martes, 24 de febrero de 2015

No deseo que me lo recuerdes.














Museo casa de la memoria indómita
La ciudad de México es un océano de vida cultural, cada semana hay infinidad de actividades de este tipo en todas y cada una de sus delegaciones; exposiciones, conciertos, concursos, encuentros, conferencias, foros, muestras y un sinnúmero más de lugares con actividad permanente. Hay en la antigua Tenochtitlán más de ciento cincuenta museos, algunos tan grandes o tan visitados como el de Antropología o el Nacional de Historia, ambos en Chapultepec. También hay museos más modestos, mas no por eso menos importantes. Uno de estos pequeños recintos ha cobrado mayor relevancia por causa de los recientes acontecimientos en Iguala, Guerrero, donde se dio la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas. El museo Casa de la Memoria Indómita (Regina 66, centro) está ahí con mayor importancia y vigencia para mostrarnos que este tipo de acontecimientos no son por mucho nuevos, ni poco comunes en México. Este museo es la triste memoria de cientos de desaparecidos habidos en nuestro país desde los años setenta del siglo pasado. Su recuento histórico inicia con los acontecimientos de 1968 y llegará sin duda hasta los 43 de Ayotzinapa. No todos los museos tienen esa historia que nos llena el pecho de orgullo por nuestro pasado, los hay como éste que nos muestra una cara poco conocida de México, ignota no sólo a extranjeros, también a muchos nacionales.

Desde los años setenta el gobierno mexicano recurrió a la desaparición de ciudadanos para tratar de combatir desde las críticas hasta los movimientos guerrilleros que surgieron por esos años. En acciones conjuntas de la Dirección Federal de Seguridad, el Ejército y la infame Brigada Blanca se desapareció a muchas personas en lo que se dio por llamar la Guerra Sucia; el Museo registra el caso de 557 de ellas. En los salas del museo podemos ver fotografías de la represión, de los desaparecidos y muchos objetos de la interminable lucha por tratar que aparecieran esas personas, se aclarara su situación o se castigara a los culpables. El museo es la historia de una lucha que no acaba o claudica, incluso cuarenta años más tarde, la memoria de un via crucis para cientos de familias.  En el patio interior del museo hay un hermoso mural en donde cientos de aves que retornan, van formando el cuerpo o figura de ese hijo que una madre seguramente esperó por años.
 
Estoy seguro que muchos mexicanos conocen y se indignan por las víctimas del Holocausto, ya sea por libros , películas o los muchos museos de la memoria que han proliferado por el mundo, pero de los cientos o ahora miles de connacionales desaparecidos pocos saben o quieren saber.

“Para una madre, la desaparición de un hijo significa un espacio sin tregua, una angustia larga, no sé, no hay resignación ni consuelo, ni tiempo para que cicatrice la herida, la muerte mata la esperanza, pero la desaparición es intolerable, porque ni mata ni deja vivir.”                                                                              Elena Poniatowska

No hay comentarios: