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Como en todo México, de todo el estado de
Querétaro miles de habitantes migran cada año y casi el 89% lo hacen a los
Estados Unidos. Los tres estados con mayor número de este tipo de migrantes son Zacatecas,
Michoacán y Guanajuato. Querétaro por sus reducidas superficie, población y
pobreza, aparece como a la mitad de la tabla de migrantes de todos los estados
del país. La mayor parte de los braceros del estado son de la región serrana, pero también destacan los municipios
de San Juan del Río y Amealco. Sin duda es triste ver partir a paisanos, o miles
de familias dividirse, pero los beneficios económicos de esta migración son importantes.
En la última década los miles de millones de dólares enviados anualmente al
país desde Estados Unidos han superado los ingresos por turismo y también los petroleros.
Así que en miles de pequeñas comunidades del país es posible ver esta derrama
económica. En 2015 cerca de 23 viviendas en Querétaro recibieron dinero desde
el norte. Esos recurso superan por mucho la ayuda o recursos de programas
sociales federales y estatales. 596 mil millones de dólares en ese mismo año
para el estado, apenas 2% del total nacional, pero muy importantes en la
economía regional.
Al pasear por todo el estado llaman la atención
decenas o cientos de grandes casas que se construyen aquí y allá en estilos
arquitectónicos muy diferentes a los de la región o el país. Casas de dos o
tres niveles, con sótano, amplias puertas de garaje, portales o porches, terraza,
columnas, chimeneas, techos de dos aguas, grandes pórticos, ventanas de
aluminio, tres o más recámaras, al juzgar por su tamaño. Los hay también los
que construyen una gran bodega o espacio comercial. Hace muchos años, uno no
hubiera dejado de pensar que era la casa del presidente municipal, enriquecido
tras administrar dineros públicos unos cuantos años, pero ahora la mayoría de
esas mansiones son de migrantes que envían dinero a su familia, así como
instrucciones, planos o materiales. Estas casas que definitivamente sobresalen
entre las viviendas de las comunidades, tanto por su estilo, como por su tamaño,
son quizá la prueba de que muchos migrantes desean algún día volver a su pueblo
a pasar sus últimos años, luego de aseguran con dólares el sustento del resto
de sus vidas. Su sueño americano a domicilio, una gran casa, llena de todo tipo
de aparatos eléctricos y electrónicos, una par de pickup trucks en la puerta y
seguridad económica. Con tristeza a
veces veo que la construcción de estas mansiones tarda años en terminarse y
pienso en migrantes que abandonaron su sueño de un retiro en su patria chica y
en lugar de terminar su sueño habitacional, prefirieron pagar a polleros miles
de dólares para que pasaran a sus familias a la tierra prometida. ¿Podrán
aquellos que se quedaron comprar o llenar las mansiones de ensueño de los
migrantes que no volvieron?