Museo casa de la memoria indómita
La ciudad de México es un océano de
vida cultural, cada semana hay infinidad de actividades de este tipo en todas y
cada una de sus delegaciones; exposiciones, conciertos, concursos, encuentros,
conferencias, foros, muestras y un sinnúmero más de lugares con actividad permanente. Hay en
la antigua Tenochtitlán más de ciento cincuenta museos, algunos tan grandes o
tan visitados como el de Antropología o el Nacional de Historia, ambos en
Chapultepec. También hay museos más modestos, mas no por eso menos importantes.
Uno de estos pequeños recintos ha cobrado mayor relevancia por causa de los
recientes acontecimientos en Iguala, Guerrero, donde se dio la desaparición
forzada de 43 estudiantes normalistas. El museo Casa de la Memoria Indómita (Regina
66, centro) está ahí con mayor importancia y vigencia para mostrarnos que este
tipo de acontecimientos no son por mucho
nuevos, ni poco comunes en México.
Este museo es la triste memoria de cientos de desaparecidos habidos en nuestro
país desde los años setenta del siglo pasado. Su recuento histórico inicia con
los acontecimientos de 1968 y llegará sin duda hasta los 43 de Ayotzinapa. No
todos los museos tienen esa historia que nos llena el pecho de orgullo por
nuestro pasado, los hay como éste que nos muestra una cara poco conocida de
México, ignota no sólo a extranjeros, también a muchos nacionales.
Desde los años setenta el
gobierno mexicano recurrió a la desaparición de ciudadanos para tratar de
combatir desde las críticas hasta los movimientos guerrilleros que surgieron
por esos años. En acciones conjuntas de la Dirección Federal de Seguridad, el
Ejército y la infame Brigada Blanca se desapareció a muchas personas en lo que
se dio por llamar la Guerra Sucia; el
Museo registra el caso de 557 de ellas. En los salas del museo podemos ver
fotografías de la represión, de los desaparecidos y muchos objetos de la
interminable lucha por tratar que aparecieran esas personas, se aclarara su
situación o se castigara a los culpables. El museo es la historia de una lucha
que no acaba o claudica, incluso cuarenta años más tarde, la memoria de un via crucis para cientos de familias. En el patio interior del museo hay un hermoso
mural en donde cientos de aves que retornan, van formando el cuerpo o figura de
ese hijo que una madre seguramente esperó por años.
Estoy seguro que muchos mexicanos
conocen y se indignan por las víctimas del Holocausto, ya sea por libros ,
películas o los muchos museos de la memoria que han proliferado por el mundo, pero
de los cientos o ahora miles de connacionales desaparecidos pocos saben o
quieren saber.
“Para una madre, la desaparición de un hijo significa un espacio sin tregua, una angustia larga, no sé, no hay resignación ni consuelo, ni tiempo para que cicatrice la herida, la muerte mata la esperanza, pero la desaparición es intolerable, porque ni mata ni deja vivir.” Elena Poniatowska