Fiestas patrias.
Tenía tiempo que no escribía, ahora con la familia aquí en Querétaro, ya mis tardes están más ocupadas que cuando viví solo y me quedaba después de clases en la oficina a escribir. Ahora tengo más tiempo en sábado o domingo, pues ya no viajo a México cada fin de semana, este texto lo escribo en casa un sábado. En septiembre llueve fuerte por aquí en Querétaro, en este mes fueron las famosas inundaciones de hace tres o cuatro años. Sigue también haciendo calor, de día en la oficina o los salones no lo siento tanto; pero por las noches tengo que dormir con la ventana abierta. Me imagino que pronto la temperatura empezará a descender, pero no me preocupo pues ya estuve aquí el invierno pasado y el frío es moderado.
El pasado 15 de septiembre (2006) fui a la nueva escuela de mis hijas a ver bailar a Daniela. Ese día hubo ceremonia y le tocó a cuarto año conducir los honores a la bandera. Por suerte fue viernes, en ese día mis clases inician a las 9 de la mañana y la ceremonia era a las 8. Temprano me fui a la oficina, me gusta llegar a eso de las 6:15, prepararme un té con galletas y leer los periódicos antes de irme a las clases que inician a las 7:30. Esta vez, a esa hora me fui a la escuela de mis hijas que se encuentra al otro lado de la ciudad. Tardé unos quince minutos en llegar a mi destino y hasta tuve que esperar el arribo de la familia afuera de la escuela. Fue una suerte poder asistir a la conmemoración, pues además del evento, la visita me trajo gratos recuerdos de mis estudios primarios. En lo que esperaba pude ver a los estudiantes más jóvenes de la primaria llegar casi arrastrando sus grandes mochilas, buscar a sus amigos y esperar la hora de entrada platicando. Fue como volver a los lejanos y añorados años sesenta cuando yo estudié mi primaria. Ahora muchas mochilas tienen ruedas, pero la desproporción entre el tamaño de los niños y el peso que cargan o arrastran es la misma. Recordé también como a esa edad la ropa del uniforme es comúnmente un par de tallas más grande, para que se pueda seguir usando mientras se crece, además a los niños parece no importarles. Los estudiantes de los dos primeros grados, parecen más enanos de un circo, que niños en edad escolar, la desproporción de mochilas y ropa ayudan a dar esta impresión. Ya no recordaba que es necesario formarse para entrar al salón de clase, esta vez la formación fue para presenciar la ceremonia. Un par de minutos antes de las ocho dieron la orden de adoptar la posición de firmes y saludar a la bandera que conducía una irregular escolta, algunos elementos se adelantaban, otros se retrasaban pero todos tenían una cara de solemnidad que compensaba con creces su falta de coordinación. Inmediatamente después cantamos el Himno Nacional, me sorprendió el entusiasmo y volumen con el que los estudiantes lo cantaron; no lo murmuraron o apenas pronunciaron, como los adolescentes y adultos lo hacen comúnmente. Fue una especie de explosión patriótica muy agradable. Conducía la ceremonia un estudiante que leía en unas hojas de papel aquello que seguramente su maestra había escrito. Leía todo como si estuviera platicando con sus amigos, de forma poco solemne, muy tranquila y segura; además de que estaba siempre de pie, como diría mi maestra de español de la secundaria, como vago de barrio parado en la esquina. A mi me gustó mucho su naturalidad y desparpajo. Enseguida hubo una representación de los sucesos históricos del 15 de septiembre de 1810. Algunos estudiantes de cuarto año estaban vestidos para representar al Corregidor, Corregidora, Hidalgo, Allende y Aldama. Llamaba la atención Hidalgo, quien por la sotana, peluca con gran calva y pelo cano, parecía más cómico que patriótico actor. En la representación hubo algunas imprecisiones, como el hecho de que la Corregidora no mandara el aviso de la conspiración descubierta al capitán Allende, sino a Hidalgo en boca de Allende, pero sin duda se captó la atención e interés de los presentes. Terminó la representación con Hidalgo dando el Grito de Independencia y nosotros los espectadores coreando con entusiasmo vivas por México y su independencia. El remate a la ceremonia fueron los estudiantes del mismo cuarto año bailando el Son de la Negra, nuestro segundo himno nacional. Fue pues el gran momento de Daniela, agitando una gran falda color limón con más entusiasmo que ritmo o gracia. Me dio mucho gusto que me fuera posible presenciar la ceremonia, pues desde que se enteró que iba a bailar, Daniela me pidió con insistencia que buscara la manera de asistir. Además de darle gusto a mi hija, me resultó muy placentero redescubrir, la sencillez y naturalidad de la infancia. A eso de las 8:25 la ceremonia terminó y regresé al Tec para mi clase de nueve de la mañana.
Por la tarde tuve la intención de visitar el centro histórico de la ciudad, pero sin quedarme hasta la hora del grito frente al palacio de gobierno, pues varias personas me advirtieron la gran multitud que se congregaba. Así que a eso de las seis de la tarde nos encaminamos al centro. A mi me gusta buscar estacionamiento a unas cuadras de distancia y desde ahí caminar. Pues esta vez caía tan tremendo aguacero, que aunque encontramos un buen lugar, nos fue imposible siquiera descender de mi vocho. Esperamos casi 20 minutos y como la lluvia arreciaba, mejor emprendimos el regreso, pues luego de fuertes aguaceros, las calles de la ciudad se inundan y puede uno tardar en llegar. Estrella había preparado sopes, pozole y chiles en nogada para la cena y la idea de atorarme en una inundación y no llegar a cenar me preocupó. Al día siguiente pudimos ya visitar el centro y en uno de los costados del jardín Zenea cierran una calle donde se instalan muchos puestos de comida. Para mi pesar iniciamos la visita justo después de comer y no pude siquiera probar un platillo. Vendían enchiladas, gorditas, pozole, pambazos o guajolotas, como aquí les llaman. El próximo año tendré cuidado de administrar bien mi hambre para hacer los honores a la patriótica gastronomía del jardín Zenea. Pero el día 15 pudimos llegar a muy buena hora a casa. La cena resultó tan tentadora que no pudimos esperar el final del Grito para empezar. Pozole, sopes y chiles en nogada estuvieron muy buenos. No desperdicié espacio de mi estómago en los comunes sopes y cene un chile en nogada y dos platos de pozole. Por primera vez en muchos años no vi la ceremonia del Grito de Independencia en la televisión, Estrella y las niñas si lo hicieron, yo mejor me quedé en la cocina lavando platos y recogiendo. Sobra decir que tuvimos, chiles, sopes y pozole para seguir celebrando el resto del fin de semana. ¡Que viva México!
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