jueves, 26 de junio de 2008

Paraiso tropical






Paraiso tropical.





Cancún I.
A fines del pasado mes de mayo salí de vacaciones con la familia casi completa, Estrella, Ana Violeta y Daniela; pues la Nala (nuestra perra) esta vez no pudo acompañarnos. Nuestro destino fue la muy turística ciudad de Cancún, que cada que la visito me sorprende por su rápido crecimiento. Este famoso lugar turístico inició su desarrollo en la segunda mitad de los años setenta, a fines de la presidencia de Luis Echeverría y nada había entonces en el lugar, apenas algunas palapas de pescadores. Es ahora una ciudad con aeropuerto, cientos de hoteles, grandes avenidas, estadio, mercados, universidades, todo lo propio de una gran urbe y en poco más de treinta años. El viaje adelantó las vacaciones de mis hijas, pues ellas todavía no terminaban su año escolar, pero tenía que ser en esas fechas, pues yo debía impartir un curso de verano en junio y luego en julio ya sería temporada alta, con mayores precios y afluencia turística. Este viaje fue nuestra primera experiencia en turismo organizado; contratamos un paquete con transporte y hospedaje. No me gusta mucho este tipo de turismo, tan constreñido o planeado. Casi siempre salimos a pasear de forma independiente, cuando mucho reservamos hotel. Prefiero viajar en auto y visitar aquello que deseo y cuando lo deseo y si el lugar no nos gusta poder modificar lo planeado. Pero mis hijas querían conocer Cancún y también viajar por primera vez en avión. Por años espere que mis hijas tuvieran más de 10 años para hacer un viaje en automóvil hasta Cancún, pero pasando y conociendo Villahermosa, Palenque, Campeche, Mérida, varias zonas arqueológicas mayas y al final Cancún. Bueno todavía puedo hacerlo finalizando en la blanca y hermosa Mérida. Me gusta visitar los mercados, comprar artesanías, conocer pequeños poblados, observar sus habitantes y costumbres, comer la auténtica comida local y nada de esto pude hacer esta vez. Poco durante mi recorrido me recordó que me encontraba en la tierra del faisán y del venado.
Todo resultó muy bien y al final hasta afortunado me sentí. Contraté un paquete con una compañía llamada Magnicharters que tiene sus propios aviones y te aloja en el hotel que se desee. Una par de semanas luego de nuestro viaje, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes suspendió temporalmente los vuelos de Magnicharters. Un lunes muy temprano volamos sin problemas hasta Cancún, el clima era caluroso, pero no más que la temperatura que habíamos tenido en Querétaro por esos días. El hotel Presidente Intercontinental es de los más antiguos y ya existía cuando visité Cancún por primera vez, por ahí de 1980. Tiene una playa muy hermosa, con poco oleaje y que no alcanza gran profundidad por muchos metros. Contratamos para el segundo día un tour al parque de X-caret, un autobús pasó por nosotros al hotel a eso de las 8 de la mañana. Me sentí turista que recorre toda Europa en un mes y pasando por cada atractivo importante 25 minutos. Pero la verdad que los consejos del guía nos fueron de gran utilidad e incluso me vendió una cámara desechable y sumergible con la obtuve fotografías que serán insuperables recuerdos. El autobús iba casi lleno de recién casados, éramos solamente dos las familias con hijos. El viaje al lugar nos tomó casi una hora y media, esa mañana pude ver lo mucho que ha crecido la ciudad más allá de la zona hotelera. Había visitado X-caret casi 10 años antes y sus atractivos e instalaciones se han multiplicado. Al llegar hice una cita para ir a nadar con snorkel a un arrecife cercano. Tan pronto como nos fue posible nos cambiamos de ropa y fuimos a iniciar el paseo por el río subterráneo, el parque tiene ahora dos recorridos, uno por un río a cielo abierto, me imagino que para los claustrofóbicos o niños temerosos de la oscuridad; el otro bajo tierra, pero con entradas de luz a distancias regulares, por lo que se está siempre en penumbra. El recorrido es muy relajante e interesante, como se usan chalecos salvavidas no es necesario nadar; se flota lentamente con la corriente por casi una hora, una distancia de aproximadamente un kilómetro. Enseguida abordamos una lancha que nos condujo a un arrecife fuera del parque. La experiencia resultó única, al increíble color del mar Caribe se la agrega su transparencia. Para mi sorpresa, ningún miembro de la familia expresó dudas o temor. Obviamente la actividad se hace también con un chaleco salvavidas, visor, snorkel y aletas que dan seguridad y le permiten a uno observar el arrecife desde la superficie, para no dañarlo y sin agotarse. Al volver al parque nos cambiamos de ropa, pues ya no haríamos más actividades acuáticas. Enseguida recorrimos el acuario y el tortugario, ambos asombraron a mis hijas. Hicimos una pausa para comer en uno de los muchos restaurantes distribuidos en el parque, cada uno con una especialidad. La comida es buffet y está incluida en el costo de entrada. En el restaurant que comimos había gran variedad de platillos, todos de buen sabor, nada extraordinario, pero está siempre el atractivo al goloso, comer en abundancia. Con la barriga llena y el corazón contento nos dispusimos a caminar mucho para bajar la comida; recorrimos algunos de los múltiples atractivos de X-caret: zoológico, pueblo maya, zona arqueológica, mariposario y cementerio mexicano. El pueblo maya es un lugar muy bonito con varias chozas o jacales a la manera tradicional de los hogares mayas. En cada construcción del conjunto hay una o varias personas elaborando artesanías tradicionales mayas. Ese fue uno de los pocos momentos en que recordé que no estaba en otro país, sino en la península de Yucatán. Había piezas talladas en piedra caliza, dibujos mayas pirograbados, ropa bordada, hamacas, sobreros y bolsas de palma tejida. Un artesano indígena labraba maderas preciosas con diseños originales mayas. Compré un hermoso danzante en madera de cedro. Esta figura es muy conocida y reproducida, pues muestra la maestría de los dibujantes mayas al representar la figura humana bien proporcionada y en detallado movimiento. El dibujo original está en un vaso policromado que se encuentra en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard. El cementerio mexicano es una especie de túmulo artificial que en sus faldas o costados tiene en círculos concéntricos cientos de tumbas simuladas, decoradas como seguramente lo hacen en diversas partes del país: pequeñas iglesias, fuentes, cruces y ornamentación en todos los estilos y materiales, un lugar muy hermoso, como son en realidad muchos cementerios. Ya no pudimos visitar otros atractivos del parque pues teníamos que dirigirnos al lugar del espectáculo nocturno que prácticamente cierra el día en X-caret.

lunes, 23 de junio de 2008

Viva México, hijos de la..... Patria!




Fiestas patrias.
Tenía tiempo que no escribía, ahora con la familia aquí en Querétaro, ya mis tardes están más ocupadas que cuando viví solo y me quedaba después de clases en la oficina a escribir. Ahora tengo más tiempo en sábado o domingo, pues ya no viajo a México cada fin de semana, este texto lo escribo en casa un sábado. En septiembre llueve fuerte por aquí en Querétaro, en este mes fueron las famosas inundaciones de hace tres o cuatro años. Sigue también haciendo calor, de día en la oficina o los salones no lo siento tanto; pero por las noches tengo que dormir con la ventana abierta. Me imagino que pronto la temperatura empezará a descender, pero no me preocupo pues ya estuve aquí el invierno pasado y el frío es moderado.
El pasado 15 de septiembre (2006) fui a la nueva escuela de mis hijas a ver bailar a Daniela. Ese día hubo ceremonia y le tocó a cuarto año conducir los honores a la bandera. Por suerte fue viernes, en ese día mis clases inician a las 9 de la mañana y la ceremonia era a las 8. Temprano me fui a la oficina, me gusta llegar a eso de las 6:15, prepararme un té con galletas y leer los periódicos antes de irme a las clases que inician a las 7:30. Esta vez, a esa hora me fui a la escuela de mis hijas que se encuentra al otro lado de la ciudad. Tardé unos quince minutos en llegar a mi destino y hasta tuve que esperar el arribo de la familia afuera de la escuela. Fue una suerte poder asistir a la conmemoración, pues además del evento, la visita me trajo gratos recuerdos de mis estudios primarios. En lo que esperaba pude ver a los estudiantes más jóvenes de la primaria llegar casi arrastrando sus grandes mochilas, buscar a sus amigos y esperar la hora de entrada platicando. Fue como volver a los lejanos y añorados años sesenta cuando yo estudié mi primaria. Ahora muchas mochilas tienen ruedas, pero la desproporción entre el tamaño de los niños y el peso que cargan o arrastran es la misma. Recordé también como a esa edad la ropa del uniforme es comúnmente un par de tallas más grande, para que se pueda seguir usando mientras se crece, además a los niños parece no importarles. Los estudiantes de los dos primeros grados, parecen más enanos de un circo, que niños en edad escolar, la desproporción de mochilas y ropa ayudan a dar esta impresión. Ya no recordaba que es necesario formarse para entrar al salón de clase, esta vez la formación fue para presenciar la ceremonia. Un par de minutos antes de las ocho dieron la orden de adoptar la posición de firmes y saludar a la bandera que conducía una irregular escolta, algunos elementos se adelantaban, otros se retrasaban pero todos tenían una cara de solemnidad que compensaba con creces su falta de coordinación. Inmediatamente después cantamos el Himno Nacional, me sorprendió el entusiasmo y volumen con el que los estudiantes lo cantaron; no lo murmuraron o apenas pronunciaron, como los adolescentes y adultos lo hacen comúnmente. Fue una especie de explosión patriótica muy agradable. Conducía la ceremonia un estudiante que leía en unas hojas de papel aquello que seguramente su maestra había escrito. Leía todo como si estuviera platicando con sus amigos, de forma poco solemne, muy tranquila y segura; además de que estaba siempre de pie, como diría mi maestra de español de la secundaria, como vago de barrio parado en la esquina. A mi me gustó mucho su naturalidad y desparpajo. Enseguida hubo una representación de los sucesos históricos del 15 de septiembre de 1810. Algunos estudiantes de cuarto año estaban vestidos para representar al Corregidor, Corregidora, Hidalgo, Allende y Aldama. Llamaba la atención Hidalgo, quien por la sotana, peluca con gran calva y pelo cano, parecía más cómico que patriótico actor. En la representación hubo algunas imprecisiones, como el hecho de que la Corregidora no mandara el aviso de la conspiración descubierta al capitán Allende, sino a Hidalgo en boca de Allende, pero sin duda se captó la atención e interés de los presentes. Terminó la representación con Hidalgo dando el Grito de Independencia y nosotros los espectadores coreando con entusiasmo vivas por México y su independencia. El remate a la ceremonia fueron los estudiantes del mismo cuarto año bailando el Son de la Negra, nuestro segundo himno nacional. Fue pues el gran momento de Daniela, agitando una gran falda color limón con más entusiasmo que ritmo o gracia. Me dio mucho gusto que me fuera posible presenciar la ceremonia, pues desde que se enteró que iba a bailar, Daniela me pidió con insistencia que buscara la manera de asistir. Además de darle gusto a mi hija, me resultó muy placentero redescubrir, la sencillez y naturalidad de la infancia. A eso de las 8:25 la ceremonia terminó y regresé al Tec para mi clase de nueve de la mañana.
Por la tarde tuve la intención de visitar el centro histórico de la ciudad, pero sin quedarme hasta la hora del grito frente al palacio de gobierno, pues varias personas me advirtieron la gran multitud que se congregaba. Así que a eso de las seis de la tarde nos encaminamos al centro. A mi me gusta buscar estacionamiento a unas cuadras de distancia y desde ahí caminar. Pues esta vez caía tan tremendo aguacero, que aunque encontramos un buen lugar, nos fue imposible siquiera descender de mi vocho. Esperamos casi 20 minutos y como la lluvia arreciaba, mejor emprendimos el regreso, pues luego de fuertes aguaceros, las calles de la ciudad se inundan y puede uno tardar en llegar. Estrella había preparado sopes, pozole y chiles en nogada para la cena y la idea de atorarme en una inundación y no llegar a cenar me preocupó. Al día siguiente pudimos ya visitar el centro y en uno de los costados del jardín Zenea cierran una calle donde se instalan muchos puestos de comida. Para mi pesar iniciamos la visita justo después de comer y no pude siquiera probar un platillo. Vendían enchiladas, gorditas, pozole, pambazos o guajolotas, como aquí les llaman. El próximo año tendré cuidado de administrar bien mi hambre para hacer los honores a la patriótica gastronomía del jardín Zenea. Pero el día 15 pudimos llegar a muy buena hora a casa. La cena resultó tan tentadora que no pudimos esperar el final del Grito para empezar. Pozole, sopes y chiles en nogada estuvieron muy buenos. No desperdicié espacio de mi estómago en los comunes sopes y cene un chile en nogada y dos platos de pozole. Por primera vez en muchos años no vi la ceremonia del Grito de Independencia en la televisión, Estrella y las niñas si lo hicieron, yo mejor me quedé en la cocina lavando platos y recogiendo. Sobra decir que tuvimos, chiles, sopes y pozole para seguir celebrando el resto del fin de semana. ¡Que viva México!

viernes, 20 de junio de 2008

Atractivos periféricos.





El Cimatario.
Diciembre ya (2006), cercanas las fiestas, pero también cercano el frío, el invierno ha estado enviando algunos avisos de su próxima llegada. Es época de enfermedades respiratorias, hay de cinco a seis estudiantes estornudando y limpiándose la nariz en cada grupo, pues ya unos días son de helada en la madrugada y otros soleados e incluso calurosos al mediodía. Estoy a punto de terminar con la labores del final del semestre, pero después tendré también mucho trabajo, hay mucho que hacer antes del inicio del próximo. Este fin de semana largo fue un respiro muy bueno entre tanto trabajo, mismo que aprovecho para escribir, pues no lo había hecho por varias semanas.
Hace casi un mes visité con la familia el Parque Ecológico del Cimatario, este espacio natural se encuentra precisamente en el cerro del mismo nombre y es la montaña más alta de aquellas que rodean la ciudad de Querétaro. Es fácil de identificar pues por su tamaño domina el horizonte sur y en la cima tiene casi una decena de antenas de todos tamaños. El parque es más una reserva ecológica, pues el acceso al mismo es limitado. Durante el día sólo lo pueden recorrer algunos ciclistas en bicicleta de montaña y corredores que se registran y obtiene un permiso especial ante el municipio. Los fines de semana hay recorridos para cualquier persona pero es necesario reservar con anticipación. Nosotros nos registramos para un recorrido general, pues hay otro en el que se visitan unas cuevas dentro del parque. Tienen una especie de microbús o camioneta grande en la que se hace el recorrido, hay un camino que llega hasta la cima haciendo una espiral alrededor del cerro. El parque tiene cerca de 400 hectáreas y hay una malla o cerca en todo su perímetro, dentro del mismo se encuentran aves de rapiña de varios tipos, serpientes, pequeños mamíferos y venados y de vez en cuando llegan a merodear por la zona algunos coyotes. Nuestra visita fue en los primeros días de noviembre y en esos días cruzaban por Querétaro miles o millones de mariposas monarcas, sin duda en ruta hacia sus santuarios en el estado de México y Michoacán. A pesar del fuerte viento se les veía avanzar lentamente, lo que hace a uno pensar en lo difícil y sorprendente que es su odisea desde Canadá. La camioneta acerca a los visitantes a la cima y a casi un kilómetro de ella se desciende del vehículo para seguir el recorrido a pie. Hay un sendero recubierto de adocreto, lo que hace más fácil y seguro el recorrido, pues en nuestro camino de ascenso, se cruzó frente al grupo una pequeña víbora de cascabel. Vimos también un par de esas aves llamadas correcaminos, de pequeño tamaño, gran cola y que no vuelan; pero corren muy rápido. Yo pensé que no los había en esta parte del país, pues los había visto en Sonora y Sinaloa, donde le llaman pitijuy. Desde la cima se domina todo el valle de Querétaro, por suerte el día de nuestra visita estaba soleado y muy claro. Pudimos ver toda la ciudad e incluso identificar a lo lejos el conjunto habitacional en el que vivimos al otro lado de la ciudad; pues las casas están pintadas en llamativos colores amarillo y blanco. Daniela estuvo muy emocionada de ver tanta vida silvestre y como acostumbra, empezó a preguntarle mucho a la guía del recorrido y a platicarle todo lo que pudo recordar de sus mascotas y su gusto por los animales. Visitamos el parque cuando caían todavía las últimas lluvias, así que todo el cerro conservaba algo del verdor del verano, el recorrido y el paisaje no han de ser tan agradables durante la época de secas.
Otro fin de semana visitamos un pequeño poblado muy cercano a Querétaro, en camino hacia San Luis Potosí. El lugar se llama Santa Rosa Jáuregui y aunque es pequeño y no muy bonito, tiene como atractivo muchos lugares que preparan carnitas. Sobre la calle principal hay a poca distancia uno de otro, grandes cazos para preparar este manjar, así como las vitrinas en las que se exhibe la carne ya lista para comerla ahí mismo o llevarla a casa. Habría que tener presente que Querétaro fue parte de la provincia de Michoacán durante toda la época colonial así que comparten muchos platillos en sus gastronomías. No todas las carnitas de Santa Rosa Jáuregui son en el más puro estilo michoacano, con su naranja y azúcar para darle ese color doradito y brillo acaramelado. En la misma población hay también puestos de tamales y dorados buñuelos con azúcar o miel de piloncillo.
También muy cerca de Querétaro hay otro singular poblado que se especializa en la venta de artículos de cuero. Se llama San Vicente Ferrer y no sólo es muy pequeño, sino hasta algo feo, pero cerca de su plaza principal se encuentran unas dos decenas de establecimientos en los que venden, bolsos femeninos, chamarras de cuero, carteras, cinturones, portafolios incluso calzado, sobre todo botas. Yo me imagino que la mayor parte de lo que ahí se vende no es producido en el lugar. Pero resulta interesante la especialización comercial de esta población y parece ser que la calidad no es mala y los precios bajos. Yo estuve a punto de comprarme un cinturón, pero mis hijas prácticamente querían todo lo que veían.
En días de muertos se instalan en varias calles del centro de la ciudad de Querétaro muchos puestos y acude a ellos bastante gente por las tardes. En algunos de ellos venden las tradicionales figuras de alfeñique, pasta hecha de azúcar. Otros puestos son de todo tipo de dulces casi todos con formas o decoración relativa a las festividades. También hay un gran número de puestos de comida típica, gorditas, enchiladas, tostadas y pozole. Ya iré con más tiempo y con la familia el próximo noviembre, pues esta vez recorrí rápidamente los puestos y solo.
Ahora el primero de diciembre se inauguró también la Feria ganadera de Querétaro, cierra el día 17. Además de una exhibición pecuaria, hay también puestos de comidas y chucherías, juegos mecánicos y espectáculos por la noche. Hace un año o dos hubo un accidente fatal en los juegos mecánicos y todo mundo te advierte no subirte a ellos. Como en toda feria hay palenque con peleas de gallos. No la he visitado, pero espero poder hacerlo el próximo fin de semana. Parece que esta feria es el máximo evento en Querétaro y toda la gente pregunta si ya se ha ido a ella.. Muy cerca del centro salen autobuses hacia la feria, pues además de estar en los suburbios de la ciudad, el espacio de estacionamiento parece ser insuficiente. Por atractivo que parezca, no me gustan las multitudes ni las aglomeraciones.

lunes, 16 de junio de 2008

Misteriosos tacos.






Chicharrón de res.
El sábado 14 de junio visité un tianguis con cierta fama aquí en la ciudad de Querétaro, el de la colonia Presidentes. Un colega en la escuela, así como algunos estudiantes me habían comentado sobre su tamaño y la variedad de artículos que ahí se venden cada sábado. Hubiera querido ir más temprano, pero me levanté tarde ese día. Ya a eso de las diez y media de la mañana me puse en camino. Me habían sugerido estacionar mi auto cerca del lugar y luego tomar un taxi, no porque el lugar sea inseguro, sino por lo complicado que es estacionarse en la cercanía; tal como lo comprobé al llegar en taxi. El tianguis se coloca en una especie de explanada de piso de tierra, frente al edificio de un pequeño mercado permanente. Encontré muchos puestos de cosas usadas: herramienta, ropa, calzado, artículos electrodomésticos, juguetes y todo tipo de artículos del hogar. No iba buscando algo en particular, sino conocer el lugar. Encontré en un puesto varias raquetas de tenis usadas y compré una de grafito y kevlar por sólo cincuenta pesos. Ahora que Ana Violeta está tomando clases de ese deporte pensé en tener una raqueta, para de vez en cuando practicar o jugar con ella. Mi vieja raqueta de madera, seguro me la confisca el Instituto Nacional de Antropología e Historia, si me atrevo a jugar con ella. Había varios puestos con grandes montones de ropa usada y muchas personas revisando las prendas. En la parte posterior del tianguis había también puestos de comida. Terminé mi recorrido en unos cuarenta minutos y antes de irme, entré a conocer el mercado permanente. Había puestos de fruta, verdura, abarrotes y muchos que ofrecían alimentos. Aquí en Querétaro es muy común en los mercados encontrar lugares que tienes diez o quince cazuelitas con guisados y con ellos preparan los tacos que se venden: pollo, nopales, moronga, verdolagas, huevo, calabacitas, chicharrón, picadillo, rajas, tortitas de carne deshebrada, chiles rellenos y otros más. Pero en un puesto con una gran concurrencia vi que servían tacos de algo intrigante y que no alcanzaba a identificar. De un gran cazo como de carnitas sacaban algo que parecía panza, lo picaban y con eso hacían tacos. Más por curiosidad que por hambre, pedí dos con una seña y de inmediato los prepararon con doble tortilla. Los ingredientes eran variados, pero sin duda alguna, todos vísceras de res; algo de panza, hígado, y algunas otros órganos que escaparon la identificación. Me llamó la atención que los trozos de panza que vi eran blancos en su exterior y negros en su interior (o viceversa). También me sorprendió el sabor tan moderado que tenía, pues por lo regular mucha gente rechaza comer vísceras por su fuerte gusto. Su sabor y apariencia no era de algo muy grasoso, a pesar de que seguramente se fríen en sebo o grasa de res, quizá no lo suficiente como para hacerlos crocantes. Pregunté por el nombre de este tipo de tacos y me contestaron que eran de chicharrón de res. El chicharrón de cerdo es la piel del mismo animal frita, pero está también el llamado chicharrón prensado que son los restos o residuos que quedan de la preparación de la carne del cerdo. Me imagino que en este caso también se le da el término de chicharrón por ser un subproducto de la res frito. Los tacos sabían bien, pero esperaba algo con un sabor más definido o característico. Otro sábado volveré al lugar para probar algunas cosas más que vi durante la breve visita.