sábado, 20 de septiembre de 2014

Recuerdos de un mundo sin televisión.









La Castellana
Hace algunas semanas, mi amigo y colega Eduardo Reyes y un servidor, visitamos por primera vez una nueva cantina, nueva para nosotros; disfrutamos mucho comer bien, beber un poco y respirar ese ambiente de cordialidad y felicidad que hay en este tipo de establecimientos.  Hemos podido visitar unas cuantas, pero tratamos de conocer otras más. La Castellana está en el viejo barrio de San Juan de la ciudad de México, en la histórica calle de Ayuntamiento, justo en la esquina poniente de la cuadra que aloja la famosa e importante estación de Radio XEW.  Hoy en día ya la radio ha perdido mucha fuerza ante la televisión primero y ahora ante el internet, pero fueron muchas las décadas que fue el medio masivo más importante en México y el mundo. La XEW inició sus transmisiones en el año de 1930 y fue una de las estaciones más importantes no sólo de México, también de Latinoamérica, pues transmitía con tal potencia que alcanzaba a ser escuchada en buena parte del continente, “XEW la voz de la América Latina desde México”. Durante mi infancia (en los años sesenta) ya había televisión, pero los aparatos de este novedoso medio fallaban a menudo y su compostura no era barata ni sencilla. En casa, a mi madre y padre seguramente no les gustaba que pasáramos tanto tiempo frente a la televisión, así que cuando se descomponía, podían pasar años para que repararan el aparato o compraran otro. Así que buena parte de mi infancia la pasé sin televisión. Todavía recuerdo como era casi un trauma que mis amigos en la primaria decían que jugáramos a lo de algún programa de televisión del momento y yo jugaba pretendiendo que lo conocía o lo había visto, sin confesar que en casa no había televisión. Mi padre llevaba a casa libros infantiles para tratar de aficionarnos a la lectura, La isla del tesoro, El libro de las tierras vírgenes, Viaje al centro de la tierra, 20000 leguas de viaje submarino, Las aventuras de Tom Sawyer, Corazón diario de un niño… Por su parte, mi madre nos ponía a escuchar la radio, pues ella había crecido así y con la XEW precisamente. Me imagino que dediqué mucho más tiempo a escuchar la XEW que a leer. Horas sin fin escuchando el risámetro,  el cochinito, el programa de aficionados, la música de Cri crí, Chucho el Roto, Ahí viene Felipe Reyes y los domingos en la noche La Hora Nacional. La XEW no es ya ni la sombra de aquello que fue para los mexicanos y latinoamericanos, pero todavía fue algo significativo pasar frente a sus puertas en la calle de Ayuntamiento.


Lo primero que atrae hacia La Castellana es el número de platillos que tienen como botana, 10.  Los viernes sus alimentos son pescado y mariscos. Ofrecen una gran variedad de bebidas bien servidas, desgraciadamente el día que la visitamos en la puerta había un letrero que solicitaba mesera; una vez dentro advertimos que la falta de esa persona hacía el servicio malo y tardado. Pero uno en la cantina no debe llevar prisa, ni para comer, ni para beber y así prolongar la estancia y el disfrute. Como en muchas otras cantinas, al mediodía hay música en vivo, un grupo de cuatro integrantes tocaba en un rincón música pop de los años sesentas y setentas. Llamó mi atención el hecho que varias familias con infantes llegaran a comer al lugar; me imagino que desde que permitieron la entrada a mujeres a las cantinas, también se permitió el ingreso de niños. La Castellana es la única cantina donde he visto que en las televisiones sintonicen el Disney Channel en lugar del fútbol o canales con música, el ambiente los sábados es sin duda muy familiar. Pues si algún día visitas el viejo barrio de San Juan, además de su mercado, la iglesia del Buen Tono, sus ferreterías, sus vinaterías, sus pulquerías, la XEW; puedes también visitar La Castellana para descansar, comer y beber plácidamente.   

sábado, 6 de septiembre de 2014

El dulce sabor a pasado.









Evocadora dulcería.
Hace aproximadamente un mes que abrió en la ciudad de Querétaro una nueva, original y bien surtida dulcería. Se llama México Dulce y Querido y está en la calle de Madero, frente al templo de Santa Clara. El local es de tamaño regular y exhibe una gran variedad de dulces en hermosos y coloridos muebles. Quizá lo que hace este lugar tan original es el hecho que la mayor parte de los dulces que se ofrecen son los que, aquellos de más de cuarenta años de edad, conocimos en nuestra infancia; algunos que pensamos que ya no se hacían o se vendían. Frutas cristalizadas, obleas, palanquetas, jamoncillos de pepita, cueritos, ates, muéganos, rollos de guayaba, chocolates, botellitas de azúcar, lagrimitas, pirulís, paletas, gomitas, chocolate para prepararse con leche en barra o en polvo, cacahuates y otras semillas, tamarindos, cocadas, borrachitos, e incluso algunos licores, rompope y mermeladas.

La primera vez que visité el lugar me recordó mucho los dulces que cuando era infante se vendían en el antiguo y tradicional mercado Ampudia, a un par de cuadras del mercado de la Merced, en la ciudad de México. Ese mercado, que me imagino tomó su nombre del edificio en el que estaba, ofrecía cientos de dulces en pequeños locales en la planta baja del edificio; eran, hace unos cincuenta años, dulces sin marca o envoltura que detallara los ingredientes o contenido de los mismos. Las toneladas de golosinas que ahí vendían, se revendían en pequeñas tiendas de barrio o en cooperativas escolares de las escuelas primarias y secundarias de la ciudad. Aunque se ha incendiado varias veces, el Mercado Ampudia sobrevive y estoy seguro que sigue siendo el paraíso para los niños golosos que tienen la suerte de visitarlo.

En México Dulce y Querido faltan los tradicionales caramelos de la dulcería La Giralda; sus peras de anis o hierbabuena y sus caramelos rellenos que se venden a granel. Podrían también tener los magníficos licores de El Queretano, en lugar de los de Michoacán que ofrecen. Sería ideal que también vendieran los magníficos buñuelos de Santa Rosa Jáuregui, pero bueno, lo que ya ofrecen es abrumador, delicioso y evocador de otros tiempos. Además de los variados dulces también ofrecen algunas hermosas y originales artesanías populares. No dejen de hacer este viaje al dulce pasado de nuestro país o lleven a sus hijos a ver las golosinas de nuestros tiempos, antes de Lucas, Miguelito, Pelones, Vero, De la Rosa o Ricolino.