viernes, 14 de marzo de 2008

Crónica chilanga





Inolvidable mascotazo.
Pues he estado escribiendo de la vida y costumbres de Querétaro, pero esta vez será de algo ocurrido en el corazón de la Ciudad de México y entre puros chilangos. El pasado sábado primero de septiembre (2007) asistí a una de las muchas reuniones que hemos tenido varios maestros y exmaestros del Departamento de Humanidades del Campus Ciudad de México; ese grupo conocido desde hace muchos años como El Club de Tobi. Asistimos Rodolfo López, Eduardo Reyes, Juan Carlos Olmedo, Roberto Rivadeneyra, Lutz Keferstein y un servidor. Periódicamente, en los últimos cinco o seis años, nos hemos reunido en el centro de la ciudad para ir a comer, beber un poco, platicar y sobre todo, divertirnos mucho. Esta reunión la habíamos concertado con más de dos meses de anticipación para mediados de agosto, pero se tuvo que posponer un par de semanas. Las reuniones comienzan por lo regular en sábado a eso de las once o doce de la mañana; nos citamos temprano para visitar algún museo, recorrer el tianguis de antigüedades de la colonia Doctores, revisar librerías o los muy diversos puestos del Centro Histórico. Incluso en una ocasión visitamos, con la guía de Lutz, el famoso tianguis del Chopo, refugio de los movimientos alternativos capitalinos. En este día recorrimos los puestos de los vendedores semi-fijos en el Eje Central, antes San Juan de Letrán. Venden libros, películas, novedades, ropa y muchas otras cosas más. Compré la serie completa de Magilla Gorilla para mis hijas. Son cuatro discos con caricaturas de este simpático y amable personaje, además incluyen otras caricaturas del comisario Ricochet Rabbit y su ayudante Droop-a-Long y también de Punkin’Puss y MushMouse, un gato y un ratón montañeses.
Antes de dirigirnos a la cantina pasamos por una tienda de puros que se encuentra en la calle de Uruguay y compramos un paquete de puritos de aroma maple, que ya son casi una tradición en nuestras reuniones y una cajetilla de cigarrillos con tabaco de pipa, que por cierto tuvieron mucho éxito y se acabaron demasiado rápido. Lo curioso es que la mayoría del grupo no fuma, pero todos lo hacemos en nuestras reuniones.
Tras algunas horas de comprar y caminar nos dirigimos a alguno de los buenos restaurantes o cantinas del Centro Histórico. Todos ahorramos para tales ocasiones pues aunque no son excesivamente caros los lugares que visitamos, comemos mucho o nos atrevemos a ordenar platos no muy económicos. No cabe duda alguna que el buen comer es uno de los grandes placeres de este mundo y se convierte en algo en verdad excepcional en compañía de buenos amigos. Luego de una buena comida nos dirigimos a alguna de las famosas cantinas del centro para tomar algunas copas y a veces ver algún partido de fútbol en la televisión. Pero esta vez no hubo comida en restaurante, sino que directamente iniciamos en una cantina. La Mascota es uno de esos lugares en el centro donde la botana es gratuita, y cuando digo botana no me refiero a cacahuates o algunas frituras, sino varios guisados (pero también dan cacahuates). El menú del día fue el siguiente:

SALÓN FAMILIAR
“La Mascota”
Mesones # 20 esquina Bolívar.
Centro Histórico
Reservaciones al 57-09-78-52
Sábado 1 de septiembre del 2007.
*Aquí la Botana es gratis
1. Frijoles “Charros”
2.- Quesadilla Chicharrón
3.- Carne Tártara
4.- Carnero en Salsa Verde
5.- Pollo en Morita
6. Carnitas o Chamorros
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Obviamente las bebidas son un poco más caras que en otras cantinas y la comida es buena, mas no exquisita, pero se come bien y vasto; mientras se puede disfrutar de una muy amplia variedad de bebidas. No todos pudieron asistir al recorrido previo, así que fue en la cantina donde se reunió el grupo completo. Una regla de estos eventos es que sin importar el consumo individual, al final todos pagamos una parte proporcional de la cuenta por igual. Algunos tienen un trago favorito, pero a otros nos gusta probar de la amplia variedad. Hay una bebida un poco cara pero que a varios nos gusta, es una piña colada con licor japonés Midori de melón. Bebemos bastante, pero nunca como para hacer desfiguros; siempre salimos caminando decorosamente del lugar. La botana cambia cada día de la semana, pero nosotros casi siempre vamos en sábado. Como en toda buena cantina, hay una rockola con música ranchera, norteña y romántica; cinco pesos cuesta cada selección. Nos gusta poner música de Javier Solís, Los Tigres del Norte o José Alfredo Jiménez. Después de comer los seis platillos del menú o la mayoría, empezamos a platicar más, oír música y fumar. Esta ocasión también vimos el partido de fútbol. Los sábados por la tarde juega el Cruz Azul; Roberto y Juan Carlos le van a la decaída Máquina Celeste. Por suerte esa tarde su equipo ganó al Veracruz y por amplio marcador.
La tarde avanzaba y casi al final del partido del Cruz Azul entró a La Mascota un trió para tocar música entre sus parroquianos, pero este trío fue una sorpresa muy agradable. No tocaban música romántica de los años cuarenta del siglo pasado, sino rock y se especializaban en música de los Beatles. Llevaban un bajo eléctrico, dos guitarras acústicas y uno de los guitarristas tocaba también la armónica. Además la persona que tocaba el bajo era todo un personaje, con una pinta como si fuera amigo de Lutz. Tan pronto tocaron la primera canción el ambiente se encendió y la siguiente hora transcurrió con inolvidable música de nuestras no tan remotas juventudes (Beatles, Clapton, Eagles, El Tri). Incluso Juan Carlos y Lutz se animaron a cantar con ellos. Fue una magnífica forma de acabar la tarde. Ya oscureciendo salimos del lugar y nos dirigimos al zócalo para tomarnos una fotografía teniendo como fondo al águila republicana juarista y lopezobradorista que decora la plaza mayor para las fiestas de septiembre. Casi nunca manejamos al centro, comúnmente vamos y regresamos en metro. Esta vez tuvimos que caminar hasta la estación Pino Suárez, la estación Zócalo estaba cerrada por un concierto que terminó poco antes de nuestra llegada. A punto de entrar al tren subterráneo, Lalo y Roberto culminaron la tarde con varios tacos de suadero, en un puesto que por ahí encontraron. Ya en el metro nos despedimos y nos congratulamos de la extraordinaria jornada que pudimos compartir.

4 comentarios:

Roberto Rivadeneyra dijo...

Siempre es agradable estar con los amigos. ¡Qué grandes momentos son esos sábados en las cantinas!

Anónimo dijo...

Viejo, de verdad no sabes cuánto te estimo. Me pareces un ser humano formidable.

El concepto de amistad ha sido siempre atesorado como un incunable y te digo, Viejo, cuentas con la mía.

Un abrazo, Viejo-amigo!

Sir Eloy Caloca Lafont dijo...

Coincido en la calidad humana de Edgardo "el Viejo" López. Tuve la fortuna de ser su alumno y me precio de ser su amigo. Sus crónicas siempre aluden a "lugares comunes" (no en el sentido literario, sino expresivos) y a los sentimientos familiares que nos hacen humanos.
Me considero un lector ávido de sus descriptivas narraciones

Anónimo dijo...

Que flojera me da tu relato!! Y para nada que se acerca tantitoo a un relato literario.