viernes, 30 de mayo de 2014

¡Del plato a la boca, mmmmmm que sopa!







New York Soup Kitchen.

Hace unos tres meses abrió su puerta en la Ciudad de Querétaro un restaurante muy particular, una sopería. Entiéndase un restaurante especializado en este alimento que todos conocemos y cotidianamente comemos y que es definido como un líquido con sustancia y sabor o como un caldo con algunos otros ingredientes. No me había tocado nunca conocer un lugar en donde este platillo que seguramente aparece en el menú de todo restaurante fuera considerado el eje o parte principal de la comida que se ofrece.  Me imagino que la característica principal de la sopa es que es un alimento líquido, pero en México llamamos sopa seca al arroz o a la pasta y sopa aguada a aquella que es líquida. Dentro de las sopas líquidas también podríamos distinguir los caldos, producto de la cocción de carne y huesos y las cremas cuyo principal elemento serían productos de origen vegetal o lácteo. La sopa aguada es un elemento indispensable en toda la comida y puede aparecer en algunas cenas, pero difícilmente en el desayuno; será por eso que el horario de New York Soup Kitchen es de las doce a las cinco de la tarde. El lugar es muy pequeño, con espacio para sentar apenas a unos ocho o diez comensales, el menú es mínimo, elemental, pero suficiente para tener opciones, nutrirse bien y muy apropiado al tamaño de la sopería. La base de lo que se ofrece es la llamada comida corrida, donde se puede seleccionar un tipo de sopa en un gran tazón, con o sin pasta; el acompañamiento que puede ser un sándwich o una quesadilla tipo New York o una ensalada thai; un vaso de limonada y una galleta de postre. La comida es vasta, parece poco, pero el tazón de sopa es no sólo muy bueno, también satisface. Fuera de la comida corrida se puede ordenar una hamburguesa de lentejas, hummus o cualquier tipo de sopa. En mi visita probé la sopa de cacahuate tipo africano y me quedé con deseos de degustar la de frijoles negros con chipotle. El sandwich de queso fundido, cebolla caramelizada y jitomate fue un magnífico complemento a mi sopa. Tengo muchos deseos de probar la hamburguesa de lentejas y seguramente volveré muy pronto. Por su tamaño, mobiliario y carta, esta sopería es un lugar único en Querétaro, que si lo notaron, complace por completo a los vegetarianos y también a aquellos que no lo somos. Carla y David los esperan (Calle 15 de mayo entre Juárez y Corregidora). 

miércoles, 28 de mayo de 2014

Sencillos placeres de una época que no volverá.

















Singular museo.

De las decenas de museos que hay en la ciudad de México uno de los más originales  y atractivos es el Museo del Juguete Antiguo México (MUJAM).  En primer lugar no es una institución del gobierno, sino particular y tampoco es patrocinada por una o varias grandes corporaciones, seguramente lo crearon y mantienen algunas personas de no muy amplios recursos. Los museos generalmente muestran objetos e información de los más variados temas: historia, arte, economía, zapatos, muebles, cerámica, tecnología o automóviles. Podemos tener  interés en algunos de estos temas, pero el juguete es algo que todos disfrutamos en nuestra reciente o lejana infancia y ver esos juguetes para recordar o conocer con lo que otras personas y en otras épocas jugaron es sin duda atractivo para todos. La localización de Museo es poco común, la colonia Doctores (Dr. Olvera 15, a media cuadra del Eje Central), a un par de cuadra del Mercado Hidalgo, tradicional lugar especializado en la venta de materiales de construcción y plomería. El recinto en el que se encuentra es también único, un antiguo edificio de departamentos construido allá por los años cincuenta o sesenta del siglo pasado. En la planta baja hay una tienda-restaurante ligada al museo, pues además de vender comida (japonesa?!), compran, cambian y venden juguetes antiguos o poco comunes. Los pisos superiores del edificio exhiben la gigantesca colección de juguetes, cerca de 40 mil. Los hay de todos tamaños, épocas y precio, desde pequeños juguetes que venían de regalo en alimentos o dulces, hasta algunas piezas que podríamos llamar juguetes de adultos por su complejidad y alto costo. La colección se exhibe tratando de mostrar un orden o clasificación, pero hay decenas de vitrinas llenas de todo tipo de juguetes. Podría ser un museo de la vitrina, pues pareciera no haber dos iguales, de dulcería, de comedor, de joyería y algunos muebles u objetos muy extraños y originales para mostrar los juguetes. El edificio tuvo algunas modificaciones para usarlo como museo, pero no se puede decir que está adaptado por completo. Hay  pequeñas escalinatas o pasillos para ir de un departamento a otro, al caminar por sus salones se puede ver la diferencia del piso en lo que fueron recámaras, el comedor, la sala o la cocina de los departamentos. Hay juguetes nacionales e importados, los hay de las famosas marcas de juguetes como Plastimarx, Lili, Ledy, Lionel, Exin, Mattel o Matchbox y muchos hechos a mano o artesanalmente. Reconocí algunos de los juguetes del tiempo de mi infancia y me sentí como si pronto me debieran a exhibir en el Museo Nacional de Historia. Identifique aquellos cohetes de plástico con un como clavo en la punta que se arrojaban hacia arriba y al caer detonaban una chinampina que se les ponía en la cabeza. Está el Capitán Boy de Ledy, un pequeño muñeco astronauta que en la mochila de su espalda tenía un par de pilas y dentro de su torso un motor eléctrico, un eje con un engrane salía desde ese motor entre las piernas y al sentarse el Capitán Boy en diversos naves, el engrane se conectaba con otros engranes del vehículo y los ponía en movimiento. Están muchos de aquellos burdos juguetes de plástico que vendía a peso o dos pesos en los mercados y que me entretuvieron en infinidad de horas felices. Hay de aquellos muñecos de yeso con forma de luchador enmascarado que eran los premios en los juegos de las ferias y que servían de adorno y alcancía.  Hay autos de todos los materiales y tamaños; trenes, robots, muñecas, aviones, barcos, armas, máquinas, autopistas y todo aquello con lo que jugamos y ya olvidamos. Incluso tienen en exhibición dos de aquellos pequeños autobuses urbanos hechos de madera en los que los infantes podían pasear  los domingos en algunos parques  de la ciudad (uno de ellos convertido en vitrina). Por el esfuerzo de mantener este espacio de añoranza, por lo original de su recinto y ante todo por la riqueza de recuerdos que nos trae a la mente su riquísima colección, por eso debemos visitar este maravilloso museo.