Toquín.
El pasado mes de febrero asistí a un concierto de rock, tocada o toquín como comúnmente les llaman los jóvenes. Dos de mis estudiantes, Alejandro Rubio y Francisco Park son parte de un grupo que se llama los Polifacéticos, el primero toca la batería y el segundo es el vocalista y toca la guitarra. Ya hace cerca de un año me habían vendido un disco compacto con su música, pero esta vez me invitaron a verlos tocar en un lugar del centro de Querétaro llamado El Pixel. No podría decir que soy un fanático del rock, aunque me gustan bastantes rolas en este género. Asistí porque me gusta conocer todo aquello que hacen mis estudiantes fuera de la escuela, así que si me invitan a un concierto de música típica, una exhibición de baile, una competencia de judo o una obra de teatro; si tengo tiempo asisto.
A las 8 en punto decía la invitación y a esa hora llegué, no me debí haber sorprendido cuando vi que el lugar estaba vacío y apenas como que preparándose para el evento. El Píxel está a unas tres cuadras del Convento de la Cruz, así que decidí regresar de menos media hora después y me fui a la cantina Don Amado a tomarme una cerveza; ahí me enteré del fallecimiento de don Amado unos diez días antes. Después de una fría cerveza (sólo una, aunque estaban al dos por uno) retorné al Pixel. Ya en el camino me encontré a algunos estudiantes y el lugar empezándose a llenar. Casi cuarenta minutos después de la hora indicada llegaron los integrantes del grupo al lugar. Me imagine que como muchos otros músicos empezarían el concierto luego de unos veinte minutos de afinar y preparar todo, pero subieron al escenario y se bajaron casi de inmediato. Les pregunté la causa del retraso y me contestaron que hacía falta un soporte para micrófono y que sin éste no podrían iniciar. Casi cuarenta minutos más tarde, la música inició.
El pequeño lugar se llenó de jóvenes entre 15 y 20 años y un par de adultos, seguramente padres de los músicos. Había unas cuantas mesas, pero la mayoría del público estaba de pie. Mi curiosidad me mantuvo en el lugar a pesar del retraso, además que me sentía algo incómodo y fuera de lugar entre jovencitas con ropa algo estrafalaria y muchachos de largas cabelleras. Pensé que la mayoría de los asistentes serían estudiantes del ITESM, pero no fue así; quizá una tercera parte lo era. Reconocí a algunos estudiantes del Tec que tocan también rock en otros grupos. El total de la audiencia no era mayor a las 120 personas. La música sonaba fuerte, llena de energía y en ciertos momentos el público gritaba, pues era obvio que algunos conocían ya las canciones. El alto volumen y el poco sofisticado equipo de sonido no permitían apreciar bien la calidad de la música o la letra de las canciones, pero era obvio que eso no importaba. Antes de cada canción, Park, el vocalista, dedicaba el número, uno de ellos fue en mi honor, pero cuando todo el público dirigió sus miradas hacia mí, me sentí todavía más incómodo, de todas maneras lo agradecí. Me hubiera gustado llevar a mi hija Ana Violeta al concierto, pero no pudo asistir, aunque la invité. Nada hubo en el lugar que me sorprendiera o me causara rechazo y yo creo en unos dos o tres años mis hijas querrán quizá ir a este tipo de lugares y eventos. No esperé el final de la tocada, pues era ya muy noche, no llevaba teléfono celular y era ya casi la hora en que avisé que regresaría. La experiencia fue muy interesante, siempre lo es conocer aquellas actividades en la que participan los estudiantes; dejan de ser un ente que se sienta en el aula, escucha y trabaja y se va convirtiendo más en un ser humano con aficiones y sorprendentes habilidades. Regresé muy satisfecho a casa, la experiencia fue grata y siempre es bueno conocer y entre más ajeno o extraño mejor.
Encuentro placentero acercarse a algunas de las muchas cosas desconocidas. Ya desde muy joven leí mucho y busqué información sobre temas que me interesaban. Recuerdo haber escrito hasta Salt Lake City para solicitar información de lo Mormones, leer el Corán para tratar de entender más sobre el Islam, platicar varios domingos temprano con los testigos de Jehová e incluso comprarles un libro para tratar de comprender el libro del Apocalipsis que no entendía, ni comprendo todavía. En otra ocasión le pedí a mi metalero amigo Lutz que me quemara un CD con las que él considerara las mejoras rolas metaleras, para conocer un poco el género. Una de las cosas que más agradezco a mi madre es el hecho de que me enseñara a comer de todo y ahora voy por la vida probando cuanto esté a mi alcance y esa es una de las grandes aficiones en mi vida. El mundo es un lugar de placer interminable para el que busca conocer, la diversidad en todo es infinita y gracias a ella, un placer vivir conociendo. No escribo esto para hacerme el virtuoso, sino como reflexión de un hecho reciente que me sorprendió e indignó. Como muchos de ustedes saben, el pasado mes de marzo en la ciudad de Querétaro sucedió un hecho insólito y penoso. Atendiendo una convocatoria en el Internet, un grupo de jóvenes queretanos acudieron a la plaza de armas de la ciudad para golpear a un grupo de Emos, uno de los múltiples grupos alternativos, ideologías o tribus de la juventud de hoy. La convocatoria fue la siguiente:
El pasado mes de febrero asistí a un concierto de rock, tocada o toquín como comúnmente les llaman los jóvenes. Dos de mis estudiantes, Alejandro Rubio y Francisco Park son parte de un grupo que se llama los Polifacéticos, el primero toca la batería y el segundo es el vocalista y toca la guitarra. Ya hace cerca de un año me habían vendido un disco compacto con su música, pero esta vez me invitaron a verlos tocar en un lugar del centro de Querétaro llamado El Pixel. No podría decir que soy un fanático del rock, aunque me gustan bastantes rolas en este género. Asistí porque me gusta conocer todo aquello que hacen mis estudiantes fuera de la escuela, así que si me invitan a un concierto de música típica, una exhibición de baile, una competencia de judo o una obra de teatro; si tengo tiempo asisto.
A las 8 en punto decía la invitación y a esa hora llegué, no me debí haber sorprendido cuando vi que el lugar estaba vacío y apenas como que preparándose para el evento. El Píxel está a unas tres cuadras del Convento de la Cruz, así que decidí regresar de menos media hora después y me fui a la cantina Don Amado a tomarme una cerveza; ahí me enteré del fallecimiento de don Amado unos diez días antes. Después de una fría cerveza (sólo una, aunque estaban al dos por uno) retorné al Pixel. Ya en el camino me encontré a algunos estudiantes y el lugar empezándose a llenar. Casi cuarenta minutos después de la hora indicada llegaron los integrantes del grupo al lugar. Me imagine que como muchos otros músicos empezarían el concierto luego de unos veinte minutos de afinar y preparar todo, pero subieron al escenario y se bajaron casi de inmediato. Les pregunté la causa del retraso y me contestaron que hacía falta un soporte para micrófono y que sin éste no podrían iniciar. Casi cuarenta minutos más tarde, la música inició.
El pequeño lugar se llenó de jóvenes entre 15 y 20 años y un par de adultos, seguramente padres de los músicos. Había unas cuantas mesas, pero la mayoría del público estaba de pie. Mi curiosidad me mantuvo en el lugar a pesar del retraso, además que me sentía algo incómodo y fuera de lugar entre jovencitas con ropa algo estrafalaria y muchachos de largas cabelleras. Pensé que la mayoría de los asistentes serían estudiantes del ITESM, pero no fue así; quizá una tercera parte lo era. Reconocí a algunos estudiantes del Tec que tocan también rock en otros grupos. El total de la audiencia no era mayor a las 120 personas. La música sonaba fuerte, llena de energía y en ciertos momentos el público gritaba, pues era obvio que algunos conocían ya las canciones. El alto volumen y el poco sofisticado equipo de sonido no permitían apreciar bien la calidad de la música o la letra de las canciones, pero era obvio que eso no importaba. Antes de cada canción, Park, el vocalista, dedicaba el número, uno de ellos fue en mi honor, pero cuando todo el público dirigió sus miradas hacia mí, me sentí todavía más incómodo, de todas maneras lo agradecí. Me hubiera gustado llevar a mi hija Ana Violeta al concierto, pero no pudo asistir, aunque la invité. Nada hubo en el lugar que me sorprendiera o me causara rechazo y yo creo en unos dos o tres años mis hijas querrán quizá ir a este tipo de lugares y eventos. No esperé el final de la tocada, pues era ya muy noche, no llevaba teléfono celular y era ya casi la hora en que avisé que regresaría. La experiencia fue muy interesante, siempre lo es conocer aquellas actividades en la que participan los estudiantes; dejan de ser un ente que se sienta en el aula, escucha y trabaja y se va convirtiendo más en un ser humano con aficiones y sorprendentes habilidades. Regresé muy satisfecho a casa, la experiencia fue grata y siempre es bueno conocer y entre más ajeno o extraño mejor.
Encuentro placentero acercarse a algunas de las muchas cosas desconocidas. Ya desde muy joven leí mucho y busqué información sobre temas que me interesaban. Recuerdo haber escrito hasta Salt Lake City para solicitar información de lo Mormones, leer el Corán para tratar de entender más sobre el Islam, platicar varios domingos temprano con los testigos de Jehová e incluso comprarles un libro para tratar de comprender el libro del Apocalipsis que no entendía, ni comprendo todavía. En otra ocasión le pedí a mi metalero amigo Lutz que me quemara un CD con las que él considerara las mejoras rolas metaleras, para conocer un poco el género. Una de las cosas que más agradezco a mi madre es el hecho de que me enseñara a comer de todo y ahora voy por la vida probando cuanto esté a mi alcance y esa es una de las grandes aficiones en mi vida. El mundo es un lugar de placer interminable para el que busca conocer, la diversidad en todo es infinita y gracias a ella, un placer vivir conociendo. No escribo esto para hacerme el virtuoso, sino como reflexión de un hecho reciente que me sorprendió e indignó. Como muchos de ustedes saben, el pasado mes de marzo en la ciudad de Querétaro sucedió un hecho insólito y penoso. Atendiendo una convocatoria en el Internet, un grupo de jóvenes queretanos acudieron a la plaza de armas de la ciudad para golpear a un grupo de Emos, uno de los múltiples grupos alternativos, ideologías o tribus de la juventud de hoy. La convocatoria fue la siguiente:
°°PoR Un kErEtArO SiN EmOs°°
____________ATENTO AVISO ____________
TU ERES DE LAS PERSONAS Q YA ESTAN ARTAS DEANDAR POR LA CALLE Y VER EN CADA ESQUINA UN EMO, BUENO PUES CREO Q ESTE AVISO TE INTERESAEL DIA VIERNES 7 DE MARZO A LAS 8:00PM NOS DAREMOS CITA EN EL JARDIN CENEA PARA DE ALLI IR TODOS JUNTOS A ROMPERLES LA MADRE A LOS EMOS DE MIERDA Q SESITUAN EN PLAZA DE ARMAS DE VERDAD NESESITAMOS VER UNION NO PUEDE SER Q ESOS EMOS DE MIERDA NOS ESTEN INVADIENDO ESPERAMOS CONTAR CON TU PRESENCIA PUEDES LLEVAR FILEROS BOXERS SI SOMOS MUCHOS LES PODREMOS DAR EN LA MADRE A TODOS Y ASI LA GUARDIA MUNICIPAL DE QUERETARO NO PODRA ASER NADA.. POR UN QUERETARO SIN EMOSOJALA Y NOS ACOMPA˜NES•DISTRIBULLE ESTE MSJ A TODOS LOS Q CREAS Q LES INTERESE•PUEDES LLEVAR TU RESPECTIVA MONA•NO LLEVAR ARMAS DE FUEGO•POR UN QUERETARO SIN EMOS UN SANO COMPROMISO
GRAXIAS
La ignorancia, el desconocer la riqueza de la diversidad nos puede conducir a actitudes como las de este joven queretano. No voy a entrar en detalles sobre quienes son los Emos, su ideología o apariencia; sobre ellos hay ya mucha información en la red o en las publicaciones de los últimos días. Son uno más de los múltiples grupos juveniles de las últimas décadas. No sorprende el rechazo hacia ellos o cualquier otro grupo, lo serio o triste de este caso es que la animadversión y agresión provino de jóvenes. Pudiéramos esperar prejuicios, rechazo, incluso represión o violencia de adultos conservadores, más aquí en Querétaro; pero fue de los mismos jóvenes, lo cual lo hace algo muy preocupante. Reclaman de los Emos falta de originalidad, pero quién es completamente original en este mundo; mucho menos los jóvenes que tiene esta necesidad tan grande de identificarse con un grupo, de pertenecer y lo hacen pareciéndose. Todo alternativo en busca de originalidad se pinta los ojos, usa ropa extraña, se tatúa el cuerpo, oye música poco común, como otros miles de personas que también buscan esa elusiva originalidad. Los años sesenta del siglo pasado fueron la época de una muy fuerte crítica y rechazo al mundo de los adultos. Los jóvenes de aquellos años se proclamaron como la generación que cambiaría al mundo con desprendimiento de lo material, amor y paz. Muy pocos de aquellos rebeldes juveniles fueron fieles a sus creencias y ya adultos, la mayoría reprodujo o conservó todo eso que criticó. Desde el otro extremo del espectro ideológico los hippies y críticos sesenteros migraron a la derecha y a la intolerancia; qué podríamos esperar del futuro, si ya en su juventud las nuevas generaciones son intolerantes. Para hacer el incidente todavía más crítico, comenté el hecho con algunos de mis estudiantes de preparatoria y todavía más me preocupé al ver que algunos de ellos justificaban lo sucedido o lo veían como algo nada serio o preocupante. Algo muy malo estamos haciendo con nuestros jóvenes, que ya desde tan temprana edad están pensando de esa manera. Me pregunto si la campaña sucia de las pasadas elecciones y los ataques políticos muy directos en los medios, sobre todo en la televisión, tienen que ver algo en esto. No se habló de las virtudes del candidato propio, sino que se denostó al candidato rival, se atemorizó. Pienso en el miedo y odio al comunismo en los años cincuenta en los Estados Unidos y en toda América Latina en las siguientes dos décadas y las decenas de miles de muertos por esta causa en países como Chile, Argentina, El Salvador, Guatemala o Nicaragua. Espero sinceramente que estemos muy a tiempo de hacer algo para revertir esta creciente intolerancia
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