La Ciudadela
Uno de los placeres de estudiar la historia de
los lugares comunes en nuestra vida, es visitarlos y pensar cómo fue ahí la
vida en otros años, otros siglos.
Imaginar la gente, la presencia de personajes históricos, sus ropas, su
forma de pensar y también cómo ha cambiado mucho o poco el uso o el sentir de
ese espacio. Lugares sagrados y solemnes
como el centro ceremonial de México-Tenochtitlan están ahora llenos de
paseantes y comerciantes en una ambiente y realidad muy distinta. La tenebroso
Palacio Negro o cárcel de Lecumberri de cientos de historias de castigo,
sufrimiento y abuso, es ahora tranquilo y silencioso espacio de investigación
histórica como Archivo General de la Nación. El centro de la ciudad de México
está lleno de ese tipo de lugares con sus casi siete siglos como capital mexica,
novohispanal y de nuestro México. Un lugar lleno de historia y ahora
definitivamente muy diferente a su rico pasado es La Ciudadela, localizada
hasta el siglo XIX en lo que fue la orilla suroeste de la ciudad. El edificio
se construyó a finales del siglo XVIII como una fábrica de puros y cigarros,
fue parte de la modernización de imperio dentro de las llamadas Reformas
Borbónicas. En los mismos años otro establecimiento del mismo tipo fue fundado
en la ciudad de Querétaro. En la construcción de la fábrica de La Ciudadela
participaron arquitectos de la Academia de San Carlos, otra institución creada
dentro de la renovación imperial, por lo cual no es una fábrica común, sino una
edificación neoclásica, bien proporcionada y de bellas formas. A fines de la época
colonial, la fábrica se transformó en cuartel y empezó a ser conocida como la Ciudadela,
termino del castellano para designar a una fortificación militar. En 1815 en
este cuartel estuvo prisionero por unos días José María Morelos, antes de ser
conducido a San Cristóbal Ecatepec para ser fusilado.
A principios del siglo XX y durante la
Revolución, la Ciudadela mantuvo su carácter militar y ahí se refugiaron tropas
rebeldes durante la Decena Trágica en febrero de 1913. Luego de intentar
derrocar el gobierno del Presidente Madero con un ataque al Palacio Nacional en
el que perdió la vida el líder de la insurrección Bernardo Reyes, los jefes
sobrevivientes, Manuel Mondragón y Félix Díaz huyeron con sus tropas hacia La
Ciudadela. Ahí estuvieron por diez días supuestamente defendiéndose de otros
soldados dirigidos por el general de ejército maderista Victoriano Huerta, que
también simulaba atacarlos, pero sin hacerse daño. Al mismo tiempo buscaban un
acuerdo entre ambos grupos para derrocar al gobierno de Madero. Mientras
dialogaban con la ayuda del embajador norteamericano Henry Lane Wilson,
rebeldes y “leales” bombardeaban y daban
muerte a la población civil que encontraban, buscaban crear pánico y evitar que
los habitantes de la ciudad salieran a las calles a ver que no había ataque
alguno a los rebeldes. Los innumerables muertos civiles dieron su carácter
trágico a estos diez días. También por esas fechas al pie de la escultura de
Morelos, erigida apenas un año antes afuera del cuartel, fue asesinado Gustavo
Madero, hermano del presidente. Se trató de una cruel venganza, pues fue
Gustavo el que varias veces advirtió a su ingenuo hermano de la traición que se
tramaba en su contra. El gobierno y vida de Francisco Madero pronto llegaron a su
fin.
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Manuel Mondrágón y Félix Díaz en La Ciudadela |
El infausto cuartel se convirtió en biblioteca
entre 1944 y 1946, fue curioso que un espacio militar se transformara en un
lugar de conocimiento y cultura justo en los años en que México participaba en
la Segunda Guerra Mundial. Por muchos años la Biblioteca México, luego nombrada José Vasconcelos, ha dado servicio a cientos de escolares e
investigadores. Su amplio espacio también ha permitido organizar ahí exposiciones,
artísticas o históricas e impartir cursos y otras actividades culturales. También
fue en los jardines o espacios que rodean el edificio, que en julio de 1968
muchachos de dos instituciones de educación media superior cercanas, luego de
un partido de “tochito”, protagonizaron una gran gresca. El cuerpo de granaderos
fue llamado al lugar para terminar con el pleito, aplicando éstos todavía mayor
violencia a los rijosos. Fue la protesta de los golpeados en contra de la
brutalidad policíaca en su contra el génesis o inicio del Movimiento
Estudiantil de 1968, mismo que terminaría con la matanza de cientos de
estudiantes el 2 de octubre en Tlatelolco.
Hoy dentro La Ciudadela se respira un aire de
tranquilidad y deseos de aprender muy diferente al de sus tiempos de fábrica o
cuartel. La donación de la biblioteca personal de algunos personajes como Alí
Chumacero o Carlos Monsiváis ha enriquecido el acervo. La antigua Biblioteca México considerada no
especializada y de servicio primordialmente para escolares, es ahora repositorio
de magníficas colecciones y libros únicos. No sólo el interior de la biblioteca
es un lugar de estudio, aprendizaje y recreación, también los espacios
periféricos albergan venta de libros usados, un gran mercado de artesanías,
clases de danzón y un gran tianguis de juguetes. Los sábados por la mañana en
el jardín norte de la biblioteca, cientos de personas se reúnen para bailar o
aprender a bailar danzón, este elegante ritmo de origen cubano y que tiene
décadas de arraigo entre los mexicanos. Las parejas en sofisticados atuendos y
rítmicos movimientos son un magnífico espectáculo y un recordatorio del placer
de entregarse a una actividad artística. En el jardín al sur de la biblioteca
hay cada sábado un tianguis donde se ofrecen juguetes nuevos y usados de todo
tipo. Predomina la venta de pequeños autos de metal, pues al parecer hay muchos
coleccionistas de este tipo de juguetes. Hay miles de modelos, desde los
sencillos autos para que jueguen los niños, hasta ediciones especiales de gran
detalle y alto precio.
Así pues un lugar que en otros tiempos fue de
monótono y exhaustivo trabajo o rigurosa obediencia y violencia se ha
transformado en un muy hermoso y rico espacio cultural del centro de la ciudad
de México. Cuando tengas la oportunidad visita La Ciudadela para aprender a
bailar o jugar ajedrez, adquirir juguetes o artesanías, disfrutar la lectura y
ante todo ver e imaginar este mudo testigo de otros tiempos y otro México.