visitas fueron una experiencia muy placentera, espero que los estudiantes las disfrutaran por igual. Me imagino que para los habitantes de la ciudad siempre será agradable asomarse a la idílica vida rural tan elogiada y distante, pero lo más seguro que mientras sea solamente visitarla. El día de hoy la temperatura por fin descendió un poco, hay sol y pocas nubes pero corre un viento frió con gran fuerza.
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