Nuevo México, la tierra del encanto.
Hace ya casi un año, en el verano del 2008, visité el estado norteamericano de Nuevo México; asistí a un curso para profesores de Historia del Bachillerato Internacional. Por allá de 1982 había visitado la Universidad de Nuevo México para buscar información para mi tesis de licenciatura en la biblioteca y el archivo histórico. Esta vez no me quedé en Albuquerque su capital, sino que fui al llamado Castillo de Montezuma, muy cerca de la pequeña población de Las Vegas, en el norte del Estado. El United World College tiene ahí una de sus sedes, donde estudian jóvenes de todo el mundo durante el año escolar y ofrecen cursos para profesores en el verano. El llamado castillo es un viejo e interesante edificio que originalmente fue hotel para millonarios norteamericanos y europeos que buscaban descanso y salud en las aguas termales y hermosa naturaleza del lugar. Como muchas ciudades o construcciones del siglo XIX, el llamado “Castillo de Montezuma” se quemó un par de veces y fue reconstruido; vio pasar su época de gloria, fue prácticamente abandonado y curiosamente en 1937 la Iglesia católica mexicana lo adquirió y convirtió en un seminario. Muchos miembros de la jerarquía católica mexicana de hoy en día estudiaron en ese edificio (de ahí expulsaron en 1940 al cada vez más desprestigiado Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo). En 1972 la Iglesia católica mexicana lo dejó y por casi una década estuvo abandonado, hasta que en 1981 lo adquirió el UWC y con la ayuda del millonario norteamericano Armand Hammer se restauró y convirtió en uno de sus colegios.
Nuevo México fue por más de dos siglos parte de la Nueva España y hasta 1848 parte de México. La primera exploración de la región la hizo Francisco Vázquez de Coronado allá por 1540, pero dicha expedición no se convirtió en ocupación pues no encontraron las riquezas esperadas e inspiradas en las leyendas de El Dorado o las siete ciudades de Cíbola y Quivira. Fue hasta 1599 que otro grupo bajo el mando de Juan de Oñate conquistó la región y la agregó a los dominios del imperio español. Nuevo México no se distinguiría por generar grandes riquezas, pero se mantuvo para no permitir que fuera ocupado por otras potencias europeas. Siempre ha sido una región de pocos recursos y gracias a esto se mantuvo con poca población y con grandes extensiones de territorios naturales, su pobreza llevó a un congresista norteamericano a declarar, unos años después de 1848, que habría que hacer la guerra otra vez a México y obligarlos a tomar de vuelta Nuevo México. Pobre quizá, pero sin duda muy hermoso, con nevadas montañas, amplios horizontes, panorámicos cielos, interminables bosques, con un ambiente de tranquilidad.
Este territorio se distinguió de otros lugares en el norte de la Nueva España, pues ahí vivían los indios llamados por los españoles Pueblos; quienes a diferencia de los cazadores recolectores de esas regiones norteñas, éstos eran básicamente agricultores y vivían en grandes y complejas construcciones de adobe, mismas que les dieron su nombre. Hoy en día la arquitectura característica de Nuevo México mantiene en sus exteriores el color adobe y aunque construida ya en materiales modernos, pareciera ser de este rústico material. La toponimia de Nuevo México está llena de nombres en español y su comida es prácticamente mexicana. Por muchos años los habitantes de este estado se decían orgullosos descendientes de mexicanos que vivían ahí antes de 1848 y hasta cierto punto era verdad que por su pobreza el estado recibió muchos menos migrantes que Texas o California.
El curso fue muy interesante, pero la mejor parte es siempre conocer e intercambiar experiencias con dedicados colegas. En clase se puede platicar poco, pero en los descansos y durante las comidas es posible conocer a decenas de maestros diferentes y aprender mucho. Como en otros cursos, en los días de descanso tuvimos la oportunidad de visitar la cercana población de Las Vegas y en otra tarde la antigua capital del territorio, Santa Fe. Seguramente Nuevo México no recibe tanto turismo como California o Florida, pero alcanza un constante flujo de visitantes; atraídos por sus lugares naturales, múltiples galerías de arte, comida, historia, rica cultura y relajado ambiente.
Hace ya casi un año, en el verano del 2008, visité el estado norteamericano de Nuevo México; asistí a un curso para profesores de Historia del Bachillerato Internacional. Por allá de 1982 había visitado la Universidad de Nuevo México para buscar información para mi tesis de licenciatura en la biblioteca y el archivo histórico. Esta vez no me quedé en Albuquerque su capital, sino que fui al llamado Castillo de Montezuma, muy cerca de la pequeña población de Las Vegas, en el norte del Estado. El United World College tiene ahí una de sus sedes, donde estudian jóvenes de todo el mundo durante el año escolar y ofrecen cursos para profesores en el verano. El llamado castillo es un viejo e interesante edificio que originalmente fue hotel para millonarios norteamericanos y europeos que buscaban descanso y salud en las aguas termales y hermosa naturaleza del lugar. Como muchas ciudades o construcciones del siglo XIX, el llamado “Castillo de Montezuma” se quemó un par de veces y fue reconstruido; vio pasar su época de gloria, fue prácticamente abandonado y curiosamente en 1937 la Iglesia católica mexicana lo adquirió y convirtió en un seminario. Muchos miembros de la jerarquía católica mexicana de hoy en día estudiaron en ese edificio (de ahí expulsaron en 1940 al cada vez más desprestigiado Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo). En 1972 la Iglesia católica mexicana lo dejó y por casi una década estuvo abandonado, hasta que en 1981 lo adquirió el UWC y con la ayuda del millonario norteamericano Armand Hammer se restauró y convirtió en uno de sus colegios.
Nuevo México fue por más de dos siglos parte de la Nueva España y hasta 1848 parte de México. La primera exploración de la región la hizo Francisco Vázquez de Coronado allá por 1540, pero dicha expedición no se convirtió en ocupación pues no encontraron las riquezas esperadas e inspiradas en las leyendas de El Dorado o las siete ciudades de Cíbola y Quivira. Fue hasta 1599 que otro grupo bajo el mando de Juan de Oñate conquistó la región y la agregó a los dominios del imperio español. Nuevo México no se distinguiría por generar grandes riquezas, pero se mantuvo para no permitir que fuera ocupado por otras potencias europeas. Siempre ha sido una región de pocos recursos y gracias a esto se mantuvo con poca población y con grandes extensiones de territorios naturales, su pobreza llevó a un congresista norteamericano a declarar, unos años después de 1848, que habría que hacer la guerra otra vez a México y obligarlos a tomar de vuelta Nuevo México. Pobre quizá, pero sin duda muy hermoso, con nevadas montañas, amplios horizontes, panorámicos cielos, interminables bosques, con un ambiente de tranquilidad.
Este territorio se distinguió de otros lugares en el norte de la Nueva España, pues ahí vivían los indios llamados por los españoles Pueblos; quienes a diferencia de los cazadores recolectores de esas regiones norteñas, éstos eran básicamente agricultores y vivían en grandes y complejas construcciones de adobe, mismas que les dieron su nombre. Hoy en día la arquitectura característica de Nuevo México mantiene en sus exteriores el color adobe y aunque construida ya en materiales modernos, pareciera ser de este rústico material. La toponimia de Nuevo México está llena de nombres en español y su comida es prácticamente mexicana. Por muchos años los habitantes de este estado se decían orgullosos descendientes de mexicanos que vivían ahí antes de 1848 y hasta cierto punto era verdad que por su pobreza el estado recibió muchos menos migrantes que Texas o California.
El curso fue muy interesante, pero la mejor parte es siempre conocer e intercambiar experiencias con dedicados colegas. En clase se puede platicar poco, pero en los descansos y durante las comidas es posible conocer a decenas de maestros diferentes y aprender mucho. Como en otros cursos, en los días de descanso tuvimos la oportunidad de visitar la cercana población de Las Vegas y en otra tarde la antigua capital del territorio, Santa Fe. Seguramente Nuevo México no recibe tanto turismo como California o Florida, pero alcanza un constante flujo de visitantes; atraídos por sus lugares naturales, múltiples galerías de arte, comida, historia, rica cultura y relajado ambiente.