miércoles, 3 de diciembre de 2008

La última y nos vamos.
















Heroicas cantinas.
Tiene ya casi mes y medio que mis hijas empezaron a formar parte de un grupo juvenil católico llamado Cadena. Una magnífica estudiante, Susana Tort, me lo recomendó ampliamente y pensé que sería una buena idea mandar a mis hijas para que desarrollaran independencia y confianza; inicialmente no fueron muy convencidas, pero al parecer ya les gusta. Me llama la atención y me complace el hecho de que a pesar de ser muy jóvenes todas ellas, se hacen cargo casi por completo de sus asuntos, poco o nada piden a los padres. Se reúnen cada sábado desde las 11 ó 12 del día y terminan sus juegos y actividades a las 7 de la noche, se trasladan a una iglesia cercana y escuchan misa. Al final de la celebración paso por Ana Violeta y Daniela, las encuentro cansadas, hambrientas y muy contentas. Aunque comen bien a lo largo del día, tienen hambre, lo cual encuentro ideal, pues si les propongo ir por tacos o cualquier otra cosa para cenar, de inmediato aceptan. Además mi esposa y yo tenemos casi todo el día libre. Ya me lo decía Susana cuando me recomendó Cadena, que los padres quedaban muy felices con su libertad de séptimo día.
En días pasados visité dos conocidas cantinas de la ciudad de Querétaro, El Gene y Chava Invita. Ambos establecimientos se encuentran a unos cien metros de distancia en la calle Héroe de Nacozari (Jesús García, héroe ferrocarrilero), ambas cruzando la calle de la estación del tren. Estuve ahí un sábado por la tarde con la intención de conocerlas y ver un partido de fútbol, medio tiempo en una y la parte complementaria en la otra. Ambos lugares tiene cierto renombre, ante todo por su antigüedad de cerca de medio siglo. La hora de más afluencia en las cantinas es la de la comida, y yo llegue ya casi a las cinco de la tarde, por lo que no era mucha su clientela.
Visité primero El Gene, forma corta del apodo de su dueño, Felipe Morales, “El general”. Había en el lugar cerca de siete u ocho parroquianos, todos platicaban con gran familiaridad, como amigos de años, hablaban de futbol y sobre otras personas que al parecer todos conocían. En una mesa estaba sentado el Gene y dos de sus hijos atendían la barra. A un mesero le pedí una cuba campechana y me ofreció de botana un caldo de camarón, pero no lo acepté, pues recién había comido El lugar debe tener unas diez mesas y como cinco asientos en su barra. No tiene sinfonola o rockola, pero en una esquina tras la barra hay un aparato de sonido que toca música ranchera en un volumen no muy alto, por lo que se puede platicar sin levantar la voz. En la otra esquina tras la barra hay una pantalla de televisión y muy cerca de la puerta una más. En una de las paredes hay una fotografía del Gene, ya hace unas décadas, frente a los barriles de la pulquería El Borrego, que es uno de los lugares donde trabajó de mesero antes de hacerse de su propia cantina en 1963. Bajo el retrato hay un modelo de una máquina del tren hecho de madera y alambre, quizá regalo de algún cliente ferrocarrilero. Hay también un gran letrero con la lista de las bebidas, sus respectivos precios y en el mismo se dice que ahí se hacen las mejores micheladas. Quise comprobar lo anterior, mi segundo trago fue una michelada, pero poco puedo opinar, pues la cerveza me gusta solamente cuando hace mucho calor y casi nunca la bebo preparada. También me sirvieron cacahuates, pero me llamó la atención que no eran los típicos cacahuates salados, sino a la manera que los venden en Oaxaca, con largos chiles rojos y ajos secos. Ya para cuando el partido dio inicio sólo quedábamos unos cuatro clientes y las conversaciones cesaron para ser sustituidas por comentarios de lo ocurrido en la cancha. Un curioso letrero cuelga tras la barra pues declara: “Este establecimiento cuenta con máquina registradora de comprobación fiscal, solicite su comprobante. SHCP”. Jamás se me hubiera ocurrido deducir en la declaración de impuestos mis cuentas de cantina, pero me imagino que hay personas que lo pueden hacer. Al final del primer tiempo pedí la cuenta y me retiré. Antes de entrar a la siguiente cantina pasé a la estación del tren a ver por unos momentos el baile que ahí se celebra cada sábado de cinco a ocho. Por suerte al momento de mi visita se bailaba un cha-cha-cha, pues no sólo me gusta la música, disfruto también ver como lo bailan los expertos.
Chava Invita es casi del doble del tamaño del Gene; al llegar estaban ocupadas unas seis o siete de sus mesas. La barra es muy larga y tras de ella una amplia variedad de bebidas de todos tipos. Sus paredes están decoradas con fotografías de artistas mexicanos de antaño o antiguos edificios y calles de la ciudad de Querétaro. Hay también colgados varios tapices. Uno de ellos es igual a uno que recuerdo colgaba en la pared de un restaurante de comida árabe en la ciudad de México, al cual me llevaba mi tía cuando era niño. En el tapiz dos o tres jinetes escapan a todo galope luego de raptar a una hermosa muchacha, todo en un entorno como de Las mil y una noches. Casi a la entrada hay una gran sinfonola, esta vez no me acerque a ver la variedad musical que ofrecía, pero pude oír varias canciones rancheras. Observé que en un extremo de la barra está una maquina que sirve cerveza de barril, lo cual he visto en pocas cantinas de Querétaro. Pedí una cuba campechana al mesero y acepté el platillo inicial de la botana, un caldo de pollo. Vaya que lo disfruté; con papa, calabacitas y además menudencias de pollo: molleja, corazón e hígado. Cerré el consumo de esa tarde con un anís dulce que disfrute hasta el final del mal partido de fútbol, terminó empatado a cero. Que maravilla es esto de Cadena, gracias Susy. Tuve tiempo de pasar un momento a la casa y luego me fui por mis hijas a la iglesia, con la esperanza de llegar a la hora del “podéis ir en paz, la misa ha terminado”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El Bar de "El Gene" debo decir que tiene mucha tradicion, en la cd de Querétaro es muy conocido. La verdad es que es una verdadera Cantina, donde la gente puede ir a tomar un trago y disfrutar de una amena platica con los amigos. Ademas de tener su botana: caldo, carne, patas de cerdo en vinagre, sus cacahuates preparados por el Gene. Muchas felicidades! es mi abuelo. Un saludo a mis tios.

A decir verdad, la manera que esta redactada la parte del Bar "El Gene" la abordo muy mal el escritor o escritora, aunque claro basada en sus gustillos. Le falta contenido y el porque de algunos de los detalles. Tal vez, hubiera sido bueno si se hubiera basado en entrevista.

El Viejo dijo...

Respetado nieto del Gene:
Lamento que quedarás insatisfecho con lo que escribí sobre la cantina de tu abuelo. Debes entender que un blog es una bitácora personal donde el autor escribe lo que quiere y puede; que aunque lo deseara, nunca podrá complacer por completo a todos sus lectores.
Te invito cordialmente a que en otro comentario nos expliques más de este establecimiento del que sientes tanto orgullo; sobre sus botanas, bebidas, clientes, historia, detalles, anécdotas. Yo espero que ojala nunca heredes el lugar, para que no critiques los "gustillos" de la clientela.
El Viejo