Producción artesanal en Querétaro.
La modernidad se extiende día a día por todo México y el mundo, me supongo que muchos la promueven y la desean, pero ésta inevitablemente desplaza muchas costumbres y prácticas ancestrales que se pierden para siempre. Querétaro tuvo hasta la primera mitad del siglo XIX un gran número de talleres textiles, mismos que desaparecieron paulatinamente con la llegada de grandes y modernas fábricas textiles en la segunda mitad de ese siglo (la fábrica del Hércules la primera y más famosa, 1840). Infinidad de manufacturas locales han desaparecido ante la llegada de artículos hechos en grandes fábricas y procesos automatizados. Cada vez es menos común encontrar objetos no sólo hechos en Querétaro, sino en procesos artesanales. Hace unos meses tuve la oportunidad de encontrarme con uno de esos objetos que se pensaría dejaron de ser usados hace décadas y que de su existencia sólo queda memoria en los libros. En una de las visitas que hacemos con estudiantes a comunidades rurales queretanas (véase Comunidades queretanas 07, febrero 2008), encontré y pude ver la elaboración de un guangoche o ayate. La prenda en la que se estampó la imagen de la Virgen de Guadalupe era supuestamente el ayate de Juan Diego, aunque su tela no es ixtle y su tamaño es el de un Juan Diego basketbolista de la NBA. Estas piezas textiles tienen sin duda un origen prehispánico; son rectángulos de una tela muy burda con correas en sus cuatro extremos, dos de ellas se anudan y se colocan tras el cuello y las otras dos también anudadas van sobre un hombro. El guangoche o ayate es una prenda de trabajo, sirve para cargar en ella un buen número de mazorcas de maíz u otros productos agrícolas, son una especie de sencilla gran mochila, pero que se lleva al frente y no en la espalda.
Visitamos la comunidad de Bosxani en el municipio de Cadereyta y ahí pudimos ver a don Benito hilando la cuerda o mecate con el que elabora a mano sus ayates. El proceso es rudimentario y muy interesante. El artesano, camina por un pasillo que se entiende unos 50 metros entre casas y campos de cultivo. Lleva consigo una gran cantidad de fibras de ixtle (fibras del maguey, véase La auténtica bebida nacional, junio 2009) y en la cintura lleva anudada una pequeña cuerda con la cual hace girar una especie de rueca a cada paso que camina. La sencilla pero eficiente rueca se encuentra en un extremo del pasillo y está hecha con una vieja rueda de bicicleta, alambre y algunos irregulares maderos, cuando el artesano camina, jala el cordón que lleva atado y la rueda de bicicleta hace girar otro eje menor al cual está conectada, torciendo rápidamente las fibras que con paciencia don Benito alimenta a la cuerda de ixtle que elabora. Luego de recorrer el pasillo varias veces, el grueso hilo para el ayate está listo. Ya en casa y con rudimentarias herramientas, el guangoche se teje y su creador lo lleva a vender al mercado de Cadereyta en 80 pesos. Me imagino es más fácil y económico elaborar ayates con la tela plástica de costales. Me pregunto si una vez que don Benito deje de hacerlo no habrá ya quien elabore guangoches de ixtle en Bosxani. Curiosamente el proyecto productivo que visitamos en esa comunidad fue un pequeño taller textil donde cosen o ensamblan prendas de tela para las grandes tiendas citadinas, no faltará quien ahí retome la elaboración de guangoches pero con materiales más modernos y económicos.
Visitamos la comunidad de Bosxani en el municipio de Cadereyta y ahí pudimos ver a don Benito hilando la cuerda o mecate con el que elabora a mano sus ayates. El proceso es rudimentario y muy interesante. El artesano, camina por un pasillo que se entiende unos 50 metros entre casas y campos de cultivo. Lleva consigo una gran cantidad de fibras de ixtle (fibras del maguey, véase La auténtica bebida nacional, junio 2009) y en la cintura lleva anudada una pequeña cuerda con la cual hace girar una especie de rueca a cada paso que camina. La sencilla pero eficiente rueca se encuentra en un extremo del pasillo y está hecha con una vieja rueda de bicicleta, alambre y algunos irregulares maderos, cuando el artesano camina, jala el cordón que lleva atado y la rueda de bicicleta hace girar otro eje menor al cual está conectada, torciendo rápidamente las fibras que con paciencia don Benito alimenta a la cuerda de ixtle que elabora. Luego de recorrer el pasillo varias veces, el grueso hilo para el ayate está listo. Ya en casa y con rudimentarias herramientas, el guangoche se teje y su creador lo lleva a vender al mercado de Cadereyta en 80 pesos. Me imagino es más fácil y económico elaborar ayates con la tela plástica de costales. Me pregunto si una vez que don Benito deje de hacerlo no habrá ya quien elabore guangoches de ixtle en Bosxani. Curiosamente el proyecto productivo que visitamos en esa comunidad fue un pequeño taller textil donde cosen o ensamblan prendas de tela para las grandes tiendas citadinas, no faltará quien ahí retome la elaboración de guangoches pero con materiales más modernos y económicos.