jueves, 29 de septiembre de 2011

Centenario testigo.

























Magnífico ser viviente.
Hace ya más de dos años, en un paseo por el centro de la ciudad de Querétaro, advertí la copa de un árbol gigantesco; sobresalía majestuosamente de los edificios de su entorno. Lo vi desde la calle de Hidalgo y pensé que seguramente estaría en un gran jardín en la parte posterior del antiguo convento de capuchinas. Por una u otra razón nunca fui a buscarlo, incluso una noche estuve haciendo fila para una función de teatro, en la oscuridad pasé al lado de su gran tronco y no lo vi. Un sábado hace algunas semanas y en otro paseo con la familia, por fin entré a buscarlo. Se encuentra en un pequeño y descuidado patio, no el gran jardín que imaginé, pero su majestuosidad y edad me sorprendieron. Es un laurel de la India, debe tener cerca de 20 ó 25 metros de altura y al menos dos siglos y medio de edad. En muchas plazas de la región del Bajío e incluso en el jardín Zenea y el jardín Guerrero hay muchos ejemplares de este tipo de árbol casi siempre con sus copas bellamente recortadas, pero ahora los veo a todos pequeños y modestos. El lugar en el que se encuentra no le permite lucir debidamente y no es el ideal, pero al menos no lo cortaron para hacer espacio a una estructura nueva dentro del antiguo convento de la capuchinas, hoy Museo de la Ciudad. Esta institución de religiosas queretanas fue creada en 1721, pero el edificio fue abierto hasta el año de 1771. La fundación tuvo el apoyo de don Juan Antonio de Urrutia y Arana, marqués de la Villa del Villar Águila, cuya escultura preside la plaza de armas. A esta congregación perteneció la famosa sor Marcela, la monja que de acuerdo a la leyenda cautivó al marqués y le solicitó o sugirió la construcción del tan famoso acueducto de la ciudad de Querétaro. Durante la Reforma, en 1861, las religiosas capuchinas fueron exclaustradas y el edificio tuvo posteriormente varios usos. Pero quizá el más conocido acontecimiento en el lugar, fue la prisión del fallido emperador Maximiliano, con sus generales Miramón y Mejía, del 22 de mayo al 19 de junio de 1867. Los tres partieron de ese edificio para ser fusilados en el Cerro de las Campanas. Seguramente el ahora majestuosos laurel de la india se encontraba ya en el lugar cuando Maximiliano vivió ahí sus últimos días. Desde que este árbol fue plantado la ciudad ha cambiado significativamente, igual que las personas y su forma de vida y de todo esto ha sido testigo este maravilloso ser viviente.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"Seguramente el ahora majestuosos laurel de la india se encontraba ya en el lugar cuando Maximiliano vivió ahí sus últimos días." Qué bonito pensamiento...qué mágico saber todo lo que ha "visto" ese árbol. Me gustó!
V.

Anónimo dijo...

Hola, Edgardo. ¡Hola a todos! Ayer estuve en el museo de la ciudad y puedo atestiguar lo siguiente: el árbol está muerto. No queda nada del follaje y no se si esa sea el efecto o la causa de algo. De cualquier manera, sin las hojas no hay fotosíntesis y sin está no hay suministro de energía química y por lo tanto no puede seguir viviendo. ¿Estaban enterados?

El Viejo dijo...

Voy a darme una vuelta y espero no sea definitivo. Sería otra gran pérdida como la del laurel en Prolongación Corregidora y Universidad.

El Viejo dijo...

Efectivamente el árbol está seco y muerto.Se vana acabando así los grandes árboles en la ciudad. Que tristeza.