Jardín de los Platitos
La ciudad de Querétaro crece como
ninguna otra en el país, la moderna metrópoli tiene cada día menos que recuerde
su sencillo y tranquilo pasado. Las
viejas fotografías que se tomaron de sus calles en los siglos XIX y XX son
ahora importantes testimonios de ese pasado que cada día es más difícil
reconocer o imaginar; las calles sin empedrado alguno, muy pocas personas que
las recorren y en indumentaria ya desaparecida hace décadas, el río todavía con
bastante agua fluyendo, los inmensos campos de cultivo en lugares que ahora
incluso reconocemos como céntricos. Uno de los lugares más hermosos de la
ciudad es el jardín Niños Héroes de Chapultepec, mejor conocido como el Jardín
de los Platitos. Este pequeño espacio primero se encuentra en el antiguo barrio
de San Sebastián, en la otra banda, lugar considerado todavía a inicios del
siglo pasado extramuros de la ciudad y territorio propio de la clase
trabajadora. El pequeño jardín está donde la calle de Invierno se encuentra con
el cauce del río, a unos cuantos metros del moderno monumento ecuestre de
Ignacio Pérez, mensajero de la Corregidora. Aunque el espacio al parecer nunca
fue construido y siempre tuvo árboles. Fue
hasta mediados del siglo pasado que por fin se convirtió en un espacio hermoso
e ideal para pasar un rato de idílico descanso y paz. A inicios de los años
cuarenta el gobierno estatal decidió embellecer el sencillo espacio y construyó
un pequeño muro, bancas y una fuente con mampostería recubierta con pedacería
de cerámica, a la manera de ciertas estructuras en la famosa obra de Antonio Gaudí,
el parque Güell en la ciudad de Barcelona. Al parecer se tuvieron que reunir
por algún tiempo, con ayuda de los habitantes de la ciudad, miles de pedazos de
cerámica rota. Poco a poco las estructuras se fueron recubriendo con piezas
cerámicas blancas y unas cuantas de color para formar atractivos diseños
nacionalistas. Entre los miles de fragmentos he podido reconocer la cenefa
verde igual a la que decoraba el gran pocillo en que mi padre bebió su café con
leche por muchos años, pero en las pequeñas piezas es casi imposible ver si
pertenecieron a un plato, un taza u otro tipo de loza. Esta decoración es la
que precisamente le da ese sabor antiguo al jardín de los platitos, algo antiguo
hecho a mano, artesanalmente, con creatividad y mucho cuidado. Por muchos años
este parque fue el lugar en Querétaro donde se congregaban los grupos de
mariachi, esperando quien los contratara para alguna fiesta o serenata; ya
desde hace algunos años lo hacen en la Plaza del Mariachi cerca del Cerro de
las Campanas. Las dimensiones y
decoración del Jardín de los Platitos lo hacen original, hermoso y sobre todo un
espacio muy íntimo. La caída de la tarde es quizá el mejor horario para
visitarlo, las construcciones cercanas proyectan su fresca sombra sobre el
jardín, el sonido del agua de su fuente transmite tranquilidad y en este lugar
tan especial puede uno entregarse al descanso, la conversación, la lectura o la
meditación.
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