jueves, 17 de abril de 2008

Viaje relámpago.





La Sierra Gorda
En los dos últimos días de mis vacaciones de verano (2007) tuve la oportunidad de hacer una rápida visita a la afamada Sierra Gorda, región montañosa de Querétaro y uno de sus principales atractivos turísticos. No tenía planeada la visita, pero en esos días vinieron a la ciudad de Querétaro antiguos vecinos de San Bartolo Ameyalco y que ahora viven en Mc Allen, Texas (Claudia y Juan Carlos de la Garza). Ellos habían dejado a sus tres hijos en un campamento de verano en San Juan del Río y tenían un par de días para pasear por Querétaro y sus alrededores. La tarde del lunes nos reunimos y decidimos hacer una rápida visita a la Sierra Gorda, en el par de días de los que disponíamos, yo también, pues ese jueves volvía a la oficina, tras dos semanas de descanso. Hablamos al Hotel Misión en Jalpan y no había ya lugar para la noche del martes, pero encontramos un par de habitaciones en el hotel Misión Concá. Así que hicimos las reservaciones y partimos rumbo a la Sierra Gorda el martes por la mañana.
Aunque Jalpan, la primera misión y la entrada a la región se encuentra a casi 200 kilómetros de Querétaro el viaje toma cerca de tres horas y media por lo sinuoso del camino. No sólo hay que subir mucho, también circular despacio por las múltiples curvas y camiones que se encuentran y los cuales es a veces difícil rebasar. Por suerte todos nos fuimos en una gran camioneta que traían los De la Garza, la cual manejó Juan Carlos y así pude ver el magnífico panorama todo el viaje. Ya nosotros habíamos recorrido casi 120 kilómetros del camino hace como seis meses. Habíamos llegado hasta Peña Blanca y visto lo árido y triste del paisaje, pero esta vez fue diferente, los inicios de la sierra estaban de un inusual y tímido verde por la temporada de lluvias. Parecía una región completamente diferente a aquella que habíamos recorrido meses antes. Iniciamos el ascenso entre magníficas barrancas y montañas, pero llegó el punto donde los cerros, por ser ya un clima diferente, empezaron a cubrirse de bosque semitropical o templado. Vaya que cambió el panorama, recorríamos ahora un tupido bosque. Seguimos el ascenso y pronto el paisaje se llenó de neblina, temperatura más baja y un asombroso bosque de coníferas. Antes de llegar a Pinal de Amoles, población que se encuentra casi en la parte más alta del recorrido, la carretera pasa por el corte muy estrecho y alto hecho en un cerro y tras del cual se ve sólo neblina y parece que se acaba el camino, pues este desciende más allá de la vista. Al lugar le llaman La puerta del cielo y tal pareciera que la carretera entra directamente a los dominios de San Pedro. Unos cuantos kilómetros más adelante está la serrana, fría y nebulosa población de Pinal de Amoles. Es pequeña, rodeada de un asombroso bosque, montada en grandes desniveles y de clima algo frío. Más tarde averiguaríamos que en marzo de este mismo año había nevado ahí. Pasamos sin detenernos, tratando de llegar lo antes posible a Jalpan para comer, pues por aquello de las muchas curvas no nos habíamos alimentado lo suficiente. El descenso fue de nuevo interesante, vimos el cambio de clima templado a uno subtropical y sin llegar al semidesértico pues la Sierra Gorda está ya en la verde y exuberante Huasteca.
Llegamos a Jalpan, sede de una de las famosas misiones de la sierra y me sorprendió su tamaño, pensaba que sería un poco más pequeña o modesta, pero luego reflexioné que no podría serlo, encontrándose en un tan magnífico valle con agua abundante y clima caluroso. Buscamos un restaurante en el cual recuperarnos del hermoso pero hambriento viaje. Había yo leído que un platillo típico de la sierra era la cecina y ahí lo comprobamos, pues aunque el menú era muy variado, había huevos con cecina, chilaquiles con cecina, enfrijoladas con cecina, cecina como plato fuerte y enchiladas queretanas acompañadas de cecina. Tras la comida visitamos el conjunto arquitectónico de la misión. De nuevo me sorprendí, no tanto por su belleza sino por su tamaño y solidez. Yo conocía ya edificios misionales, tanto en Nuevo México, como en Baja California, Sinaloa y Sonora y todos aquellos son mucho más modestos pequeños que estos de la Sierra Gorda. Las misiones de la Sierra Gorda que visité no eran sencillas, tenían hermosas portadas barrocas y todos acompañados de una pequeña construcción anexa que me recordaron más a conventos del siglo XVI en centro y sur del país, que misiones de lugares remotos o aislados. Obviamente las hermosas portadas barrocas no eran de piedra como la de regiones menos aisladas y prósperas, sino de barro o yeso policromado. En su interior la decoración era más modesta y con aspiraciones neoclásicas, ya no barrocas. Altares o retablos de yeso o barro que pretendían ser clásicas columnas, frontones y cornisas de piedra. En la misión de Landa, todo el retablo principal estaba simulado no con yeso sino con una ingeniosa pintura en perspectiva sobre la pared. Pero lo modesto de los materiales le da a estas portadas una belleza muy original, llena de coloridos tonos rojos, amarillos y ocres que me recordaron la también modesta pero colorida portada de Santa María Tonantzintla en Puebla.
Luego de nuestra primera visita a una misión, nos trasladamos a Concá que debe estar a unos 30 kilómetros de Jalpan. Llegamos al hotel a registrarnos y descansar un rato. Las niñas ni tardas ni perezosas se cambiaron y se metieron a la alberca. El hotel Misión Concá está en lo que alguna vez fue la hacienda del lugar. Algunos de sus edificios se ven antiguos, casi coloniales, pero la mayoría son más recientes o incluso modernos. Más allá de su comodidad, se impone su belleza pues los edificios se encuentran dispersos entre grandes y viejos árboles y variada vegetación. Antes de caer la noche visitamos ya con poca luz la misión de Concá (pero se escribe con C, una broma) quizá la más modesta de las tres que visité, pero muy parecida a las demás. Cenamos y antes de dormir jugamos lotería por casi una hora. Esa noche descansamos a pesar del calor que se sentía en las habitaciones y que en poco aliviaba un gran ventilador en el techo o la ventana abierta.
A la mañana siguiente tras el desayuno, nos encaminamos a la misión de Landa de Matamoros que está a unos 20 kilómetros pasando Jalpan. Por el lugar en que se encuentra y lo bien conservada que está, ésta fue para mi la más hermosa. Tiene un perfecto atrio, también una especie de convento anexo, pero además estaba recién pintada. Su interior lleno de luz y decorado con grandes medallones de arcángeles. Estas misiones fueron fundadas en el siglo XVIII por el famoso fray Junípero Serra, quien luego de la expulsión de los jesuitas en 1767, se marchó a la Baja California a suplir a los recién expulsados y desde ahí extendió el sistema misional fundando nuevos establecimientos franciscanos en la Alta California, ahora Estados Unidos. Tras esta visita iniciamos el regreso, ya no visitamos las dos misiones restantes Tancoyol y Tilaco. Unos kilómetros delante de Jalpan nos desviamos unos cuatro kilómetros de la carretera para visitar la cascada de Chuveje. Hay un angosto camino de casi tres kilómetros y la última parte del recorrido se tiene que hacer caminando por una vereda. El paseo fue magnífico, la vereda no tenía lodo a pesar de la temporada y serpenteaba a lado de una cañada, al final de la cual estaba la cascada. Aquello era todo sensual verdor, exhuberancia y belleza. El recorrido fue para mi más agradable que la misma cascada, por suerte había algo de nubes, con lo que el calor no fue tanto, no había mosquitos, ni lodo, por lo que la caminata resultó en extremo placentera. No es lo mismo ver la vegetación y el verdor desde la carretera o las poblaciones, que adentrase en ella.
En el camino de regreso nos detuvimos en Pinal de Amoles, pues habíamos leído en una guía de la revista México Desconocido que una señora de nombre doña Raquel elaboraba ahí licores de frutas, así como dulces típicos. Preguntamos en la pequeña población y rápido dimos con la casa en cuestión. Nos recibió doña Elisa, hija de doña Raquel en una hermosa casa con un patio cubierto a manera de invernadero lleno de coloridas flores. Ahí probamos vinos o licores no muy fuertes, de manzana, de canela, de “niebla”, el especial, de anís y otras combinaciones. También probamos algunos dulces o ates de manzana, membrillo y calabaza. Fue una visita muy interesante y agradable de la cual salimos con una provisión de dulces y licores. El regreso fue más tranquilo y sin sentir tanto ya lo sinuoso del camino. Recorrer bien la Sierra Gorda Queretana necesita de al menos tres o cuatro días, pero este viaje relámpago fue sin duda magnífico y una primera exploración que deja pendiente otro viaje.

lunes, 14 de abril de 2008

Intolerancia




Toquín.
El pasado mes de febrero asistí a un concierto de rock, tocada o toquín como comúnmente les llaman los jóvenes. Dos de mis estudiantes, Alejandro Rubio y Francisco Park son parte de un grupo que se llama los Polifacéticos, el primero toca la batería y el segundo es el vocalista y toca la guitarra. Ya hace cerca de un año me habían vendido un disco compacto con su música, pero esta vez me invitaron a verlos tocar en un lugar del centro de Querétaro llamado El Pixel. No podría decir que soy un fanático del rock, aunque me gustan bastantes rolas en este género. Asistí porque me gusta conocer todo aquello que hacen mis estudiantes fuera de la escuela, así que si me invitan a un concierto de música típica, una exhibición de baile, una competencia de judo o una obra de teatro; si tengo tiempo asisto.
A las 8 en punto decía la invitación y a esa hora llegué, no me debí haber sorprendido cuando vi que el lugar estaba vacío y apenas como que preparándose para el evento. El Píxel está a unas tres cuadras del Convento de la Cruz, así que decidí regresar de menos media hora después y me fui a la cantina Don Amado a tomarme una cerveza; ahí me enteré del fallecimiento de don Amado unos diez días antes. Después de una fría cerveza (sólo una, aunque estaban al dos por uno) retorné al Pixel. Ya en el camino me encontré a algunos estudiantes y el lugar empezándose a llenar. Casi cuarenta minutos después de la hora indicada llegaron los integrantes del grupo al lugar. Me imagine que como muchos otros músicos empezarían el concierto luego de unos veinte minutos de afinar y preparar todo, pero subieron al escenario y se bajaron casi de inmediato. Les pregunté la causa del retraso y me contestaron que hacía falta un soporte para micrófono y que sin éste no podrían iniciar. Casi cuarenta minutos más tarde, la música inició.
El pequeño lugar se llenó de jóvenes entre 15 y 20 años y un par de adultos, seguramente padres de los músicos. Había unas cuantas mesas, pero la mayoría del público estaba de pie. Mi curiosidad me mantuvo en el lugar a pesar del retraso, además que me sentía algo incómodo y fuera de lugar entre jovencitas con ropa algo estrafalaria y muchachos de largas cabelleras. Pensé que la mayoría de los asistentes serían estudiantes del ITESM, pero no fue así; quizá una tercera parte lo era. Reconocí a algunos estudiantes del Tec que tocan también rock en otros grupos. El total de la audiencia no era mayor a las 120 personas. La música sonaba fuerte, llena de energía y en ciertos momentos el público gritaba, pues era obvio que algunos conocían ya las canciones. El alto volumen y el poco sofisticado equipo de sonido no permitían apreciar bien la calidad de la música o la letra de las canciones, pero era obvio que eso no importaba. Antes de cada canción, Park, el vocalista, dedicaba el número, uno de ellos fue en mi honor, pero cuando todo el público dirigió sus miradas hacia mí, me sentí todavía más incómodo, de todas maneras lo agradecí. Me hubiera gustado llevar a mi hija Ana Violeta al concierto, pero no pudo asistir, aunque la invité. Nada hubo en el lugar que me sorprendiera o me causara rechazo y yo creo en unos dos o tres años mis hijas querrán quizá ir a este tipo de lugares y eventos. No esperé el final de la tocada, pues era ya muy noche, no llevaba teléfono celular y era ya casi la hora en que avisé que regresaría. La experiencia fue muy interesante, siempre lo es conocer aquellas actividades en la que participan los estudiantes; dejan de ser un ente que se sienta en el aula, escucha y trabaja y se va convirtiendo más en un ser humano con aficiones y sorprendentes habilidades. Regresé muy satisfecho a casa, la experiencia fue grata y siempre es bueno conocer y entre más ajeno o extraño mejor.
Encuentro placentero acercarse a algunas de las muchas cosas desconocidas. Ya desde muy joven leí mucho y busqué información sobre temas que me interesaban. Recuerdo haber escrito hasta Salt Lake City para solicitar información de lo Mormones, leer el Corán para tratar de entender más sobre el Islam, platicar varios domingos temprano con los testigos de Jehová e incluso comprarles un libro para tratar de comprender el libro del Apocalipsis que no entendía, ni comprendo todavía. En otra ocasión le pedí a mi metalero amigo Lutz que me quemara un CD con las que él considerara las mejoras rolas metaleras, para conocer un poco el género. Una de las cosas que más agradezco a mi madre es el hecho de que me enseñara a comer de todo y ahora voy por la vida probando cuanto esté a mi alcance y esa es una de las grandes aficiones en mi vida. El mundo es un lugar de placer interminable para el que busca conocer, la diversidad en todo es infinita y gracias a ella, un placer vivir conociendo. No escribo esto para hacerme el virtuoso, sino como reflexión de un hecho reciente que me sorprendió e indignó. Como muchos de ustedes saben, el pasado mes de marzo en la ciudad de Querétaro sucedió un hecho insólito y penoso. Atendiendo una convocatoria en el Internet, un grupo de jóvenes queretanos acudieron a la plaza de armas de la ciudad para golpear a un grupo de Emos, uno de los múltiples grupos alternativos, ideologías o tribus de la juventud de hoy. La convocatoria fue la siguiente:


°°PoR Un kErEtArO SiN EmOs°°
____________ATENTO AVISO ____________
TU ERES DE LAS PERSONAS Q YA ESTAN ARTAS DEANDAR POR LA CALLE Y VER EN CADA ESQUINA UN EMO, BUENO PUES CREO Q ESTE AVISO TE INTERESAEL DIA VIERNES 7 DE MARZO A LAS 8:00PM NOS DAREMOS CITA EN EL JARDIN CENEA PARA DE ALLI IR TODOS JUNTOS A ROMPERLES LA MADRE A LOS EMOS DE MIERDA Q SESITUAN EN PLAZA DE ARMAS DE VERDAD NESESITAMOS VER UNION NO PUEDE SER Q ESOS EMOS DE MIERDA NOS ESTEN INVADIENDO ESPERAMOS CONTAR CON TU PRESENCIA PUEDES LLEVAR FILEROS BOXERS SI SOMOS MUCHOS LES PODREMOS DAR EN LA MADRE A TODOS Y ASI LA GUARDIA MUNICIPAL DE QUERETARO NO PODRA ASER NADA.. POR UN QUERETARO SIN EMOSOJALA Y NOS ACOMPA˜NES•DISTRIBULLE ESTE MSJ A TODOS LOS Q CREAS Q LES INTERESE•PUEDES LLEVAR TU RESPECTIVA MONA•NO LLEVAR ARMAS DE FUEGO•POR UN QUERETARO SIN EMOS UN SANO COMPROMISO

GRAXIAS


La ignorancia, el desconocer la riqueza de la diversidad nos puede conducir a actitudes como las de este joven queretano. No voy a entrar en detalles sobre quienes son los Emos, su ideología o apariencia; sobre ellos hay ya mucha información en la red o en las publicaciones de los últimos días. Son uno más de los múltiples grupos juveniles de las últimas décadas. No sorprende el rechazo hacia ellos o cualquier otro grupo, lo serio o triste de este caso es que la animadversión y agresión provino de jóvenes. Pudiéramos esperar prejuicios, rechazo, incluso represión o violencia de adultos conservadores, más aquí en Querétaro; pero fue de los mismos jóvenes, lo cual lo hace algo muy preocupante. Reclaman de los Emos falta de originalidad, pero quién es completamente original en este mundo; mucho menos los jóvenes que tiene esta necesidad tan grande de identificarse con un grupo, de pertenecer y lo hacen pareciéndose. Todo alternativo en busca de originalidad se pinta los ojos, usa ropa extraña, se tatúa el cuerpo, oye música poco común, como otros miles de personas que también buscan esa elusiva originalidad. Los años sesenta del siglo pasado fueron la época de una muy fuerte crítica y rechazo al mundo de los adultos. Los jóvenes de aquellos años se proclamaron como la generación que cambiaría al mundo con desprendimiento de lo material, amor y paz. Muy pocos de aquellos rebeldes juveniles fueron fieles a sus creencias y ya adultos, la mayoría reprodujo o conservó todo eso que criticó. Desde el otro extremo del espectro ideológico los hippies y críticos sesenteros migraron a la derecha y a la intolerancia; qué podríamos esperar del futuro, si ya en su juventud las nuevas generaciones son intolerantes. Para hacer el incidente todavía más crítico, comenté el hecho con algunos de mis estudiantes de preparatoria y todavía más me preocupé al ver que algunos de ellos justificaban lo sucedido o lo veían como algo nada serio o preocupante. Algo muy malo estamos haciendo con nuestros jóvenes, que ya desde tan temprana edad están pensando de esa manera. Me pregunto si la campaña sucia de las pasadas elecciones y los ataques políticos muy directos en los medios, sobre todo en la televisión, tienen que ver algo en esto. No se habló de las virtudes del candidato propio, sino que se denostó al candidato rival, se atemorizó. Pienso en el miedo y odio al comunismo en los años cincuenta en los Estados Unidos y en toda América Latina en las siguientes dos décadas y las decenas de miles de muertos por esta causa en países como Chile, Argentina, El Salvador, Guatemala o Nicaragua. Espero sinceramente que estemos muy a tiempo de hacer algo para revertir esta creciente intolerancia

miércoles, 2 de abril de 2008

San Luis Potosí





Retornos.
En los últimos días tuve la interesante oportunidad de volver a un par de lugares de mi pasado no tan remoto. A mediados de diciembre (2007) fui al campus Ciudad de México del ITESM, lugar en el que trabajé por doce años, a tomar un curso sobre historia del siglo XX. No había vuelto al lugar desde diciembre del 2005, aunque sí me he mantenido en contacto con mis amigos. Dos años no son mucho, pero aún así me sorprendí a mi llegada, al ver que los guardias de la entrada me recordaban y saludaban con gusto, mientras yo les trataba de explicar que venía del campus Querétaro a un curso. Observé algunos cambios físicos en los exteriores, pero lo importante fue el rencuentro con muchas personas que estimaba y sin importar el tiempo y la distancia, sigo estimando. Algunos estudiantes se acercaron para saludarme y también me sorprendí de sentir mucho, pero mucho gusto de verlos; en los jóvenes los cambios de dos años son más evidentes. El curso se canceló al segundo día, pero vaya que fue una experiencia muy agradable volver al pasado y darse cuenta cuan importante es, y no lo digo por ser historiador. No faltó quien me preguntara si volvería a la gran Tenochtitlán; pues es mi ciudad, mi origen, en ella viví muy feliz, pero definitivamente la calidad de vida de mi familia es superior en Querétaro.
En los últimos días del 2007 los López Rodríguez visitamos la ciudad de San Luis Potosí. Mis ancestros López son originarios de ese estado y tengo parientes algo lejanos en la capital y en Ciudad Valles; incluso conocí a algunos en visitas durante mi niñez. Pero recordaba sobre todo dos o tres visitas que hice solo y ya adulto hace cerca de 25 años. San Luis Potosí está a dos horas en automóvil desde Querétaro, por una buena carretera con cuatro carriles y con pocas curvas. La última vez que manejé ese tramo, apenas algunas partes eran a cuatro carriles. La ciudad siempre me pareció bonita, incluso alguna vez pensé que sería una buena opción para escapar del D.F. Recordaba sus angostas calles del centro y sobre todo sus múltiples edificios con hermosas fachadas en piedra. La ciudad ha crecido mucho, pienso que más en extensión que en población. La larga entrada a la ciudad se hace rápidamente a través de una gran vialidad cerrada que lo conduce a uno sin semáforos hasta los límites del centro histórico. Tanto la plaza principal como algunas de las calles cercanas han sido cerradas a los automóviles, de manera que además de tener una mayor tranquilidad, se pueden recorrer sus principales atractivos cómodamente a pie. Desayunamos en un hotel del centro que ofrecía un seductor buffet y ya con la barriga llena empezamos el paseo. A unos cuantos pasos visitamos la Catedral, su irregular fachada es hermosa, pero me agradó mucho más su interior. Limpio, iluminado, amplio y muy bien conservado. Tiene dorados en sus altares, muros, techos y columnas, pero no excesivos y el interior de su cúpula es muy hermoso a la luz del sol matutino. A unas cuantas cuadras está también el interesante templo de San Francisco, al igual que el resto de la ciudad destaca en el lugar su arquitectura en un magnífico tallado en piedra. Sus altares no son de madera o yesería sino de cantera gris muy oscura. En la calle del costado hay múltiples puestos con variadas artesanías, desgraciadamente la mayor parte de ellas no son potosinas y sí las mismas que se expenden por todo México. Mis hijas compraron algunas pulseras de listones multicolores y cuentas, al parecer hechas en la ciudad. Esta calle conduce al Museo Regional, que tiene un modesto contenido pero notable arquitectura y particular distribución. Visitamos también el barroco templo del Carmen y el neoclásico Teatro de la Paz.
El paseo no pudiera considerarse completo sin pasar a una de las renombradas dulcerías potosinas Costanzo. Compramos algunos dulces, chocolates y también un frasco de cabuches en salmuera. Los cabuches son los botones o flores tiernas de la bisnaga, del tamaño de un dedal. No son un ingrediente netamente potosino, más bien de todo el semidesierto mexicano. Había leído sobre ellos pero nunca los había encontrado. También tenía la idea de visitar uno de los mercados de la localidad para comprar una buena cantidad de las famosas enchiladas potosinas. Son pequeñas quesadillas donde la masa se mezcla con chile ancho y por ende la tortilla tiene su sabor (no pican) y un color anaranjado; se rellenan de queso y muy poca salsa verde. Las enchiladas son secas y sus ingredientes se mantienen comestibles por días o semanas sin refrigeración. Hoy en día se venden congeladas en muchos supermercados del país, pero prefiero las no congeladas y netamente potosinas. En visitas anteriores compré cientos de ellas y llenaba una gran caja de cartón, para distribuirlas entre mi familia y consumirlas por semanas. No tuve que ir al mercado, pues en una de las calles de nuestro recorrido encontramos una pequeña fábrica, donde se vendían sin congelar. Me pude dar el lujo de comprar un paquete grande de enchiladas con doble queso, no fue la gran caja de antes, pero dudo que mis hijas vieran con entusiasmo la posibilidad de comer, desayunar o cenar este platillo por las siguientes tres semanas. En casa estas enchiladas simplemente se freían y aderezaban de cebolla picada y crema al gusto.
Muy cerca del centro turístico, está también una zona netamente comercial, obviamente no tan hermosa, limpia o atractiva. Me recordó un poco la situación en la ciudad de México entre el Centro Histórico y la zona de la Merced. Hay grandes bodegas de todo tipo de mercancías, pequeñas tiendas e incluso como en la Merced, mujeres públicas en las calles. No me espanta, ni me ofende, por ahí pasó el recorrido familiar, pero se me hizo curioso que la zona de tolerancia se encontrara a escasas cuatro cuadras de la plaza principal y en plena actividad al empezar la tarde.
Al final del día, algo cansados y con nuestro preciado cargamento de dulces, artesanías y enchiladas, iniciamos el camino de regreso a Querétaro.