lunes, 20 de julio de 2009

Usado y viejo, pero bueno y útil.
















El Jardín del Arte.
Querétaro es una ciudad no sólo hermosa, también ofrece a sus habitantes y visitantes bastante entretenimiento; la mayor parte en el centro de la ciudad. Tanto el gobierno estatal, como el municipal, asociaciones, museos y centros educativos constantemente presentan obras de teatro, exposiciones, conferencias, festivales, conciertos, bailes y muchos otros eventos. Además el centro es un área muy segura y de fácil acceso. Hay también interesantes lugares con atractivos permanentes. Uno de los sitios que más disfruto, entre los muchos atractivos del centro de la ciudad, es el Jardín del Arte. El lugar no sólo es hermoso y tranquilo, además sábados y domingos se instalan ahí vendedores de antigüedades y libros viejos o usados. Ya desde que estudiaba la preparatoria me aficioné a visitar librerías de viejo en la calle de Mesones en la ciudad de México y yo creo que la mayor parte de los libros que tengo no los compré nuevos. El Jardín del Arte se encuentra en la esquina de Independencia y Vergara, a una cuadra de la Plaza de la Constitución. Al parecer el lugar era originalmente una especie de patio o jardín en una de las esquinas del gran convento de San Francisco. Por muchos años tuvo diversos usos hasta que en el año de 1994 el gobierno estatal decidió dedicarlo al arte y agregar otro atractivo a la ciudad. La idea original era que ahí trabajaran y vendieran su obra algunos artistas locales. De esos años a la fecha han habido cambios, apenas queda en un costado un local donde hacen y venden algunas pinturas, pero de ninguna manera es esa la actividad principal. En uno de sus extremos el Jardín tiene una especie de estrado cubierto, donde se presentan espectáculos. En una ocasión pude presenciar ahí el musical El diluvio que viene, seguramente montado por estudiantes de alguna universidad. Los sábados por la tarde al centro del Jardín hay clases de danzón; parejas vestidas de blanco instruyen y demuestran este elegante baile. Los fines de semana la mayor parte de los puestos venden antigüedades; no es algo que me interese mucho, pero he comprado algunos pequeños objetos. Los libros son lo que me lleva repetidamente al Jardín del Arte; incluso existe un puesto que se especializa en libros sobre la historia de Querétaro. La mayor parte de los libros que ahí se expenden son publicaciones locales hechas en las últimas cuatro o cinco décadas. Empiezo apenas a conocer la historiografía queretana, pero ahí he visto obras que pensé que sería prácticamente imposible conseguir. Encontrar un buen libro es sin duda un gran placer, más tarde aumentado al leerse la obra. Por unos cuantos pesos es posible trasladarse al Querétaro de la época colonial o del siglo pasado; conocer a interesantes personajes, presenciar olvidadas costumbres o rituales, advertir que se comparte un espacio con personas de otras épocas y vidas muy distintas a la propia. Todos pues podemos visitar el Jardín del Arte y a través de un libro u objeto antiguo escapar nuestro presente y recrearnos en ese pasado lejano, interesante y maravilloso.

viernes, 10 de julio de 2009

Bar contra cantina.
















El Bar Varela y la Cantina el Luchador
Los días de primavera pueden llegar a ser muy calurosos en Querétaro, las temperaturas por encima de los 30 grados afortunadamente disminuyen con las primeras lluvias de verano. Por suerte existen infinidad de lugares donde refrescarse; desde establecimientos de helados y paletas hasta variados e interesantes bares y cantinas. El pasado mes de junio visité con algunos amigos dos lugares que ofrecen magnífico refugio del calor primaveral. Ambos sitios están en el barrio de San Sebastián. El primero fue el Bar Varela que se encuentra en Avenida Universidad número 18 , frente al río y a unos 50 metros del jardín de los Platitos. Este establecimiento fue fundado por don Daniel Varela Ponce en 1996 y recibe a la hora de la comida un buen número de clientes, atraídos por lo tranquilo del ambiente, la variedad y calidad de su botana; chamorro de cerdo, tacos de copete, caldo de camarón, menudo, frijoles charros, carne tártara y mucho más. El lugar pudiera parecer pequeño, pero cuenta con más espacio en altos. Las paredes del Bar Varela se encuentran decoradas con casi un centenar de fotografías de Marilyn Monroe, algunas de ellas las clásicas y más conocidas, pero otras resultan interesante novedad. El Vampiro es la especialidad del lugar, este y otros tragos pueden ser servidos en impresionantes bacinicas de peltre; impresionan por el tamaño del trago (medio litro), más que por su escatológico carácter. Por supuesto que hay un gran televisor para seguir el fútbol y una rockola para acompañar bebida y comida con música. Su clientes son grupos de hombres, parejas o incluso grupos de mujeres, el ambiente es tranquilo, definitivamente más de bar que de cantina.

El segundo establecimiento visitado fue la cantina El Luchador que se encuentra justo frente el jardín de los platitos, en la esquina de Filomeno Mata y Avenida Universidad. Este lugar tiene cerca de 60 años de existencia y casi treinta años bajo la administración de don Víctor Samayo Tovar. El lugar no podría ser más típico; sus características puertas abatibles, una barra, tras ella la exhibición de botellas y el indispensable espejo. Toda sus paredes están decoradas con fotografías de luchadores y artistas, pinturas, tapices, cabezas de animales y un gran letrero multicolor de neón con en nombre del lugar. Tiene su indispensable rockola y un televisor. ¿Qué más se puede pedir? A diferencia de otras cantinas en la zona, el servicio está a cargo de mujeres, lo cual le da un toque diferente. Su botana es también variada; quesadillas, tostadas de jamón, chamorro, tacos de chicharrón, carne tártara, caldo de camarón, menudo y mucho más. El viernes que visitamos el lugar estaba prácticamente lleno y con gran ambiente. Era día de chamorro de cerdo y de variada clientela. En una esquina estaban seguidores de un partido político, seguramente descansando de la campaña de ese día y planeando la del siguiente. Varios hombres estaban sentados en la barra y platicando tranquilamente. En otra mesa había un hombre ya muy bebido, que por estar solo trataba de hacer conversación con los demás parroquianos, a veces en tono autoritario y agresivo y a ratos muy amigable. En uno de esos momentos de cordialidad se acercó tanto que pensé que me iba a dar un beso en la mejilla, pero algo me dijo al oído a manera de secreto o ya se iba de boca, ya no recuerdo ni el tema que comentabamos. Esta es una de las competencias que debe desarrollar todo buen aficionado a las cantinas; tratar con borrachos agresivos o muy afectuosos. Muy pronto nuestro grupo se contagió del ambiente festivo del lugar y empezamos a seleccionar música de la rockola; dos canciones, de una amplia variedad, por cinco pesos. La tarde se fue en un suspiro, pues bien dicen que el tiempo vuela cuando uno se divierte.

sábado, 4 de julio de 2009

Viaje en el tiempo
















Hotel la Casa de la Marquesa.
Este verano estoy impartiendo un curso de cultura mexicana a estudiantes extranjeros, seis de Singapur y una norteamericana. Hace una semana salimos a dar un paseo por la ciudad y tuvimos la oportunidad de conocer un lugar muy hermoso e único. Caminamos por el ahora más hermoso centro histórico de Querétaro, pues están cambiando al subsuelo los cables y alambres que reducían la belleza de sus calles y edificios. Quería que los estudiantes vieran una de las construcciones barrocas civiles más hermosas y antiguas en la ciudad; el hotel La Casa de la Marquesa, que se encuentra en la calle de Madero, en la contra esquina del templo de Santa Clara. Esta es la antigua (siglo XVIII) casa de don Francisco Antonio de Alday y su esposa la marquesa de la Villa del Villar del Águila, importantes personajes de la vida queretana en la época colonial. Pedimos permiso para entrar a ver el vestíbulo y muy amablemente don Alejandro Díaz de León Castro, encargado de la seguridad del lugar, ofreció mostrarnos algunas partes del hotel. Nos explico como el hotel no pertenece a cadena hotelera alguna, sino a una familia queretana y como cada habitación no tiene número, sino un nombre y diferente decoración. Caminamos por sus pasillos, vimos una de las 16 suites con que cuenta, un comedor, su capilla y el bar. La casa tiene hermosos detalles en cantera y sus paredes están decoradas casi por completo con pintura en diversos diseños multicolores. La habitación que visitamos tenía una decoración morisca o musulmana y el baño estaba dividido por un magnífico cancel decorado con arabescos en madera y vitrales en armónicos colores.
El hotel es prácticamente una máquina del tiempo en la que uno se puede trasladar a la época colonial e imaginarse el lujo y refinamiento en el que vivieron los ricos personajes de esos años. El patio interior de la casa ahora techado y vestíbulo del hotel debió recibir los carruajes de la familia y en la planta baja seguramente se encontraban la cocina, algunos servicios y las habitaciones de la servidumbre. La planta alta eran ya las habitaciones de la familia, la capilla y el comedor. La Casa de la Marquesa tiene un mobiliario estilo antiguo que realza su belleza y refuerza la ambientación. Cruzando la calle el hotel tiene un pequeño anexo también antiguo y más habitaciones, pero no lo visitamos. El precio por noche en la mejores habitaciones puede ser de casi cuatro mil quinientos pesos, pero no es solamente un lugar para dormir sino la oportunidad de vivir en un recinto antiguo, lleno de historia, lujo y refinamiento. Mientras se sienta uno en los hermosos sillones de su vestíbulo o se come en su restaurant, puede uno imaginarse ver entrar a Venustiano Carranza con su característica guerrera y larga barba; o al gallardo Agustín de Iturbide bajar por la hermosa escalinata desde la planta alta. Además el hotel se encuentra en pleno centro de la ciudad, desde ahí se pueden visitar en caminatas no mayores a los quince minutos los principales museos, edificios históricos, iglesias, plazas, restaurantes y tiendas de la muy colonial Querétaro. Esta vez pude conocer y compartir un lugar exclusivo y sofisticado; no todo en Querétaro son cantinas, taquerías, mercados y pulquerías.