viernes, 14 de marzo de 2008

¡Santos platillos!





Semana Santa.
Hasta este año (2007) pude estar parte de la Semana Santa en Querétaro. Hace un año no me quedé aquí y me fui a ver a mi familia a México. Este año aunque de nuevo visité a mi madre unos días, regresé desde el jueves santo. En Querétaro se conservan todavía mucho más las tradiciones religiosas, para empezar las iglesias se ven muy concurridas, sobre todo aquellas en el centro de la ciudad. Al igual que en las fiestas de días de muertos y navidad, dos calles a extremos opuestos del jardín Zenea se cierran y se instalan ahí puestos de comida: tacos, elotes, esquites, enchiladas, tostadas, pozole, buñuelos y pambazos o guajolotes, como aquí les llaman. Es cierto que aunque el centro de la ciudad recibe a muchas personas, el resto de la ciudad aparece sin tráfico y medio vació a todas horas. A un par de cuadras del jardín Zenea y justo en el andador frente al templo de Santa Clara, se instalan puestos de dulces típicos. Venden charamuscas de variados sabores, trompadas, alegrías, frutas cristalizadas, pepitorias, palanquetas de cacahuate, cajeta, jamoncillos, cocadas, obleas y muchos otros tipos de dulces. También venden empanadas, la tradicional capirotada y un postre típico de Querétaro en Semana Santa, son los famosos rellenos, de los cuales había ya leído en las Viñetas Queretanas de Luis Vega y Monroy y otros libros, pero que pensé ya no se elaboraban. Son panes parecidos a una cemita y se rellenan de dulce de chilacayote, esa fruto de la familia de las calabazas en cuyo interior hay delgadas fibras, que hacen que al dulce que se elabora con ellas en algunos lugares le llamen cabellos de ángel, por su brillo rubio platino. Aquí el chilacayote lo han de hacer con piloncillo y no con azúcar pues el dulce está algo prieto, bueno estoy seguro que también hay angelitos castaños, así como negros. Ya una vez relleno el pan con chilacayote, el conjunto es capeado en huevo batido y luego freído a manera de un chile relleno. Al momento de servirse, el pan es remojado con miel de piloncillo, muy parecida a la que se usa en los buñuelos; también se le decora con algunas semillas de ajonjolí. Por lo remojado que queda el platillo final, sería muy incómodo comerlo directamente con la mano, así que se pone sobre un plato y se come con un tenedor. Llama la atención que el pan se envuelva en huevo batido, no considero que se aumente mucho sabor o apariencia con este paso. Quizá el capeado le agrega al platillo sofisticación o una aire de lujo o exceso, recordemos aquel dicho popular que dice que alguien presumido se siente “la divina envuelta en huevo”. También vi en varios puestos otros panes como de pasta de hojaldre dispuesta en una espiral que se rellena. Pregunté y me dijeron que también son típicos de la temporada pero no averigüe el nombre.
Son miles las personas que el jueves santo hacen la tradicional visita de las siete casas en las muchas iglesias que hay en el centro. La caminata no debe ser muy grande y hay muchos lugares donde comer durante las siete visitas. Entre los diversos templos hay también infinidad de plazas y bancas para sentarse a descansar y a ver pasar a los muchos otros paseantes. He de confesar que cuando voy solo al centro, disfruto cada vez más este tan simple entretenimiento. El viernes santo ya cerca de las ocho de la noche, se hace la solemne procesión del silencio, que también lleva miles de personas al centro entre participantes y espectadores. A espaldas del templo de Santa Clara se encuentra el jardín Guerrero, ahí se instalan muchos puestos de artesanías y de los tradicionales judas que se han de quemar o más bien tronar el sábado de gloria. Venden textiles cerámica, juguetes de madera y cartón. No faltan las tradicionales matracas, de todos tamaños, yo compre una de casi cuarenta centímetros de largo, para llevar a los eventos deportivos del Tec. No adquirí un judas, pues donde vivo no hay un espacio suficientemente grande como para tronarlo con seguridad. Había diablos, esqueletos, chivas, pero ya no encontré algún Salinas de Gortari con sus billetes en la mano. Me llamó la atención ver un judas con barba y con un gorro como de musulmán, que me imagino representaba a Osama Bin Laden. Me niego a pensar que ese personaje preocupe mucho a los mexicanos o lo consideren un gran traidor, pero unos días después leí una nota en ABC News en la que se decía que de miles de personas entrevistadas sobre la posibilidad de aplicar la pena de muerte a Osama, sólo en México y en Estados Unidos más de la mitad de los entrevistados aprobaron la pena capital. Yo siento que Bush Jr. llena más el perfil para ser considerado un gran traidor contra toda la humanidad. Además, no podemos empezar a sentir animadversión por los enemigos de nuestros primos o pronto estaremos odiando a muchos.
En una de las esquinas del jardín Guerrero, rumbo al convento de capuchinas, hay un negocio que vende los llamados gaspachos. No es la sopa fría de la cocina española sino una especie de cocktail de frutas muy condimentado. Yo lo había probado hace casi 20 años en Morelia y me imagino que su origen es michoacano, como muchos platillos aquí en Querétaro. Lo probé justo en el jardín a un lado de la catedral de Morelia; ahí eran jícama y mango picados a los que se les agregaba un poco de vinagre, chile, limón y queso rallado. En este negocio de Querétaro pican en pequeños cubos melón, sandía, piña, jícama, pepino y mango, le agregan vinagre muy rebajado, jugo de naranja, limón, sal, queso y un chile molido que llaman negro, que explican que no pica pero pone sabor. Al final el cliente puede agregar chile picante al gusto. En estos días calurosos los gazpachos son una buena opción para los tragones, su sabor es muy bueno, son frescos y con uno grande queda uno satisfecho. Los hay de 10, 15 y 30 pesos, siendo este último un recipiente con capacidad de un litro. Atinadamente la propaganda del lugar anuncia “si quieres verte bien, come gaspachos”. A mi me gustan por su exótico sabor, aunque su bajo contenido calórico tampoco me cae mal, pues he subido unos kilos desde mi llegada a esta ciudad. Mis investigaciones culinarias han tenido este efecto, pero no por eso dejaré de hacerlas (declaración de un mártir del conocimiento). Ahora viene la larga espera hasta las fiestas de días de muertos, donde espero disfrutar nuevamente los puestos de comida y descubrir otras costumbres gastronómicas locales.

No hay comentarios: