Legendaria tierra entre océanos.
El istmo de Tehuantepec no sólo
es la parte más angosta de nuestro territorio nacional; sus habitantes y su
cultura la han hecho una de las regiones más conocidas y comentadas. A lo largo
del siglo XIX, todos esos años que no hubo canal en Panamá, este istmo fue una
opción para facilitar el comercio interoceánico. Pero ya desde la época
colonial las mujeres de la región, conocidas como tehuanas, estuvieron siempre
rodeadas de una fama casi legendaria. Se les identificaba como las indígenas
más hermosas de todo México y se les atribuía una independencia o autonomía
frente a los hombres, poco común para un grupo indígena. Ya desde los años
inmediatos a la independencia, Claudio Linati, artista italiano que trajo la
técnica de la litografía al nuevo país y que fuera el autor de la obra Trajes civiles, militares y religiosos de
México (1828), escribió sobre la tehuanas. Linati refiere como las mujeres
de mayor fama en Europa por su belleza, eran las circasianas (de la región del
Cáucaso, entre los mares Negro y Caspio). El artista dice que las tehuanas
serían las circasianas de México, no sólo dedica una de sus litografías a una
hermosa habitante del istmo, también describe su coquetería y belleza. En años
posteriores también estas mujeres aumentaron su fama por su status de
independencia económica y por ende cierta autonomía dentro de su sociedad. El
traje de tehuana es también hoy en día considerado por algunos el más bello de toda la
indumentaria indígena mexicana y fue a menudo usado y promovido por Frida
Kahlo. Por allá de los años sesentas del siglo pasado los billetes de 10 pesos tuvieron
el grabado de una tehuana con su característica indumentaria llamada resplandor
enmarcando su rostro.
Enfrijoladas y tasajo |
En Querétaro podemos acercarnos
un poco a esta legendaria tierra sureña, no tanto por sus mujeres o
indumentaria, sino por su comida. En el número 86 de la calle de Madero se
encuentra el Fogón Oaxaqueño, Ludée Binniza,
que se anuncia como comida artesanal del Istmo. Está en una casa antigua queretana convertida en hermoso y
colorido restaurante. Obviamente algunos de sus platillos son los de la
gastronomía tradicional oaxaqueña, pero hay otras agradables sorpresas. El
lugar no es muy grande, su limpieza, buen servicio y módicos precios lo hacen
muy atractivo. No es un restaurante de comida rápida, algunos platillos toman
tiempo en prepararse, pero el lugar es muy agradable y ambientado con bella
música Istmeña.